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Una zona densamente
poblada de árboles y próxima al hermoso lugar de Albion Falls constituía el
lugar ideal para que los niños hicieran una excursión campestre; pero aquel
bosque era también el sitio perfecto para deshacerse de un cadáver.
La mañana del sábado
16 de marzo de 1946, cinco muchachos decidieron aprovechar el tiempo primaveral
para disfrutar de una excursión campestre. Tomaron el autobús en Albion Falls,
un lugar célebre por su belleza, situado a unos pocos kilómetros de Hamilton
(Ontario, Canadá), ciudad en la que residían. Se trataba de una zona famosa por sus
montañas pobladas de árboles y por las impresionantes vistas que se divisaban
desde los barrancos.
Mientras recorrían
el campo, los muchachos iban observándolo todo con un telescopio de juguete;
hasta que de pronto uno de ellos descubrió en una loma algo parecido a un cerdo
decapitado. Impulsados por una natural curiosidad, se acercaron un poco más y
se encontraron con que se trataba del torso de un hombre enterrado entre un
montón de ramas y hojas. Rápidamente los niños salieron corriendo en busca de
ayuda.
El examen
preliminar del cadáver reveló que le habían cortado los brazos y las piernas
por debajo de las articulaciones, con ayuda de una sierra; la cuchillada que le
cruzaba el abdomen indicaba el intento -fallido- de cortarlo en dos. El
forense, doctor Deadman, confirmaría más tarde que la operación de
descuartizamiento mostraba signos de haberse realizado precipitadamente y con
el empleo de más fuerza que pericia.
El torso no llevaba
más que la ropa interior y presentaba en el pecho dos heridas de arma de fuego
causadas, según Deadman, por varias balas del calibre 32 que no parecían haber
resultado mortales. Como no disponían de la cabeza de la víctima, no se pudo
confirmar la causa de la muerte. La ausencia de sangre, sin embargo, señalaba
claramente que aquella atrocidad se había cometido en algún otro sitio y que
antes de deshacerse del cadáver lo habían desangrado.
El 17 de marzo
encontraron una camisa ensangrentada en una carretera próxima al lugar del
hallazgo del torso. La policía creía entonces estar a punto de identificar el
torso, especialmente después de recibir una llamada de un tal Alexander
Kammerer quien, preocupado, les informó de la desaparición de su primo, John
Dick, ocurrida el 6 de marzo. La descripción que proporcionó de éste se
acercaba mucho a las características del cadáver.
El interés de los
detectives aumentó aún más cuando Kammerer les explicó por qué había tardado
tanto en denunciar la desaparición de su pariente. Cinco meses antes, John Dick
se había casado con una mujer mucho más joven que él llamada Evelyn; pero el
matrimonio se fue a pique casi de inmediato y la pareja se separó en Navidad.
Dick se fue a vivir con los Kammerer y cuando les dejó supusieron que había
vuelto a casa para intentar arreglar las cosas. Pero los policías no pensaban
lo mismo: ahora no sólo le habían puesto un nombre al torso, sino que contaban
también con un móvil para el asesinato.
No perdieron un
solo momento en ponerse en contacto con Evelyn, la esposa del hombre fallecido.
El 19 de marzo la condujeron a la comisaría para someterla a un interrogatorio.
Se hizo cargo de la entrevista el inspector Wood, quien, desgraciadamente,
comenzó a interrogarla sin aguardar a que estuviera presente otro oficial para
hacer un informe de la conversación. Esta sería una de las muchas
irregularidades que causarían más de un problema judicial cuando el caso se
llevó ante los tribunales.
En principio no
parecía podérsele objetar nada a Evelyn, quien ofreció una desolada visión de
su matrimonio. Sus padres se habían opuesto a que se casara con Dick, por lo
que tuvo que adoptar un nombre falso para la ceremonia, haciéndose pasar por
una viuda llamada «Evelyn White». Casi de inmediato comenzaron las discusiones
entre los recién casados, quienes se peleaban constantemente por cuestiones de
dinero, y en particular por la propiedad de la casa de Carrick Avenue,
registrada a nombre de Evelyn. Además, uno y otro cometían frecuentes
infidelidades. (De hecho, y aunque su marido lo ignoraba, Evelyn trabajaba como
prostituta.) Ella misma sugirió que probablemente John había sido amenazado por
algún marido celoso después de una de sus escapadas extra-matrimoniales.
