Tomado del blog: Escrito con Sangre
Cibell Naime Yordi
nació el 24 de enero de 1976, en la ciudad de Caracas (Venezuela). Fue hija de
Shauki Naime y Salam Yordi de Naime. Su familia residía en Prados del Este, una
urbanización de clase media alta enclavada en los cerros que flanquean al valle
de Caracas por el sureste, donde la mayoría de sus calles son cerradas o
privadas. Cuando fue construida a mediados del siglo XX, se promocionaba como
una idílica campiña a sólo diez minutos de la bulliciosa ciudad; hoy en día
está rodeada por complejos industriales, centros comerciales y barriadas
populares, aunque continúa aislada. Sus calles tienen nombres que aluden a
santos o a la naturaleza, y en cada una de sus parcelas se erigen enormes construcciones
de diversos estilos arquitectónicos. En una de aquellas casas residía la
familia Naime Yordi, cuyos miembros se regían por los ritos y tradiciones del
drusismo, uno de los dieciocho grupos confesionales que conviven en el Líbano,
su país de origen. El jefe de la familia era el médico obstetra Shauki Naime,
quien prestaba servicios en la clínica Santa Sofía y era uno de los principales
accionistas de la firma Digital Médica.
El doctor Naime
siempre manejó la crianza y educación de sus hijos con extrema severidad y no
dudaba en utilizar los golpes si los consideraba necesarios. Su hija Cibell era
plenamente consciente de aquello. En 1994, a sus dieciocho años, era una chica
menuda, de tez morena y hermosos ojos negros, destinada por sus padres a
contraer nupcias con un joven de fe drusa, de acuerdo a las costumbres que
rigen en el Líbano. Quienes la conocieron la recordarían como una persona
emocionalmente inestable y temerosa, que sin embargo no dudaba en meterse en
problemas; problemas que generaban la ira de su padre y atraían sobre ella
terribles castigos. A la edad en que muchos jóvenes estudiaban los primeros
semestres universitarios, Cibell aún cursaba un combinado de tercero y cuarto
del bachillerato por parasistema. El doctor Shauki y su esposa Salam esperaban
que su hija culminara la educación media para llevarla al Líbano a cumplir con
el contrato matrimonial; sin embargo, el destino les tenía preparado otro
sendero.
En 1992, un joven
llamado Miguel Tauil Musso se graduó como abogado; tenía 28 años. Quizás por
cumplir con alguna tradición familiar escogió cursar la misma carrera de su
padre, pero al egresar de la universidad optó por dedicarse a la cría y venta
de animales de raza. El centro de operaciones de su pequeña empresa era la casa
en la que aún vivía con sus progenitores. Miguel contaba con un socio, su joven
amigo de 19 años Juan Carlos González, estudiante del primer año de Farmacia de
la Universidad Santa María; se promocionaban por medio de avisos de prensa y en
muchos casos llevaban las mascotas a domicilio.
A finales de
noviembre de 1994, Cibell leyó un anuncio en un periódico, donde se ofrecían
gatos de angora en venta. Llamó para averiguar precios, se interesó y decidió
comprar uno de los felinos. La tarde del 6 de diciembre de 1994, Miguel Tauil
estacionó su automóvil a la entrada del Colegio Minerva de Prados del Este,
instituto que impartía educación secundaria para adultos; antes de abrir la
portezuela miró por el espejo retrovisor, tomó con mucho cuidado una cesta en
la que traía un cachorro de gato de angora, verificó el nombre de la persona a
quien debía ver en aquella escuela y descendió del vehículo. Apenas verlo con
el gato en las manos, una chica salió a su encuentro y se presentó; dijo
llamarse Cibell, la persona que lo contactó telefónicamente. La transacción
había sido acordada en 20,000 bolívares, monto que ella cubrió con un cheque.
Miguel Tauil le entregó el animal, se metió el cheque en el bolsillo de la camisa
y abordó el carro. Antes de partir, pudo ver el rostro radiante de Cibell
mientras jugueteaba con el gatito. A su alrededor, otros estudiantes dialogaban
animadamente. Miguel Tauil no podía imaginar que gracias a aquella transacción,
sólo le quedaba una semana de vida.
