Martha Lowenstein,
nacida alrededor de 1904, era una niña inclusera adoptada por un matrimonio
pobre de Viena. Su padre había emigrado a América y no volvió a oírse de él. A
los quince años consiguió un empleo como dependienta de una tienda de modas de
Kirtnerstrasse.
Un día de 1919,
Moritz Fritsch, hombre maduro y de gran fortuna, propietario de unos grandes
almacenes de Viena, habló con ella unos momentos e, inesperadamente, la ofreció
encargarse de su tutela y educación.
Martha, entonces una
muchacha muy atractiva y aficionada a vestir bien, aceptó encantada. Poco
después se había convertido en la amante de Fritsch, quien la envió a un
colegio inglés para que recibiera cierta cultura y a pasar varias vacaciones en
Francia. Se encariñó de tal modo con ella que alteró su testamento, dejándola
heredera de su lujosa residencia de Modling.
Un año después
(exactamente a los cinco de haberse encargado de la tutela de Martha), Fritsch
murió a la edad de 74 años. Sus parientes, especialmente su antigua esposa,
despechados porque hubiese dejado una parte de su fortuna a la muchacha,
reclamaron la exhumación del cadáver, sin éxito.
Unos meses más
tarde, Martha contraía matrimonio con un joven estudiante de ingeniería, Emil
Marek, con el que mantenía relaciones amorosas desde algún tiempo antes de
morir su protector.
Martha Marek
llevaba una vida de lujos extravagantes y pronto se encontró sin dinero y
cargada de deudas. El matrimonio determinó entonces llevar a la práctica un
plan casi increíble para hacerse con una importante suma: Marek aseguraría su
vida contra accidentes y poco después sufriría uno importante.
La compañía
aseguradora pidió informes del muchacho, averiguando que era honrado y
trabajador y que el Gobierno estaba muy interesado en un proyecto que había
preparado sobre la electrificación de Burgenland. Finalmente, sin tener
conocimiento del estado financiero de su esposa, decidieron asegurarle por tan
importante cantidad.
Poco después
sucedía el accidente; aparentemente, cuando se ocupaba en cortar un árbol con
un hacha muy afilada se hirió en la pierna, de tal forma que tuvieron que
amputársela por la rodilla. El doctor que examinó la herida encontró en ella
tres cortes diferentes, lo cual negaba la posibilidad de que se tratase de un
accidente.
La policía llegó a
la conclusión de que su esposa había sido la autora del hecho con su
consentimiento. Ambos fueron acusados de fraude.
Frau Marek,
entonces, sobornó a un enfermero del hospital en que había sido atendido su
esposo para que declarase haber visto al doctor extendiendo la herida; la
noticia fue publicada en la prensa y causó gran impresión.
Pero la policía
logró obtener del enfermero la confesión de que había sido sobornado. Poco
después el matrimonio era juzgado y condenado a cuatro meses de cárcel,
aceptando de la compañía una liquidación de 3.000 libras, que emplearon casi
totalmente en cubrir los gastos ocasionados por el juicio.
Los años siguientes
fueron desgraciados para los Marek, que vendieron su casa y se trasladaron a
Argelia, donde Emile instaló un negocio que pronto fracasó. Allí tuvieron dos
hijos. En la miseria, regresaron a Viena, dedicándose Martha a vender verduras
en un puesto callejero de uno de los barrios más pobres de la ciudad.
En julio de 1932,
Emil Marek murió de tuberculosis. Ni su fallecimiento ni el de su hija, que
sobrevino un mes más tarde, despertó ninguna sospecha.
Martha se convirtió
entonces en la dama de compañía de una anciana pariente, frau Susanne
Lowenstein, que vivía en Kuppelweisergasse.
Por entonces tenía
poco más de 30 años y era todavía muy atractiva. Al poco tiempo frau Lowenstein
fallecía con síntomas similares a los de Marek -calambres en las piernas y
dificultades para tragar- y Martha heredaba su dinero, que tardó poco en
gastar.
Para poder vivir,
alquiló unas habitaciones a un agente de seguros, herr Neuman, y a una tal frau
Kittenberger, que murió poco después dejando a Martha la cantidad de 300
libras.
Hacia 1937, frau
Marek decidió llevar a la práctica un nuevo fraude; durante la noche hizo sacar
de la casa todos los cuadros que había asegurado previamente y al día siguiente
declaró haber sido víctima de un robo. La policía descubría la verdad y no
obtuvo dinero alguno de la compañía.
Mientras tanto, el
hijo de frau Kittenberger comenzó a sospechar que su madre había sido
envenenada e hizo exhumar el cadáver, en el que se halló una dosis de un
compuesto de talio.
Como consecuencia,
se llevó a cabo la autopsia de los cuerpos de Marek, Ingeborg Marek (la hija
del matrimonio) y frau Lowenstein, obteniéndose el mismo resultado. La policía
averiguó que Martha había adquirido el veneno en una farmacia de Florisdoff.
Fue localizada por
su hijo que, interno en una escuela de Hitzing, se hallaba gravemente enfermo;
su madre le visitaba frecuentemente, llevándole comida preparada por ella. Fue
arrestada a tiempo de que su hijo pudiese salvarse.
Con el advenimiento
de Hitler se había instaurado de nuevo en Austria la pena de muerte; Martha
Marek fue decapitada el 6 de diciembre de 1938.
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