Evelyn explicó esta
teoría aún con más detalles. El 6 de marzo -declaró- alquiló un coche para ir
de compras. Al volver a casa recibió la llamada de un gánster, quien le
comunicó que un marido furioso le había contratado para vengarse de su esposo.
El mafioso insistió en entrevistarse con Evelyn. Cuando ésta acudió a la cita,
el hombre la estaba esperando con un enorme saco que contenía el torso de su
marido. Aterrada, obedeció sus órdenes y lo condujo hasta un lugar de las
montañas, donde abandonaron los restos de John Dick.
Se trataba de una
historia absurda y completamente inconsistente. ¿Para qué iba a querer el
criminal entrevistarse con ella, en lugar de limitarse a deshacerse del cadáver
por sus propios medios? ¿Y por qué Evelyn no se había puesto en contacto con la
policía después de recibir la llamada telefónica? Y, por último, ¿no era una
increíble coincidencia que el asesino la citara precisamente el mismo día que
ella alquiló el Packard?
La policía entonces
invitó a Evelyn a enseñarles dónde habían abandonado el cadáver. En compañía
del inspector Wood y del detective sargento Preston, ella les condujo
directamente hasta Albion Falls. Después, la policía la arrestó y se la detuvo
acusada de vagancia -se trataba de un tecnicismo que les permitía mantenerla
bajo custodia hasta completar las pesquisas-.
Los detectives
localizaron el automóvil alquilado por la mujer, en cuya tapicería encontraron
algunas huellas de sangre que correspondían al grupo sanguíneo del hombre
fallecido. También encontraron un jersey azul, lleno de manchas, que Evelyn
había dejado en el coche y que encajaba con la descripción de una de las
prendas que llevaba Dick el día de la desaparición.
Se realizaron
algunos registros, tanto en casa de Evelyn como en la de sus padres. En la
primera, los detectives descubrieron el uniforme y la máquina de picar billetes
que John usaba en su trabajo de conductor de tranvías: un hallazgo
sorprendente, teniendo en cuenta que ya no vivía en aquella casa.
Donald MacLean,
padre de Evelyn, trabajaba para la misma compañía de transportes, y en su
domicilio de Rosslyn Avenue la policía encontró en un escondrijo varios
billetes usados, junto con 4.400 dólares en efectivo. Al parecer, MacLean se
había dedicado a estafar a sus jefes de modo sistemático. Durante el registro
se encontró también un par de zapatos manchados de sangre; una sierra y un
cuchillo de carnicero, que muy bien podían ser los utilizados para descuartizar
el cadáver; y un revólver del calibre 32 con el que probablemente se habían
efectuado las heridas de bala que ofrecía el torso.
Pero el
descubrimiento más siniestro tuvo lugar en Carrick Avenue, en casa de Evelyn
Dick. El 21 de marzo, en el sótano, encontraron algunas cenizas dentro de un
cesto en la entrada del garaje. Después de un atento examen se aislaron varios
fragmentos de huesos y dientes, y el forense confirmó que procedían de un
cráneo, de unas rótulas y de una mandíbula humana. No había, sin embargo,
ningún fragmento de hueso perteneciente a un torso, lo cual apoyaba la teoría
de que las cenizas eran los restos de los miembros y la cabeza de John Dick.
La atención de los
detectives se centró también en una maleta que había en el ático. Y en ella,
debajo de varias piezas de tela, encontraron una bolsa de la compra llena de
cemento. La policía lo picó cuidadosamente y halló el cadáver descompuesto de
un recién nacido, que más tarde identificarían como Peter, con un trozo de
cuerda alrededor del cuello. El anuncio de que en casa de Evelyn Dick se había
descubierto a un niño muerto causó auténtica sensación. Toda la atención de la
prensa se centró entonces en la atractiva viuda y en su amante, Bill Bohozuk, a
quien los periodistas, aludiendo a su deporte favorito, apodaron «el fornido
remero».
La policía
albergaba sentimientos contradictorios acerca de toda aquella publicidad. Por
un lado, estaban convencidos de que en Evelyn, Bohozuk y los MacLean tenían a
los culpables de ambos asesinatos. Pero, a pesar de la enorme cantidad de
pruebas circunstanciales que habían conseguido reunir, carecían de otras que
fueran irrefutables.