La tarde que Cibell
llegó a su casa con el gato, la chica estaba bastante nerviosa; sabía que sus
padres le preguntarían por el animal, así que decidió mentirles diciéndoles que
una amiga se lo había regalado. Un escalofrío de terror recorrió su espina dorsal
cuando vio la dura mirada de desconfianza que le devolvió su padre, quien no se
tragó aquella historia. El temor de la chica estaba bien fundamentado, pues en
el afán de poseer la mascota había cometido una terrible falta: como no tenía
dinero para pagar el precio del gato, sustrajo uno de los cheques del doctor
Naime y falsificó su firma. Si el asunto se descubría, como era de prever, a
Cibell Naime no le esperaba nada bueno. Esa noche, la chica se encerró en su
cuarto con el pequeño animalito. Meticuloso y ordenado como era, Shauki Naime
procuraba llevar un riguroso control de sus papeles. Fue así como cayó en
cuenta que parecía faltarle un cheque. Revisó los talonarios y comprobantes y
confirmó que de una de sus chequeras del Banco Unión alguien había sustraído un
cheque; de inmediato reunió a la familia e interrogó a cada uno de sus hijos,
pero todos negaron saber algo; sin embargo, por la expresión de Cibell, el
médico comenzó a sospechar de ella.
La muchacha estaba
aterrada, sabía que su padre investigaría que había pasado y al enterarse le
propinaría una tremenda paliza. Sus castigos eran legendarios; en una ocasión,
sólo por haber engordado unos kilos la hizo hincarse de rodillas toda una
noche; ¿qué podía esperar entonces por robarle un cheque, falsificar su firma y
mentirle? Decidió que llamaría a Miguel Tauil para pedir que le devolviera el
cheque, con la excusa de llevarle el dinero en efectivo; pero era demasiado
tarde, pues ya lo había cobrado. Le pidió entonces que le reembolsara el dinero
y el hombre se negó. La chica no sabía qué hacer; por irresponsable enfrentaba
un gran problema y muy pronto reaccionaría como una fiera que asustada y
furiosa se ve de pronto cogida en una trampa. Esa semana llamó a Tauil varias
veces; primero exigió, luego pidió y finalmente suplicó la devolución del
dinero. Todo fue en vano, el vendedor de mascotas se negó siempre. Cibell
insistió hasta que supo que no había nada que hacer ante la firmeza de aquel
hombre. Fue cuando su alterada mente comenzó a fraguar el macabro plan que la
haría tristemente célebre. El martes 13 de diciembre de 1994, la mala suerte
para las familias Tauil y González llegó a bordo de un taxi. En la mañana de
ese día, alguien que dijo llamarse Adriana se comunicó al número de los Tauil y
pidió hablar con Miguel. La mujer mostró interés por una pareja de perros
salchichas que el vendedor ofrecía en los avisos clasificados; propuso que se
vieran a las 14:00 horas en una panadería cercana al centro comercial Plaza Las
Américas de El Cafetal, pero Miguel le sugirió que mejor subiera hasta su casa
en Los Naranjos y así podría escoger las mascotas que quisiera. A la mujer le
pareció bien y acordó estar allá en la tarde. Cuando colgó el teléfono, Cibell
tenía un ligero rubor en las mejillas. Hizo un gran esfuerzo para fingir la voz
y al parecer la treta dio resultado; sin embargo había tenido que hacer una
ligera modificación de su plan: ahora, a petición del vendedor de mascotas,
tendría que llegar hasta su propia casa para conversar con él, pero no
importaba, lo que realmente le interesaba era tener la oportunidad de hablarle
personalmente y pedirle por última vez que le devolviera los veinte mil
bolívares. Estaba segura de que si lograba el reembolso, podría disminuir la
furia de su padre. Ese día no podía fallar, así que para asegurar el éxito
llevaría consigo una pistola calibre 7.65 que el doctor Shauki guardaba en el
armario. Si Miguel se negaba, lo amedrentaría con el arma. A la hora acordada,
el taxi la dejó en la entrada de la urbanización Los Naranjos.
