Danielle Raymond / M. P. Aizpurúa / A. Gallardo
– Parati.com.ar
Francia, Octubre
2006.- Es francesa, tiene 38 años, está
casada y tiene dos hijos, pero entre 1999 y 2003 dio a luz a otros tres a los
que, instantáneamente, les quitó la vida: tras matarlos con sus propias manos,
al primero lo quemó y a los otros dos los guardó, durante varios años, en un
congelador, en su propia casa.
El macabro hallazgo
ocurrió en Seúl, Corea, donde Veronique vivía con su esposo, quien al parecer “no sabía nada” de sus
asesinatos. Parecía la mujer perfecta, pero hoy los medios franceses la llaman
“la madre sin alma.
Los investigadores
coreanos no se equivocaron cuando siguieron la pista del matrimonio Courjault
durante más de tres meses. El miércoles 11 de octubre, involucrada dos veces
por tests de ADN e interrogada minuciosamente por la policía judicial francesa,
Veronique Fievre –aunque utilizaba su apellido de casada– (38, ama de casa) confesó el
homicidio de sus dos bebés, que fueron encontrados –el 23 de julio pasado– por
su marido, Jean Louis Courjault (ingeniero, actualmente trabaja en la empresa
automotriz norteamericana Delphi), en un congelador de la
casa de la familia, radicada en Seúl, Corea del Sur.
Luego, Veronique
también reveló que ya había matado a otro de sus hijos recién nacido –en 1999, en Francia– y
que quemó su cuerpo.
El fuego y el hielo
fueron el destino final para sus tres hijos, a los que asesinó apenas los dio a
luz. Por ahora, su marido clama su inocencia y ella la sostiene, confirmando
que el hombre no estaba al tanto de nada, ni siquiera de sus embarazos
sucesivos…
Hallazgo macabro
Todo empezó durante
la noche del 22 de julio pasado, cuando M. Kim, un exmilitar que combatió en la
guerra de Vietnam y que hoy trabaja como guardia de seguridad de un exclusivo
barrio cerrado de Seúl –donde
vive el matrimonio Courjault– recibió un paquete con una docena de kangodungo”
(caballa) salados.
El paquete estaba
destinado a Jean Louis Courjault, quien desde hacía mucho tiempo quería probar
esa deliciosa especialidad de la región. “El destinatario estaba ausente, así que guardé el paquete en
el congelador”, explicó Kim. A las 8 de la mañana del día
siguiente, Jean Louis lo pasó a buscar para llevarlo a su casa. “Lo vi volver más tarde,
–continuó su relato Kim.
Estaba como loco y
me gritó un poco en inglés y un poco en coreano: Venga rápido, le tengo que
mostrar algo…’Kim siguió al hombre hasta su casa y, una
vez frente al congelador, Jean Louis abrió la puerta de la heladera y algunos
cajones inferiores, el cuarto y el quinto… “Entonces me muestra el contenido
y me dijo: ‘¡Fíjese, hay dos bebés! Two babies, recordó M.
Kim, quien en su relato agregó que al principio pensó que los cuerpos no eran
más que pollos pequeños. “Vi
dos manitos de bebés con los deditos cerrados”, empezó a darse cuenta de la
cruel realidad M. Kim quien, advertido de la gravedad de la situación, decidió llamar a la policía. Según su relato, Jean Louis estaba “shockeado, desamparado y
‘muerto de miedo.
Veronique Courjault
se declaró culpable casi de inmediato. “¡Quiero ver a mi marido, le quiero explicar!”, fue la frase
con que imploró a los policías apenas fue detenida. Al
asumir el múltiple infanticidio (infanticida es quien mata a un niño y, en este
caso, se trata además de un filicidio, porque las víctimas son los propios
hijos) ella se mostró obsesionada por conocer la reacción de su marido.
Es lo que apuntaron
en la comisaría de Tours, Francia. “Su mujer tiene algo que decirle”, le dijeron a Jean Louis,
quien de inmediato se largó a llorar. “Parecía realmente sorprendido. Manifestó
una profunda confusión cuando entendió que su mujer había cometido los homicidios”, reveló el comisario Bejeau tras los interrogatorios. Y
cuando Veronique Courjault estuvo por fin frente a él, se abrazaron, lloraron
juntos, y él le dijo: “Veronique, te sigo queriendo. Sé fuerte, estoy con
vos…”.