Pero esperaban que
fuera la misma Evelyn quien acabara desatándose. Desde la primera entrevista,
ésta se había mostrado extrañamente deseosa de hablar con la policía. Pero,
cada vez que surgía una nueva prueba, Evelyn cambiaba su versión con increíble
habilidad.
La primera
modificación se produjo el 20 de marzo, cuando a Bill Bohozuk se le sometió a
un interrogatorio; entonces, Evelyn Dick, voluntariamente, proporcionó la
información de que entre él y su marido existía una profunda enemistad. Y
declaró que su amante le había pedido prestados 200 dólares para contratar a un
asesino.
Después de la
aparición de las cenizas, volvió a modificar su relato y dijo que era el
asesino a sueldo quien había alquilado el Packard, en el que llevó hasta su
propia casa las ropas de John. También admitió que el cadáver del pequeño era
el de su hijo, pero culpó a Bohozuk de su muerte, y dijo que éste se lo había
llevado después de que ella saliera de la clínica de maternidad «para
estrangularlo rodeándole el cuello con una manta».
La última versión
de los hechos la dio Evelyn el 12 de abril. Entonces negó que existiera ningún
asesino a sueldo e insistió en que fue su amante el autor de los crímenes,
mientras que ella se limitaba a observarle. Enseguida se dio paso a una nueva
reconstrucción del asesinato. Evelyn condujo a la policía hasta un polvoriento
y solitario camino situado en medio de las montañas. Allí -declaró- Bohozuk
disparó tres veces contra su esposo, alcanzándole en el ojo derecho, en la nuca
y en el pecho.
Evelyn involucró
también en el crimen a su padre, quien según ella le prestó a Bohozuk el arma
asesina. Le acusó además de haber quemado los miembros de su marido en la
estufa de Rosslyn Avenue. Inmediatamente la policía acusó a los padres de
Evelyn y a Bohozuk -aparte, por supuesto, de a la propia Evelyn- del asesinato
de John Dick. Y contra la señora Dick y contra su amante se formularía además
el cargo de asesinato del pequeño Peter.
*****
El asesinato de
Peter
El niño asesinado
que la policía encontró dentro de una maleta, era Peter MacLean, el tercero de
los hijos de Evelyn Dick. Durante el embarazo ésta se «inventó» un marido,
Norman J. White, a su vez padre del niño, y continuó con aquella ficción las
otras dos ocasiones. Cuando nació Peter, el 5 de septiembre de 1941, Evelyn
vivía en Rosslyn Avenue con sus padres, a quienes la idea de un tercer nieto no
agradaba demasiado. Donald MacLean se negó a acogerlo en su casa, por lo que
Evelyn accedió a entregarlo en adopción a través de la Asociación de Ayuda
Infantil. Después del 15 de septiembre, fecha en que la madre salió del
hospital, nunca más se volvió a ver a la criatura.
*****
ANTE EL TRIBUNAL –
Un espectáculo increíble
Miles de personas
hicieron largas colas para contemplar a la bella asesina autora de hechos tan
«antinaturales»: no sólo había descuartizado el cadáver de su marido, sino que,
después de matar a sangre fría a su hijo recién nacido, lo enterró en un saco de
cemento.
El juicio por el
asesinato de John Dick se celebró en Ontario durante las sesiones judiciales de
otoño. La fiscalía decidió juzgar por separado a Evelyn, Bohozuk y MacLean; el
juicio de la primera, presidido por el juez Barlow, se inició en Hamilton el 7
de octubre. Timothy Rigney representaba a la acusación, mientras que John
Sullivan se encargaba de la defensa.
El proceso atrajo
desde el principio un enorme interés por parte del público. Una multitud
formada por trescientos espectadores se apiñaba delante de la cárcel para ver a
la acusada cuando ésta salía hacia el juzgado, mientras que en la sala llegaron
a reunirse unas mil personas. También la prensa se sentía fascinada por el
asunto. Aquella elegante morena siempre ofrecía un tema del que hablar y, desde
su primera aparición ante el tribunal, vestida con «un sombrerito negro y un
abrigo de piel gris», los comentarios acerca de los modelos que exhibía se
convirtieron en ingrediente habitual de los reportajes de la prensa.
En cuanto el ritmo
del juicio parecía disminuir, la atención de los periodistas se centraba en
Evelyn. Estos daban cuenta del peso que había ganado mientras estaba detenida,
de cómo jugueteaba nerviosamente con los zapatos nuevos, mientras se
presentaban las pruebas de la camisa ensangrentada de su marido; o hacían
comentarios sobre las interminables notas que tomaba y los constantes
garabatos.
