TOMADO DEL BLOG: ESCRITO CON SANGRE
“Una voz decía dentro de mí: 'mata al bebé', una y otra
vez”. - Christine Falling
Christine Laverne
Slaughter nació el 12 de marzo de 1963 en Perry, Florida (Estados Unidos). Fue
hija de una chica llamada Ann, de 16 años de edad, y de Thomas Slaughter, un
hombre de 65 años. Christine era la segunda hija de Ann. Su hermana Carol nació
un año y medio antes. Desde el principio, la vida de Christine fue un reto. Su
madre Ann a menudo se ausentaba durante meses. Cuando volvía a casa, siempre
estaba embarazada. Durante los dos años siguientes después del nacimiento de
Christine, Ann concibió dos hijos más, Michael y Earl. De todos los niños,
Thomas Slaughter sólo reconoció a Earl como su hijo biológico. Los Slaughter
eran muy pobres, al igual que la mayoría de las personas que vivían en Perry.
Durante las ausencias de Ann, Thomas se preocupaba por los niños, llevándolos a
los bosques en los que trabajaba. Pero después de que Thomas sufriera un
accidente de trabajo mientras cortaba leña, Ann se vio obligada a quedarse con
su familia. Después de que los niños a menudo eran rotados con los miembros de
la familia para que los cuidasen, Ann los abandonó de manera definitiva,
dejándolos en un banco de un centro comercial de Perry.
Tras pasar un
tiempo en un orfanatorio, una pareja se fijó en ellos. Dolly Falling quería ser
madre, pero era incapaz de tener hijos. Su marido Jesse estaba obsesionado con
tener niños y decidieron adoptar a Carol y Christine, quienes cambiaron su
apellido a Falling. Al principio, las pequeñas disfrutaron de una atmósfera
amorosa en la casa de los Falling, pero, según iban haciéndose mayores, se
desarrolló un amargo resentimiento surgido entre los padres y las hijas. La
vida de las dos niñas en el hogar de los Falling era inestable. Christine era
epiléptica y sufría de convulsiones. También tenía severos problemas de
aprendizaje y un desarrollo físico anormal. Era poco atractiva, obesa y tenía
una mirada vacía. Se produjeron discusiones fuertes, algunas tan duras que tuvo
que intervenir la policía. Desesperados, los Falling enviaron a Christine, de
nueve años, y a Carol, de once, al centro de Great Oaks Village en Orlando,
donde aprenderían a comportarse. Un año más tarde, las chicas volvieron junto a
sus padres, sin presentar mejoría en el aspecto emocional. Las peleas
continuaban. Las jóvenes se fueron de casa. Carol encontró un trabajo, mientras
que Christine volvió con su madre natural. Desde temprana edad, Christine
demostró rasgos de personalidad que eran preocupantes. Padecía graves ataques
de ira y comportamiento antisocial. Por ejemplo, desarrolló una fascinación por
torturar gatos. Gozaba estrangulándolos y a veces los dejaba caer desde muy
alto, para comprobar si en efecto tenían nueve vidas. Disfrutaba del esfuerzo
del animal por salvarse y del sonido de sus cuerpos al estrellarse contra el
suelo, reventando. Una y otra vez hizo lo mismo.
Jesse Falling fue
detenido dos veces por abusar sexualmente de Carol. La primera ocasión terminó
con un jurado en desacuerdo y la segunda vez, Dolly Falling retiró los cargos.
En 1977, Christine, de 14 años de edad, quien ahora pesaba más de cien kilos, se
casó con un chico que apenas conocía y que era su hermanastro. El matrimonio se
convirtió en un maratón de peleas de seis semanas. La pareja se separó. Después
de que su matrimonio fracasó, Christine desarrolló una compulsión por ir a la
sala de emergencias del hospital. Cada vez se quejaba de diferentes
enfermedades que los médicos no lograban diagnosticar. Una vez que fue a
quejarse de un sangrado, lo que resultó ser su período menstrual regular. Otra
vez afirmó que una serpiente la había mordido, lo cual era mentira. Durante dos
años, fue al hospital más de cincuenta veces. La necesidad de atención de
Christine se había trasladado a recibir atención en el hospital. Estaba
desarrollando el síndrome de Munchausen, un trastorno en el que los afectados
buscan la atención exagerada y exclusiva del personal médico, presentando
síntomas exagerados de enfermedades o heridas autoinfligidas.
Al dejarla su
marido, Christine se vio obligada a mantenerse sin ayuda. Estaba obesa, era
semianalfabeta y no tenía potencial intelectual. Sólo había un área en la que
Christine parecía tener una habilidad natural: adoraba a los niños y le
encantaba cuidar de ellos. Con el tiempo, se convirtió en una niñera
profesional. Los padres confiaban en ella y ella disfrutaba al estar con los
niños. O al menos eso parecía. El 25 de febrero de 1980, Christine estaba
cuidando de Cassidy Mae Johnson, una niña de dos años, a la que todo el mundo
llamaba “Muffin”. La pequeña había disfrutado de una perfecta salud hasta que
ocurrió algo terrible. Sin aviso alguno, según Christine, la pequeña perdió el
conocimiento. La niña fue trasladada a la consulta de su pediatra. Al
principio, el médico pensó que podría ser una encefalitis, una inflamación del
cerebro causada por una infección. Sin embargo, sospechaba de un golpe que
encontró en la cabeza de “Muffin”. Christine le explicó que la niña, poco antes
de perder el conocimiento, se había caído de la cuna.
