21 ene 2013

Waneta Hoyt

Primero fue un niño, de pocos meses de edad. Waneta dijo que habría muerto por el síndrome de la súbita muerte infantil.

Pero después de ese niño, vino otro. De la misma causa. Y otro más. La lista sumó cinco de sus seis hijos. Las muertes se registraron entre 1965 y 1967. Luego de las presiones de la policía, Waneta reconoció la autoría de las cinco muertes de sus hijos. Cuando le preguntaron el porqué, su respuesta rayó en lo cínico: Por la primera muerte de su hijo recibió tantas condolencias y apoyo, que se quiso sentir de nueva cuenta querida.

El quinto niño murió cuando Waneta tenía 47 años de edad. Waneta tenía fama de buena persona en la comunidad de Oswego, Nueva York. La calificaban de buena mujer. Buena madre. Buena vecina. Y fervorosa creyente: acudía con regularidad a la iglesia. Incluso, adoptó a un niño.

Nadie entendía los motivos de Waneta. En la web existen algunos foros que tratan de exculpar a Waneta, justificando el Síndrome de la Súbita Muerte Infantil en los niños, y que es prácticamente imposible determinar una muerte intencional de este mal. En 1996 fue sentenciada a 75 años de prisión. Murió en 1998.

Blanche Taylor Moore

Entre 1966 a 1989 quedaron registrados sus asesinatos. Mató a dos esposos, uno que otro amante, un pastor porque le recordaban a su padre, que había abusado de ella, y a quien también mató. 

Esta hábil mujer le ganó una demanda sexual a la cadena de supermercados Kroger, por 250,000 dólares, al mismo tiempo que mantenía una relación amorosa con un compañero de trabajo. Para lograr recopilar evidencia y poder enjuiciarla fue necesario exhumar algunos de los cuerpos de sus víctimas. Murió por inyección letal en 1991.

Rhonda Bell Martin


Rhonda Bell Martin cometió sus asesinatos entre 1932 y 1956, en Alabama, Estados Unidos, asesino a su madre, dos esposos y cinco de sus hijos. Confesó sus delitos y la condenaron a morir en la silla eléctrica en 1957.

17 ene 2013

Christine Paolilla

La forma en que ocurrieron los hechos el 18 de Julio de 2003 en una casa de Clear Lake, suburbio de Houston, Texas, no están claros. Esa noche, las amigas Rachael Koloroutis y Tiffany Rowell, además del novio de ésta, Marcus Ray Precella, y Adelbert Nicholas Sánchez, primo de Precella, fueron asesinados con tal saña, que los investigadores con más experiencia especularon que existía un odio profundo del verdugo hacia las víctimas. 

 Koloroutis y Rowell, fueron las que recibieron más castigo. Las pruebas forenses demostraron que Koloroutis no falleció a causa de los 12 disparos que tenía en el cuerpo, sino que su cabeza fue machacada con la cacha de una pistola, al parecer después de que su homicida se dio cuenta de que estaba viva. Asimismo, las mujeres presentaban varios disparos en su zona vaginal. Tuvieron que pasar tres años para que la policía recibiera una llamada que le aportó datos que incluso los investigadores desconocían. 

Nunca se supo quién fue el hombre que hizo la llamada, pero señaló que los homicidas eran dos, un hombre y una mujer: Chris Sniper y Christine Paolilla. Meses antes de que la policía recibiera el pitazo, Paolilla había visto un programa de televisión sobre crímenes sin resolver en compañía de Justin Rott, con quien recientemente había contraído matrimonio. La joven se reconoció en el retrato presentado en el programa, por lo que fue sincera con su pareja, confesando que ella había estado en esa carnicería. Rott estuvo de acuerdo en que huyeran en cuanto se lo propuso su esposa. La huida realmente no lo fue tanto: la pareja no llegó más allá de una habitación de hotel que rentaron en la misma ciudad de Houston. 

Cuando los agentes llegaron por Christine Paolilla encontraron un cuarto rebosante de heces de perro y más de 100 agujas tiradas en el piso, todas ellas utilizadas en su momento por la esposa, quien presentaba una severa adicción a la heroína. Al enterarse de que Paolilla había participado en los homicidios de los cuatro jóvenes, la gente de Clear Lake se preguntó por qué lo había hecho. En general, autoridades, público y prensa se preguntaron por qué. Desde niña, Christine Paolilla se había sentido diferente, sobre todo porque desde el kínder sufría alopecia, enfermedad que la había dejado sin cabello. 

Al ingresar a la primaria, acudía a la escuela con peluca, lo que resultó como un imán para sus compañeros, quienes no sólo se burlaban de ella, sino que, en cuanto la niña se distraía, la despojaban de su accesorio, ante la risa casi general. En la high school de Clear Lake conoció a Rachael Koloroutis y Tiffany Rowell, dos jóvenes hermosas, populares, pero también con una gran sensibilidad. No sólo aceptaron la amistad de Paolilla, sino que la enseñaron a maquillarse, le aplicaron con éxito un tratamiento que le ayudó a que le creciera el cabello, y en general, la cambiaron completamente, al punto que Christine Paolilla ganó el título de Miss Irresistible de su generación. 

Al parecer, el título de belleza y las acciones bienintencionadas de Koloroutis y Rowell no fueron suficientes para que Paolilla se convenciera de que no era fea. Fue más fuerte la envidia que sentía hacia sus amigas, tan fuerte que la noche referida se hizo acompañar de su novio Chris Snider, y juntos acudieron a su cita con la masacre. 

Paolilla siempre dijo que Snider la obligó a cometer esos homicidios, tesis que reforzó al enterarse que su antiguo novio, al saber que la policía lo buscaba, decidió suicidarse. Con lo que no contaba la asesina es que su propio esposo la condenaría a 40 años de prisión, al compartir con la policía la confesión que ella le había hecho sobre su participación activa en los cuatro homicidios.