Veronique Courjault
(algunos medios franceses la bautizaron “la madre sin alma”) pasó por los exámenes de sangre en un
estado de terror y llorando constantemente, una conducta que no había tenido en
los primeros instantes de su detención.
En esa ocasión, la
mujer permaneció en absoluto silencio y muy serena. Sólo cuando los agentes de
policía la confrontaron con sus propias incoherencias en el relato, ella
confesó la atrocidad de sus actos. “Es cierto, quedé embarazada en 2002 y 2003, sin que nadie se
diera cuenta. Mi marido nunca supo nada. Mi panza no era
grande. Disimulaba mis curvas con ropa amplia. Una noche, sentí contracciones,
mientras dormía al lado de mi marido. Fui al baño y tomé anti-espasmódicos, y
se calmaron. Me volví a acostar. Jean Louis no se dio cuenta de nada.
Pero sus partos
clandestinos resultan poco factibles, teniendo en cuenta que su marido pasaba
casi todas las noches en su casa, junto a ella y a sus otros dos hijos mayores,
Nicolás (11) y Jules (10), a los que Veronique iba a buscar al colegio, todos
los días a las cuatro de la tarde.
En su declaración
ella afirma “haber
tenido suerte” para seguir adelante con su embarazos en secreto, indicando que
las últimas contracciones de cada parto llegaron en ocasiones en las que ella
estaba sola en su casa.
Según Veronique,
dio a luz a tres niños en el baño, ella misma cortó el cordón umbilical y
escuchó sus primeros gritos. Acto seguido, apretó fuerte y esperó a que el
pequeño cuerpo no se sacuda más por espasmos. Ella misma habría sido la
hacedora y única espectadora de una tragedia que perpetró tres veces a lo largo
de cuatro años: en 1999, 2002 y 2003.
La confesión de
Veronique
No quería tomar más
la píldora. No pensé en abortar, después era demasiado tarde.… Los maté. Sentía cierto
poder al ser capaz de dar vida y muerte a mis hijos”, figura en su
confesión. La primera vez fue en 1999, cuando la familia Courjault vivía en
Villeneuve-la-Comtesse, un pequeño pueblo de Charente Maritime, al centro oeste
de Francia.
Sus setecientos
habitantes hoy están en estado de shock enterados de que allí concibió, mató e
incineró a su primer hijo, su primera víctima. Salvo una vecina que asegura
recordar que Veronique le anunció la llegada de un tercer hijo, nadie parece
haber notado la dulce espera de esta mujer a la que muchos describieron como “una simpática madre de
familia, muy cuidadosa con sus dos hijos.
En 1999 Jean Louis
perdió su trabajo. Por entonces, Jules y Nicolás tenían apenas 4 y 3 años,
respectivamente, y la situación familiar se vio notablemente dañada. ¿Habría
sido esta delicada situación la que provocó por primera vez un rechazo al
propio embarazo y su primera pulsión asesina?
Una vez que el caso
salió a la luz, el morbo y curiosidad de sus viejos vecinos de
Villeneuve-la-Comtesse provocó que todos quisieran ir a ver su antigua casa,
donde quemó a su primer hijo. La mujer que hoy la ocupa dice estar “conmocionada” por la
noticia. Su nombre es Emmanuelle, actualmente está embarazada de ocho meses, y
quiere mudarse de inmediato de ahí. “Voy a ser madre en un
mes y me da escalofríos imaginar que un bebé fue quemado en la chimenea de mi
living”,
declaró.
A 200 kilómetros de
distancia del pueblo del primer crimen, en Chinon, vive la familia de Jean
Louis Courjault, hoy más aliviada porque éste fue dejado en libertad a pesar de
que está en vigencia su inculpación por complicidad en el asesinato.
Jean y Genevieve,
los padres de Jean Louis, declararon: “No queremos hablar demasiado para no entorpecer la
investigación. No recibimos ninguna instrucción del fiscal,
pero queremos dejar que la justicia investigue con serenidad. Tenemos total
confianza en la justicia francesa. Veronique está enferma. La queremos y la
vamos a sostener siempre”,
afirmaron. Por su parte, Philippe, el hermano mayor de Jean Louis, agregó: “Desde
hace quince años hemos vivido con ella sin darnos cuenta de nada. Nadie sintió
que estaba en tal grado de desamparo y hoy nos cuestionamos todo-
Actualmente, Jules
y Nicolás, los dos hijos sobrevivientes de la “madre sin alma” viven con la familia Courjault, en Souvigny de Touraine, con sus abuelos, tíos y
primos, y bajo la atenta mirada de un grupo de psiquiatras que, además de
explicarles la ausencia de su madre (no podrán visitarla en la cárcel durante
varias semanas) son los encargados de su tratamiento psicológico y, sobre todo,
de su preparación para los próximos interrogatorios en los que participarán
como testigos.