El doctor trasladó
a la niña al Centro Médico Regional Memorial de Tallahassee. Christine llevó a
“Muffin” en sus brazos de camino al hospital. De vez en cuando, la bebé
lloraba. Durante dos días, la pequeña luchó entre la vida y la muerte. Al
tercer día, murió. La autopsia indicó que había sufrido un pequeño golpe en la
cabeza, como había mencionado Christine anteriormente. Fue una de esas
tragedias inexplicables. Nadie estaba más afectada y triste que Christine
Falling. Sin embargo, uno de los médicos no estaba de acuerdo y sospechaba que
el bebé no había muerto de causas naturales. Sugirió que la policía debería
hablar con Christine, pero los investigadores hicieron caso omiso. Poco después
del incidente, Christine se trasladó a Lakeland, Florida (Estados Unidos).
Un año más tarde,
le pidieron a Christine que cuidara al niño de un familiar lejano, Jeffrey
Davis, un pequeño de cuatro años de Lakeland, Florida (Estados Unidos). Según
Christine, el pequeño Jeffrey estaba durmiendo felizmente cuando se dio cuenta
de que el niño había dejado de respirar. Una autopsia indicó que la causa de la
muerte fue miocarditis.
Aunque parezca
increíble, tres días más tarde Christine estaba cuidando del pequeño Joseph
Spring, de dos años. Sus padres estaban en el funeral de Jeffrey Davis. El niño
no sobrevivió a su siesta. Una vez más, la causa de la muerte se atribuyó a
miocarditis, una inflamación del tejido muscular del corazón. Un extraño
fenómeno tuvo lugar entre los familiares y amigos de Christine. La propia
Christine perpetuaba los rumores. Habían muerto tres niños en menos de un año
sin explicaciones concretas. Cada vez que eso ocurría, la niñera era Christine.
¿Era portadora de alguna enfermedad contagiosa? Christine les comentaba a sus
amigos que a lo mejor estaba poseída por alguna maldición. Pero todos
intervenían para calmar a la torpe Christine, diciéndole que eran coincidencias
desafortunadas.
Christine decidió
hacer algo diferente que no tuviera que ver con niños. Aceptó un puesto de ama
de llaves en la casa de William Swindle, un anciano de 77 años. El primer día
de trabajo, Swindle murió. Nadie culpó a Christine. Después de todo, Swindle era
un hombre mayor. En el verano de 1981, Christine volvió a su primera pasión,
niñera. Acompañó a Geneva Daniels y a su hija de ocho meses, Jennifer, al
doctor. Tenían que vacunar a la bebé.
La pequeña Jennifer
lloró tras recibir las vacunas. Al volver a casa, la señora Daniels paró a
comprar pañales en el supermercado, dejando a Christine y a la bebé en el auto.
Cuando la señora Daniels volvió, Jennifer estaba muerta. Christine le explicó
que todo había ocurrido en una décima de segundo. En un momento Jennifer estaba
viva y pataleando, y un minuto después había parado de respirar. Llevaron a la
niña rápidamente al hospital, pero todos los intentos por resucitarla
fracasaron. La muerte se atribuyó al Síndrome de Muerte Súbita Infantil.
A pesar del reguero
de muertes que parecía seguirla, Christine consiguió un novio. Vivía en una
casa rodante de Blountstown con el chico. El 2 de julio de 1982, Lisa Coleman
dejó a su hijo Travis, de diez meses de edad, en la casa de Christine para que
pasara la noche. Christine declaró que Travis Coleman estaba bien durante la
noche, pero que cuando ella se despertó el bebé estaba muerto. Una autopsia
reveló que la muerte se había producido por falta de oxígeno, pero se
desconocía cómo y por qué se interrumpió la entrada del mismo. Sin embargo, se
descubrió que el niño tenía heridas internas, indicando que había sido
asfixiado.
Era demasiado.
Cinco niños y un adulto en menos de dos años y medio. Christine tenía un
promedio de una muerte cada seis meses. Ahora las sospechas se centraban
únicamente en la niñera. Se le internó en un hospital, donde fue examinada por
un psiquiatra. Mientras permanecía internada, se le acusó formalmente de tres
casos de asesinato en primer grado.
Christine confesó
algunos de los asesinatos. Dijo: "No sé por qué lo hice, no me gustaba. Ya
sabes, parecía sencillo, pero no lo era. Le puse una mantita sobre su cara. Una
voz me decía dentro de mí: 'mata al bebé', una y otra vez. Después me daba cuenta
de lo que había pasado".
Para evitar la pena
de muerte en el Estado de Florida, Christine Falling hizo un trato y se le
permitió declararse culpable del asesinato de Cassidy Johnson, Jennifer Daniels
y Travis Coleman. Fue sentenciada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad
condicional en 25 años.
Dijo a los
detectives que había aprendido cómo matar mirando programas de televisión. En
una confesión grabada, describió los motivos de cada crimen. Según Falling,
“Cassidy Johnson fue suprimida porque era muy ruidosa. Jeffrey Davis me volvía
loca o algo así. Yo ya estaba loca por la mañana. Yo sólo lo saqué y comencé a
ahogarlo hasta que estaba muerto.
“Joe dormía la siesta cuando no supe qué pasó.
Recibí el impulso y quise matarlo, Mi sobrina Jennifer murió porque lloraba
continuamente y llorando y llorando me volvía loca, así que sólo tuve que poner
mis manos alrededor de su cuello y la estrangulé hasta que ella se calló.
Travis Coleman sólo estaba durmiendo cuando lo maté. Una voz decía dentro de
mí: 'mata al bebé', una y otra vez”.
El 17 de septiembre
de 1982, Christine Falling se declaró culpable de asesinato y recibió dos
cadenas perpetuas.
Después de algunos
años de prisión, admitió haber estrangulado también al anciano William Swindle,
aunque no especificó sus motivaciones para ello.
En 2006, Christine
Falling solicitó libertad condicional y se le negó. Su próxima audiencia se
fijó para septiembre de 2017.
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