La señora
Mirtelina Musso de Tauil, madre de Miguel, siempre recordaría a la persona que
llegó a su casa la tarde del 13 de diciembre como “una jovencita de modales
bruscos”, que apenas entrar preguntó por su hijo. Ella le dijo que Miguel
estaba en su habitación y que pronto bajaría a verla. Le ofreció una taza de
café que la chica tomó a sorbos lentos, mientras miraba en derredor. El timbre
de la Quinta Taumus volvió a sonar. Esta vez era Juan Carlos, el socio de su
hijo. Mientras el joven saludaba, Cibell repasaba mentalmente lo que iba a
decir; sabía que Miguel la reconocería al verla y entonces tendría que inventar
una excusa que le sirviera para justificar su presencia y además le permitiera
sacarlo de la casa a otro sitio: allí con su madre no podía actuar. Al bajar
Miguel, le dijo que la persona que estaba interesada en los perros era una tía
de ella, quien esperaba en su auto a la entrada de la urbanización, pues al no
ser de la zona los funcionarios de la garita de vigilancia no le permitieron el
paso. Miguel y el recién llegado Juan Carlos se ofrecieron amablemente a ir a
buscar a la señora. Fue la peor decisión que pudieron tomar en su vida.
La propia Cibell
Naime relataría lo que ocurrió: “Esa tarde llegué en un taxi a Los Naranjos, me
bajé frente a la garita de seguridad donde habían cuatro vigilantes e hice el
trayecto a pie hasta la Quinta Taumus. Allá fui recibida por la mamá de Miguel,
quien me dio a tomar café. A los muchachos les inventé que una tía mía esperaba
en la garita de vigilancia; así que salimos a buscarla en la camioneta Toyota
Samurai de Miguel, yo me senté en el asiento posterior y antes de llegar a la
entrada de la urbanización volví a pedir que me devolvieran el dinero. Como
Miguel se negó, saqué la pistola que traje de casa para asustarlo y obligarlo a
que me diera la plata. Entonces se produjo un forcejeo dentro de la camioneta,
fue cuando le disparé a la cabeza. Cuando vi lo que había hecho me volteé hacia
Juan Carlos que me miraba aterrado y le dije: ‘Perdóname, discúlpame, yo no soy
mala, pero no te puedo dejar vivo porque tú viste todo’. Entonces lo maté.
Asustada, me bajé de la Samurai y caminé hacia la salida. Aproveché que un taxi
venía pasando, lo abordé y así salí de la zona”. Al día siguiente, el caso era
reseñado por la prensa como “El doble crimen de Los Naranjos” y era uno de los
tantos hechos sangrientos dentro de la ola de asesinatos que estremecía a la
ciudad en esa época. Al principio la información era confusa, se decía que una
banda capitaneada por una mujer trigueña había secuestrado a los dos hombres
con la intención de asaltar sus viviendas; al negarse estos, los habían matado
fríamente. Se planteó también la posibilidad de una venganza, tomando en cuenta
que Miguel Tauil era abogado; del caso se encargó la División contra Homicidios
de la Policía Técnica Judicial a cargo del comisario Leonardo Díaz Paruta.
Comenzó una serie de detenciones preventivas y se citó a los principales testigos:
la madre de Miguel Tauil y los cuatro vigilantes que habían visto entrar y
salir a la mujer. La policía elaboró un retrato hablado que enseguida se mandó
a la prensa y al no conseguir pistas sólidas, la investigación se enfocó en el
círculo de amistades del abogado asesinado. El dolor y la sorpresa se
reflejaban en los rostros de las familias Tauil y González, que no acertaban a
explicarse qué podía haber pasado. Ninguno de sus hijos tenía enemigos. ¿Quién
podía estar interesado en matarlos de esa manera fría y cobarde?
