20 may 2013

Ana Carolina López E.


Muchos no pueden creer que una mujer de 1.47 cm y con cara de niña de 11, haya cometido este crimen a sangre fría.

Luego del crimen, la menor reportó la presunta desaparición de sus padres, María Albertina Enríquez, de 68 años y Efrén López Tarango, de 88; sin embargo, en las investigaciones de la Fiscalía, el novio de la jovencita, José Alberto Grajeda Bastista se quebró durante la entrevista y confesó el crimen que planeó junto con la menor y otro amigo de nombre Mauro Alexis Domínguez Zamarrón. 

Cuando se enteraron de la noticia, varios de los conocidos de la joven entraron en shock; los amigos de Ana Carolina, principalmente cuatro; dos gemelos y otra muchacha, ahijada de las víctimas, no lo podían creer: “ya no quieren volver a ver a la chica, están muy enojados con ella,” reveló en entrevista una fuente cercana. Ana Carolina tiene 17 años, en febrero de 2014 cumplirá su mayoría de edad; desde pequeña fue dada en adopción, su madre biológica falleció por VIH sida hace cinco años, el padre murió hace tiempo, le sobrevive una hermana biológica pocos años mayor que ella. 

Para quienes trataron a Ana la describen como tranquila, reservada, inteligente, no muy sociable y aunque se llevaba muy bien con sus cuatro amigos compañeros de escuela, señalan que en ocasiones se aislaba y era inexpresiva. Siempre lucía uñas impecables “muy bien arregladitas de salón”, la mayor parte del tiempo llevaba suelto su cabello largo ondulado, usaba jeans o falditas cómodas, andaba bien vestida pero sin llamar la atención ni caer en la vanidad extrema, así describen la imagen habitual de la joven que cursaba el cuarto semestre de preparatoria.

En lo que a su desempeño escolar corresponde, Ana era buena estudiante, no le conocían problemas, ni con compañeros ni maestros, no faltaba a clases y era dedicada a cumplir sus tareas académicas. Aunque ella siempre supo que era adoptada, el comportamiento de la menor hacía sus padres no mostraba nada fuera de lo normal: “en ocasiones discutía con la mamá por teléfono, pero como típica adolescente”, apunta la persona que describe a Ana Carolina. “Nunca imaginé que fuera capaz de hacerle algo a sus papás, ellos le daban todo, cuando me enteré de la noticia y que era ella, yo lloré” agrega la fuente cercana a la familia, (quien prefirió omitir su nombre). Efrén y Albertina daban todo lo que estuviera en sus manos a la jovencita, inclusive, aunque ella conducía el auto de la mamá, pronto le iban a comprar su propio vehículo e iban a pagarle lo necesario para cursar el siguiente semestre de estudios en Estados Unidos. Pero los planes de Ana eran diferentes; ella llegó a comentar entre sus amistades que ya quería casarse, tener hijos, para formar su propia familia “con hijos que sí fueran suyos”. Relación con José Alberto Grajeda Bastista Cuatro meses llevaban de relación estable Ana y José Alberto, ya que previamente estaban juntos de forma intermitente, ya que cortaban y volvían”. 

A decir de gente que la conoció, el noviazgo parecía “sentarle bien” a Ana, puesto que antes de ser novia de José Alberto; era muy geniosa, si algo no le gustaba se le notaba en la cara. El amorío de la joven pareja dejó de ser bien visto por los padres adoptivos de Ana, quienes en castigo le negaron a José Alberto el acceso a la casa, luego de una discusión porque ella no iba a clases de natación por irse con él. Fueron esas peleas y una propuesta de su amigo Mauro lo que desataron la idea del estremecedor crimen que planearon con un mes de anticipación; querían matarlos para ella quedarse con la herencia de los padres, comprar anillos de compromiso, el departamento y casarse, confesó en su declaración el novio, José Alberto. Quién por otra parte en entrevistas anexas que le hicieron sicólogos aludió que era Ana la que llevaba las riendas de la relación, puesto que “ella lo manipulaba con sexo”. El crimen Ana, su novio Alberto y el amigo Mauro, eligieron el día viernes para cometer el crimen, puesto que en esa fecha la mujer que acude a realizar la limpieza descansa, según se reveló cuando el Ministerio Publico dio detalles del asesinato durante la audiencia de vinculación de los dos varones. El MP explicó que el día de los hechos, los jóvenes esperaron a que Efrén (el padre) se fuera a jugar billar, después Ana dejó pasar a su casa a Mauro y Alberto; cuando ya estaban adentro llamó a su madre Albertina para que fuera a la cocina, pero la mujer no quiso salir “porque estaba en fachas”. Con la negativa de la mujer, hicieron ruidos y fingieron que Mauro y Alberto ya se habían retirado. 