También los
guardias que la acompañaban fueron exhaustivamente entrevistados. Uno de ellos
contó a los periodistas que «se pasaba todo el día canturreando y sonriendo,
como si no tuviera nada de qué preocuparse»; y otro mencionó el hecho de que no
paraba de pedir revistas: «Ya sabe, historias de amor… montones de ellas.»
Evelyn, por su parte, parecía encantada con tanta publicidad y les preguntaba a
los reporteros si en las últimas ediciones de los periódicos aparecería alguna
fotografía suya.
Sin embargo, y
mientras la policía se afanaba en encontrar alguna prueba en apoyo de las
declaraciones de la acusada, la mayor parte del juicio se desarrollaba en medio
de la más absoluta rutina: se subrayaron los detalles referentes a los últimos
movimientos de Dick; se confirmó la existencia de rastros de sangre en el
Packard alquilado; y se escucharon los comentarios del forense acerca del descuartizamiento
y la posible causa de la muerte. El único episodio realmente dramático tuvo
lugar durante el tercer día del juicio, cuando Alexandra MacLean subió al
estrado para prestar testimonio contra su propia hija.
La señora MacLean
empezó por describir el maltrecho estado del matrimonio de John y Evelyn. Ella
se había opuesto con todas sus fuerzas a que se casaran y sus temores pronto se
vieron justificados. John estaba siempre sin blanca y se pasaba el día dándole
sablazos a su mujer. Cuando se mencionó el nombre de Bohozuk, la señora MacLean
declaró que éste había amenazando a Dick por teléfono en varias ocasiones.
Al interrogarla
acerca del día del asesinato, la testigo confirmó que Evelyn había salido de
casa alrededor de las seis de la tarde en un coche grande de color negro. Pero
cuando le preguntó a su hija qué hacía con el Packard, ella le contestó que se
metiera en sus asuntos.
Pero el testimonio
más perjudicial proporcionado por la señora McLean era el relato de lo ocurrido
el 8 de marzo, cuando fue a buscar a Heather, la hija pequeña de Evelyn, para
visitar a su padre, John, en el trabajo. El viaje resultó en balde, porque John
Dick no ocupaba su habitual asiento en el tranvía; cuando le mencionó el asunto
a su hija, ésta le contestó: «No volverás a verle nunca más» y, ante la
sorpresa de su madre, añadió: «Sí, John Dick está muerto; y tú, mantén la boca
cerrada.»
El otro factor de
vital importancia para el resultado final del juicio fue el testimonio prestado
por la propia acusada ante la policía. Entre el 11 y el 14 de octubre el juez
Barlow celebró varias sesiones a puerta cerrada para decidir si admitía o no
las declaraciones efectuadas ante los inspectores Wood y Preston.
Finalmente, su
opinión se decantó en favor del fiscal; y, cuando el jurado volvió a ocupar su
puesto en la sala, tuvo la oportunidad de oír las declaraciones de Evelyn
repetidas ante el tribunal. Entretanto, ésta parecía felizmente ignorante del
alcance de todos aquellos debates jurídicos. El 13 de octubre cumplía veintiséis
años y recibió un montón de cartas y de regalos. Un felicitante anónimo llegó a
enviarle incluso un llamativo ramo de claveles rojos y blancos.
El miércoles 16 de
octubre el juicio se dio por terminado y no tardó ni horas en emitir el
veredicto de «culpable» al que acompañaba una petición de indulto. El juez
agradeció a todos los miembros los esfuerzos realizados, haciendo notar que
«con estas pruebas no creo que hubieran podido ustedes emitir un veredicto
diferente». Y sentenció a la acusada a la horca, fijando la fecha para la
ejecución el 7 de enero del 1947. Evelyn no perdió la calma y se limitó a dejar
constancia que deseaba presentar una apelación.
Los reportajes de
la prensa se hicieron entonces aún más sensacionalistas. Durante el juicio habían
existido considerables restricciones, puesto que Bohozuk y MacLean se
encontraba a la espera de ser procesados. Pero ahora la atención de la prensa
podía centrarse libremente en la condenada a muerte. Así pues, se realizaron
reportajes en los que la madre, aneganda en lágrimas, admitió que «es verdad
que puede haber sido perversa, pero se trata de mi hija… de mi única hija; y la
adoro».