Dos días después
del crimen, el gerente del Banco Unión de la Agencia Tamanaco saludó
cortésmente al doctor Naime y le ofreció una taza de café mientras un empleado
iba en busca de la información requerida por éste. En días pasados, uno de sus
cheques había desaparecido y él necesitaba saber si alguien había hecho uso del
mismo. No tardó mucho en enterarse de que el cheque fue pasado por taquilla y
pagado por el monto de 20,000 bolívares. El doctor quiso saber quién lo había
cobrado y los funcionarios del banco le suministraron la información. El cobro
fue hecho por el abogado Miguel Tauil Musso. “¿Hay alguna manera de comunicarse
con esa persona?”, preguntó el Dr. Shauki. “Afortunadamente sí, tenemos su
número telefónico”, respondió el gerente. Ese mismo día, el Dr. Naime llamó y
lo atendió el señor Antonio Tauil, padre de Miguel. Al oír que aquella persona
inquiría por su hijo, Antonio le preguntó que si la llamada era por alguna
mascota. Naime le dijo que no, pero que necesitaba preguntarle algo. Fue cuando
Antonio Tauil le dijo que su hijo estaba muerto: al parecer había sido
asesinado por una banda de atracadores. El doctor Naime, muy apenado, se excusó
y brindó sus condolencias. Al colgar el teléfono ya sabía quién le había
sustraído el cheque y para qué. Lo que no podía imaginar era que la asesina de
Miguel Tauil compartía el mismo techo con él. Aquella noche la muchacha recibió
una golpiza que la dejo inconsciente, su padre estaba realmente indignado,
¿Acaso él no le había procurado la mejor educación posible? ¿Por qué su hija
había salido tan rebelde, por qué no respetaba como debía a sus mayores, por
qué mentía y le robaba a su propio padre? Algo malo tenía que haber en esa
chica. Abajo, la señora Salam oía con angustia los gritos de su esposo, temía
por lo que pudiera pasarle a su hija. Unos días más tarde, ya recuperada de la
tunda, Cibell se dedicaba a disfrutar de las vacaciones decembrinas. Su padre
no la había vuelto a golpear, pues en los primeros días de enero tenía planeado
ir con toda la familia a visitar a unos parientes en los Estados Unidos; sin
embargo, necesitaba mitigar el rencor que lo quemaba por dentro. Al regresar
del viaje, volvería a ajustar cuentas con Cibell. El 4 de enero de 1995 toda la
familia salió rumbo a los Estados Unidos.
Mientras tanto, el
comisario Díaz Paruta y sus hombres se manejaron con varias hipótesis. Durante
todo el mes de diciembre procedieron a interrogar a los conocidos, familiares y
amigos de Miguel y Juan Carlos. Así mismo, realizaron varias ruedas de
reconocimientos con jovencitas que tenían antecedentes, basándose en el
parecido que pudieran presentar con el retrato hablado. Los detectives sabían
que en aquel caso se encontraban en un callejón sin salida, pues ninguno de los
dos muertos parecía tener problemas con nadie; por el contrario, habían sido
personas muy apreciadas en sus respectivos círculos sociales. ¿Cuál podía ser
el móvil? Las pistas estaban por el lado de la última persona que los vio con vida,
aquella extraña chica que decía llamarse Adriana y que los sacó de casa con la
excusa de ir a buscar a una tía. Comenzó una revisión de los papeles de Miguel
y Juan Carlos, revisaron sus movimientos bancarios y los libros donde
registraban los ingresos y egresos, cada información asentada fue investigada
hasta que dieron con aquel cheque: de todos los movimientos, era el único que
presentaba irregularidades. El dueño de la cuenta había afirmado en el banco
que aquel cheque le había sido sustraído y su firma había sido adulterada. Con
esto parecía haber un móvil; al profundizar supieron que aquel instrumento
bancario fue usado para pagar un gato de angora. La persona que hizo el pago
era Cibell Naime, la propia hija del propietario de la cuenta. Cuando los
detectives quisieron ir a buscarla supieron que toda la familia se había ido de
viaje. Decidieron esperar a que retornaran. Cuando los Cibell Yordi llegaron
del viaje, el doctor Shauki se sacó la espinita que traía desde diciembre y le
dio una segunda golpiza a su hija, con lo que le dejó severos hematomas en el
rostro. Al día siguiente, miércoles 18 de enero, los policías llegaron a su
casa y detuvieron a Cibell y a todos los que en ese momento estaban allí: sus
hermanos y a una tía.
Enterado por su
esposa de lo ocurrido, el Dr. Naime fue a averiguar el motivo de la detención.