Al creer que ya no estaban, Albertina accedió a ir a la cocina, pero al entrar Mauro la sorprendió por la espalda y con sus manos empezó a estrangularla, después uso cables eléctricos para ahorcarla y finalmente le inyectaron tres jeringas de ácido en el pecho y en la yugular; posteriormente escondieron el cuerpo y esperaron a que llegara Efrén, (el padre). Alberto, fue quien estranguló al padre y amarró su cuello a una pata de la mesa “para en caso de que despertar no pudiera moverse” expresó el joven en su declaración; a la segunda víctima también le inyectaron en la yugular. Tras consumar el crimen, los jóvenes tomaron alrededor de 20 mil pesos que tenían las víctimas en una bodega, después se limpiaron las manos con cloro y se “fueron a comer Dogos a un local de la avenida Ortiz Mena, donde comentaron cómo se sentían después de matarlos”. 

Luego de cenar, regresaron a la vivienda donde bebieron las cervezas que había en el refrigerador, conversaron y fueron a dormirse. A la mañana limpiaron la escena, subieron los cuerpos a la camioneta Honda color azul, buscaron tres botes de plástico para ir a la gasolinera a comprar trece litros de gasolina. Mauro manejó la camioneta hasta que llegaron a un terreno baldío, a las fueras de la ciudad, por el Periférico Lombardo Toledano, cerca de un centro recreativo de nombre Sapo Verde, ahí arrojaron los cuerpos. Al momento de tratar de quemarlos, se percataron de que no tenían con que prender fuego, por lo que subieron de nuevo al vehículo, fueron a una tienda a comprar cerillos, regresaron y finalmente José Alberto prendió los cuerpos.

Posteriormente acudieron al restaurante; después Alberto y Ana acudieron a Telcel y por último, a plaza Galerías; donde llegaron a una joyería para medirse anillos de compromiso, mientras que su novio José Alberto se compró un reloj. Por la noche, Ana Carolina se arregló para ir a unos 15 años en los que José Alberto iba a trabajar como mesero, ahí disfrutó la noche. 

Al día siguiente, Ana decidió reportar primero con su tía y después a las autoridades a sus padres como desaparecidos. Frialdad ¿cautivadora para especialistas en sicología criminal? La frialdad que mostró Ana, al hablar y confesar el crimen así como su actitud imperturbable en la audiencia ante el juez llamó poderosamente la atención de personal de la Fiscalía, cómo si se tratara de un pequeño Aleister Crowley; la aparente falta de remordimientos dejó impactado a personal que la atendió. No solo Ana llamó la atención, también el cuadro sicológico de Mauro Alexis, quién al parecer fue el primero en proponer la idea de matar a los padres de Ana. En las declaraciones de Alberto, señaló que Mauro les admitió que siempre tuvo la inquietud de cercenarle un seno a su madre, cocinarlo y comérselo, pero que nunca lo hizo porque derramaría mucha sangre. Además de que Alberto aseguró que tras asesinar a los padres de Ana, Mauro quería seguir matando. Estos casos, que podrían encajar en cuadro psicópata, no se habían visto antes en esta ciudad de Chihuahua. 

Quince años la pena máxima para Ana; prisión vitalicia a sus cómplices La Fiscalía de Chihuahua, busca acreditar el crimen de homicidio con todas las agravantes de ley, “predeterminación, alevosía, ventaja y traición”; dicho delito según el código penal puede castigarse hasta con la prisión vitalicia. No obstante, en el caso de Ana, por ser aún menor de edad, la protege la Ley Especial de Justicia para Adolescentes infractores de Chihuahua, la cual, estimula que la pena máxima que podrán imponerle a un menor es de 15 años de prisión. Por lo que de acreditarse el homicidio con todas las agravantes Ana pasaría como máximo 15 años de prisión y sus presuntos cómplices podrían pasar toda su vida en la cárcel.  

Confiesa crimen La menor reportó la presunta desaparición de sus padres, sin embargo, en las investigaciones de la Fiscalía, el novio de la jovencita, se quebró durante la entrevista y confesó el crimen que planeó junto con la menor y otro amigo.