La prensa se ocupó
también detenidamente de los detalles más «sabrosos» del pasado de Evelyn e
hizo hincapié en las terribles condiciones de la celda para condenados a muerte
que la aguardaba. Pero no hubo una sola queja en tomo al veredicto: todo el
mundo pensaba que se había hecho justicia.
La vista de la
apelación se celebró el 9 de enero, mientras que la fecha de la ejecución se
posponía para un mes después. En esta ocasión, la condenada estaba representada
por J.J Robinette, un prestigioso criminalista de Toronto, quien siguió dos
líneas fundamentales de argumentación.
En primer lugar
intentó explotar el tema de la existencia de varios juicios distintos, indicado
que las pruebas señalaban a MacLean como asesino y a Evelyn como cómplice del
mismo. Por lo que -aducía- deberían haber sido excluidas del juicio pruebas
tales como el revólver o los zapatos ensangrentados. Robinette recusó también
la admisión de las confesiones realizadas por Evelyn ante la policía, alegando
que no se le habían hecho las advertencias oportunas. El tribunal aceptó estos
dos argumentos y ordenó la celebración de un nuevo juicio.
Dicha decisión
constituyó un cambio crucial en el asunto y, como una fila de fichas de dominó
que al caer se empujan unas a otras, cada uno de los cuatro juicios restantes
resultó afectado por ella de forma evidente. Un mes más tarde se volvió a
examinar la acusación formulada contra Evelyn Dick, pero, lógicamente, por
entonces había desaparecido todo apasionamiento. Mientras se citaba a los
testigos para que nuevamente prestaran declaración, El Globe and Mail
comentaba: «Ya no se trata de un intenso drama, sino de una simple rutina.» Sin
las declaraciones de Evelyn, de funestas consecuencias, el peso de las pruebas
circunstanciales no era suficiente para convencer al jurado, quien emitió el
veredicto de «inocente».
Evelyn se negó a
prestar testimonio en contra de su ex amante y de su padre, lo cual disminuía
la importancia de la acusación formulada contra ambos por la fiscalía. Al final
se acabaron retirando los cargos contra Bohozuk, mientras que MacLean, gracias
a las hábiles negociaciones realizadas por su abogado, fue declarado cómplice
de los hechos una vez consumados éstos y se le sentenció a cinco años de
prisión.
El hecho de que a
Evelyn se la condenara a cadena perpetua después de haber sido declarada
culpable del homicidio voluntario de su propio hijo, quizás ayudara a aplacar
algunas críticas. Pero había mucha gente que opinaba que el brutal asesinato de
John Dick había quedado impune.
*****
Matrimonio
fracasado
Evelyn Dick, por el
contrario, se llevaba «demasiado bien» con las autoridades. Su aparente deseo
de cooperar y sus versátiles cambios sirvieron para entorpecer con eficacia la
labor de la acusación. Como ella misma le dijo a su madre «le voy a contar a la
policía tantas historias diferentes que no van a saber por dónde tirar».
El abogado defensor
de Evelyn preparó una serie de pruebas psiquiátricas para explicar las razones
de su comportamiento. En su informe, el doctor Robert Finlayson testificó ante
el tribunal que se trataba de una mujer retrasada. Su coeficiente intelectual
la situaba en los limites entre «torpe» y «retrasada mental». Además, su
personalidad mostraba ciertos signos de desorden psicosomático.
Su escasa
inteligencia podía estar relaciona con la falta de emoción que demostraba. Por
ejemplo, la policía se percató de que Evelyn Dick jamás ofreció signos de
culpabilidad o de remordimiento cuando la atraparon contando una mentira. Del
mismo modo, muchos observadores comentaron sus impasibles reacciones a lo largo
del juicio y cómo, incluso cuando se abordaban los aspectos mas siniestros del
asunto, no dejaba de hacer garabatos en un papel.
Y no era
precisamente que tratara de ocultar sus emociones en público, porque todo
aquello también se podía aplicar a la actitud mostrada en la intimidad ante los
asesinatos. Al principio, Evelyn explicó que la precaución con la que había
actuado estaba motivada por el miedo. Declaró que se había callado y no había
mostrado su disconformidad con los crímenes asustada por las amenazas de
Bohozuk y de sus amigos mafiosos de Windsor; y ello a pesar de que los
detectives probaron que todas aquellas historias no eran más que una invención.