Se identificó y le preguntó a un detective que si aquello tenía que ver con el
cheque. Se quedó de una pieza cuando el policía le dijo que sí, pero que lo más
grave tenía que ver con un doble homicidio presuntamente realizado por su hija,
en el intento de recuperar el cheque robado. Shauki Naime se derrumbó: por
primera vez se sintió culpable por haber acorralado a su hija hasta el extremo
de impulsarla a cometer aquellos homicidios. Apesadumbrado dijo que había sido
en extremo duro con sus hijos, pues creía que era la mejor manera de educarlos.
Lamentó la muerte de las dos personas y aseguró que su hija siempre había
presentado problemas de conducta, pero que era una buena muchacha. “Mi hija no
es drogadicta, fue educada en el seno de una buena familia. Tampoco tiene
problemas mentales. Lamento sinceramente todo lo ocurrido”.
Convicta y confesa,
Cibell Naime Yordi enfrentó el juicio por el homicidio de dos personas. El
sábado 21 de enero fue sometida a exámenes psiquiátricos, estos arrojaron que
se trataba de una persona completamente normal. Al ser interrogado por los
periodistas acerca de los que pudo haber motivado aquella conducta de la chica
a todas luces irracional, el comisario Díaz Paruta aseguró que una persona
aterrorizada puede actuar así. Ese sería el comienzo de una larga batalla
legal, en la que unos pedirían el perdón y la libertad de Cibell y otros
exigirían que fuese castigada con todo el rigor de la ley. Para el lunes 23 de
enero estaba pautada la rueda de reconocimiento, pero tuvo que ser suspendida a
petición de la fiscal 66 del Ministerio Público, ya que Cibell tenía el rostro
completamente golpeado a causa de la paliza que le había dado su padre días
antes. Al doctor Shauki Naime se le abrió un expediente por lesiones
personales. El martes 24 de enero, día en que Cibell cumplía 19 años, fue
llevada en una patrulla a Los Naranjos para efectuar la reconstrucción de los
hechos. Allí narró paso a paso todo lo que había ocurrido el día del crimen.
Como lugar de
reclusión se designó el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF),
ubicado en la ciudad de Los Teques, estado Miranda. El caso sería conocido en
primera instancia por el juez 25 Cristóbal Ramírez Colmenares, quien la
sentenció a treinta años de cárcel por homicidio intencional calificado por
motivos fútiles, con alevosía, premeditación y empleo de astucia. Un año más
tarde, la defensa apeló aquella decisión ante el Tribunal Sexto Superior Penal,
a cargo de la juez Clotilde Condado, alegando inestabilidad psicológica
basándose en un informe médico; según aquel informe, la muchacha presentaba
“trastorno mixto de conducta tipo borderline”, lo cual implicaba que Cibell
presentaba varios tipos de personalidad, hecho que habría provocado la pérdida
repentina del control de sus actos, durante el lapso en el cual fueron
cometidos ambos asesinatos.
El juicio
Dos años después,
el 18 de diciembre de 1998, la juez Condado ratificó la decisión tomada en
primera instancia, por considerar que la joven estaba plenamente consciente de
sus actos y actuó por voluntad propia. Así que seguía en pie la condena a
treinta años de cárcel. En ese mismo acto se le sobreseyó el delito de porte
ilícito de arma, por estar prescrita la acción penal. De acuerdo con la
sentencia, Cibell Naime cumpliría su pena el 6 de marzo de 2022, a las 23:45
horas. Esta fue una de las primeras sentencias a treinta años dictadas en el
país.
El 27 de abril de
2001, cuando Cibell Naime sólo había purgado seis años de la pena, la juez
octava de ejecución, Norma Pérez Díaz, de manera extraña, le otorgó el
beneficio de redención de la pena por destacamento de trabajo, lo que ponía a
la doble homicida prácticamente en la calle. Esta decisión fue inmediatamente
apelada por el Ministerio Público, que alegó la existencia de un conjunto de
incongruencias y contradicciones en el escrito de la juez, entre las que se
destacaba que la chica presentó conducta agresiva con sus compañeras y los
guardias del penal de manera reiterada, al punto de llegar a quemar el colchón
donde dormía. Pero lo más grave de todo fue el descubrimiento por parte del
Ministerio Público de un oficio emitido por la Oficina Nacional de
Identificación y Extranjería, en el cual se señalaba que el 11 de abril del
2001, unos días antes de la decisión de la juez Pérez Díaz, se renovó el
pasaporte número 004624, perteneciente a Cibell Naime Yordi, lo que podría
significar un peligro de fuga por parte de la asesina.