Sobre todo, los
investigadores intentarán saber si los dos chicos pudieron notar la sucesión de
embarazos de su madre así como si supieron de los partos. En el futuro, toda la
familia y el entorno más íntimo de Veronique Courjault desfilarán por la
policía y los tribunales para tratar de delinear un perfil de esta mujer de
ojos claros, que algunos definían como “positiva y alegre.
Retrato de una
asesina
¿Qué psicosis
padece Veronique Courjault? ¿Qué hay detrás de su retrato, aparentemente el de
la más dedicada madre de familia? En su pueblo natal, Parnay, cerca de Nantes,
sus padres –Robert
y Monique Fievre– están consternados.
Primero se negaron
a admitir la culpabilidad de su hija, pero hoy están sumidos en el más absoluto
silencio. Martine, hermana mayor de Veronique, habla por ellos. “No la reconozco. Lo que
hizo no tiene explicación, tratamos de entender… La queremos y tenemos la
esperanza de que esto termine de la mejor manera posible.
La madre asesina es
la penúltima de una familia con siete hermanos, todos criados bajo un
catolicismo ferviente. “Era
tímida, como la mayoría de nosotros en esta familia, –indica su hermana–. Pero
no estaba aislada, se comunicaba con nosotros y parecía
feliz y realizada.
Veronique conoció a
Jean Louis Courjault en 1987. “Ella era la mujer acomplejada de un modesto vitivinicultor y
él provenía de una familia adinerada de Chinon”. Así dicen que se plantearon
los términos de la relación en sus comienzos. El quiso ser
ingeniero y seguir los pasos de su padre, director de asuntos internacionales
de la Compañía General de Geofísica y consejero municipal.
Veronique, en
cambio, no tenía claro su rumbo: estudió y abandonó los estudios de Sociología,
y luego se recibió sin vocación ni demasiadas convicciones en el área de
computación, como analista de sistemas y programadora.
Hoy Genevieve
Courjault, la madre de Jean Louis, recuerda un detalle particular de la boda de
Veronique y su hijo. “Tuvimos
dificultad para encontrarle un vestido de novia, porque estaba embarazada de su
primer hijo y ella no quería que se notara”. Luego la pareja se instaló en
Aubigny sur Nère, en el centro de Francia, donde comenzaron a “armar una familia”,
con la llegada de Jules, en 1995, y de Nicolás, un año más tarde.
Todo indica que el
año de inflexión fue 1999, cuando su marido se quedó sin trabajo y ella
comienza a elucubrar su macabro proyecto: no volver a ser madre nunca más. Así,
asesina con sus propias manos a quien fue su tercer hijo. Y a esa atrocidad la
repite lejos de su país, en Seúl, Corea, un destino al que la pareja se dirigió
para “probar
suerte”. En términos económicos, cumplieron su objetivo y Jean Louis consiguió
reacomodarse en su profesión.
Pero en septiembre
de 2002 y en diciembre de 2003, Veronique lo hizo otra vez: en ambas ocasiones
estranguló a sus hijos y los colocó en la parte de abajo del congelador, sin
preocuparse demasiado por limitar su acceso.
Los psiquiatras y
abogados no terminan de entender qué la llevó a asumir tal riesgo. “Quería guardarlos con
ella, eso quiere decir que los quería”, fue la explicación de uno de los
abogados que defiende a Veronique.
Encerrada en una
trágica farsa durante cuatro años, hoy Veronique Courjault cambió esta celda
por otra de hierro y cemento. En el fondo de su celda, vive aislada para
impedir que sea maltratada por las otras detenidas de la cárcel de Orleáns, que
aborrecen a quienes hayan cometido cualquier delito de hostigamiento o maltrato
contra sus propios hijos.
Las únicas visitas
autorizadas son las del abogado y las del perito psiquiátrico. Mientras tanto,
Jean Louis Courjault vive su libertad casi como una inevitable condena, quizás
mirando las fotos de su mujer, aparentemente el retrato de “la más dedicada madre de
familia”.
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