Pero el ejemplo más siniestro de su falta de sensibilidad fue su comportamiento
con su hijo. Tanto la policía como el público se estremecieron ante la idea de
una mujer capaz de vivir dieciocho meses en su casa sabiendo que su hijo se
encontraba en el ático muerto.
Evelyn era hija
única, y sus padres intentaron mantenerla al margen de sus compañeras de
colegio. Probablemente deseaban proteger a la niña contra el duro mundo
exterior. Evelyn estaba muy mimada y fue incapaz de entablar relaciones con
nadie. Después de la condena, quienes la conocían desde la escuela comentaron a
los reporteros que «a Evelyn le hubiera gustado ser amiga de todo el mundo, y
no podía entender por qué tanta gente procuraba evitarla».
Evelyn Dick fracasó
al intentar hacerse popular despilfarrando enormes cantidades de dinero en
obsequio para los conocidos, lo cuál aumentó su confusión e hirió aún más sus
sentimientos. Después de todo, al personal masculino de Hamilton no parecía
disgustarle el pagarle algún dinero a cambio de su afecto. Quizá fue el deseo
de salir de este círculo vicioso lo que la llevó a casarse con un conductor de
autobús. Y en este caso cometió un error de incalculables conclusiones.
*****
El nombre falso de
Evelyn
Los informes del
hospital revelaban que un tal «Norman J. White, teniente de la Armada Real
Canadiense», era el padre de los tres hijos de Evelyn -uno de los abogados, en tono
jocoso, comentó que aquella era la parte más consistente de todo el testimonio
ofrecido por Evelyn-; y ésta, haciéndose pasar por viuda, utilizó dicho nombre
para casarse con Dick. Las investigaciones de la policía pronto demostraron que
el teniente solamente había existido en la imaginación de Evelyn.
El propósito de
aquel engaño era doble. Por un lado, proporcionaba a sus hijos ilegítimos un
origen respetable. Y, además, la existencia de un «esposo ausente»,
supuestamente en el servicio activo, podía explicar los abundantes ingresos de
Evelyn. En realidad, aquel dinero procedía de los numerosos acompañantes
masculinos con que ésta contaba, muchos de los cuales eran relevantes
ciudadanos cuya identidad fue cuidadosamente mantenida en secreto por el
tribunal. John Dick no sabía nada de toda aquella historia y probablemente el
enterarse del engaño no supuso ninguna ayuda para su matrimonio, ya de por sí
bastante maltrecho.
*****
Conclusiones
Evelyn Dick pasó
once años en la penitenciaría de Kingston por el delito cometido. Allí
consiguió mantener excelentes relaciones tanto con la autoridades
penitenciarias, como con sus compañeras de prisión, y obtuvo cierto éxito en
una de las representaciones de Navidad haciendo el papel de Ángel. En 1958
consiguió la libertad bajo palabra.
Alexandra MacLean
abandonó Hamilton en compañía de Heather, la hija de Evelyn. Lógicamente
intentaba escapar de las curiosas miradas de los vecinos y empezar una nueva
vida.
Probablemente
Donald MacLean fue el personaje involucrado en aquel asunto que salió más
perjudicado. Después de ser condenado por el caso Dick, se pronunció contra él
otra sentencia de cinco años, acusado de robo contra la compañía de transportes
para la que trabajaba. En 1951, al salir en libertad, el futuro parecía
bastante negro. Enfermo, arruinado y separado de su esposa, pasó los últimos
años de su vida como vigilante de un aparcamiento. Falleció en 1955.
*****
Fechas clave
16/3/46 – Se
encuentra un torso enterrado en medio de un bosque.
17/3/46 – Aparece
una camisa ensangrentada en un lugar cercano.
19/3/46 – La
policía interroga a Evelyn Dick.
21/03/46 – En casa
de Evelyn se descubre el cadáver de un recién nacido y varios restos de huesos
humanos.
12/04/46 – Evelyn
Dick incrimina a Bohozuk y a su propio padre en el asesinato de John Dick.
07/10/46 – Comienza
el juicio contra Evelyn Dick por el asesinato de su marido.
13/10/46 –
Veintiséis cumpleaños de Evelyn Dick.
16/10/46 – Se
declara culpable a Evelyn Dick y la condenan a la horca.
09/01/47 – Vista de
la apelación. El tribunal ordena la celebración de un nuevo juicio: se la
declara inocente.