Con esta apelación
del Ministerio Público se detuvo momentáneamente cualquier decisión tendente a
lograr la liberación de Cibell Naime. Sin embargo, el 28 de julio de 2004 la
Sala 7 de Apelaciones le otorgó a la chica el beneficio de prelibertad o
libertad condicional y se le designó como nuevo sitio de reclusión el Centro
Comunitario de Los Chorros. Allí debía cumplir una serie de normas, como no ingerir
licor y someterse a un estricto tratamiento psicológico y educativo. A los
veinte días de estar en ese sitio podría salir los domingos para regresar el
mismo día. Por aquella fecha ninguno de los familiares de Cibell, con excepción
de un tío, se hallaban en Venezuela: todos estaban de regreso en el Líbano. En
septiembre de ese mismo año, la Corte de Apelaciones presidida por el juez
Maikel Moreno, otorgó un beneficio de libertad a Cibell Naime Yordi,
fundamentando la polémica decisión en “la preparación académica y la buena
conducta de la penada”. En esa fecha, Cibell Naime Yordi había pagado apenas
nueve años de los treinta que se le habían impuesto; el resto de la condena la
terminaría de purgar bajo el régimen de presentación.
Cibell, ya de 29
años de edad, debía presentarse cada quince días ante el juzgado que concedió
la medida, para dejar constancia de su sometimiento a las disposiciones del
sistema penal. Sólo bastaba cumplir con esta exigencia para no regresar al
reclusorio. “Asistió en muy pocas ocasiones. El 15 de diciembre de 2004 le
indicó al juzgado que tenía que operarse y, por ello, pidió un permiso para sus
comparecencias. No regresó más”, afirmó Antonio Tauil, el padre de Miguel.
Mientras, se exhibía con su novio y disfrutaba de la buena vida, comiendo en
restaurantes lujosos y bebiendo en abundancia. En enero de 2006, los
representantes legales de las víctimas apelaron la medida ante los órganos
correspondientes. “Mi hijo era muy apasionado con los animales, en la casa
llegamos a tener hasta dos venados, gatos, conejos, gallinas, perros, de todo”,
recordaría con nostalgia el padre de Miguel. “Ese hombre (Naime) tenía caballos
y yeguas y uno de ellos se llamaba Cibell, ahí puedes ver el vínculo entre
ellos. El día que la golpeó se acababa de enterar de que su hija había matado a
dos personas, la acababa de descubrir. Cibell era una malandra, fumaba a
escondidas, se escapaba de la casa. Todas las referencias que obtuvimos después
eran terribles”. Poco después el Tribunal Supremo de Justicia revocó la
libertad y pidió a los cuerpos de seguridad la captura de la condenada; no
obstante, Cibell no conoció más celdas. Atrás quedaron los recuerdos del
Instituto de Orientación Femenina, de la Cárcel de Tocuyito y de la
Penitenciaría General de la República. Le faltaban por pagar dieciocho años de
su sentencia y decidió escapar. Su familia vivía en la zona oriental del país y
Shauki Naime continuaba trabajando en Caracas. Se cree que ellos apoyaron su
fuga. Nadie volvió a verla durante un tiempo.
El 3 de diciembre
de 2008, otro de los hijos de Shauki Naime, Fouad Naime Yordi, fue secuestrado
por dos sujetos armados cuando abría su tienda de pinturas, ubicada en la
avenida Miranda, del municipio El Tigre, en el estado Anzoátegui. El padre pagó
el rescate y el hombre fue liberado doce horas después.
la asesina pagó solo 6 años y se fue feliz.......las hijo de putadas de la vida. Pobre muchachos asesinados.
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