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14 mar 2014

Felícitas Sánchez Aguillón



Felícitas Sánchez Aguillón nació en Cerro Azul, Veracruz (México). Algunas fuentes citan que su segundo apellido era Neyra. Estudió Enfermería y se dedicó a partera. Se casó con Carlos Conde en su pueblo natal; al poco tiempo, Felícitas dio a luz a unas gemelas. Como no deseaba cuidarlas, Felícitas convenció a su esposo de que vendieran a las niñas; así obtendrían algo de dinero. Al principio él no quería, pero ella insistió hasta que él cedió. Cuando él se arrepintió, ella se negó a decirle a quién se las había vendido. Ese hecho destrozó el matrimonio. Se separaron y ella se marchó a vivir a la Ciudad de México. Allí se dedicó a traficar con niños: las madres solteras le daban a sus bebés y ella se los vendía a parejas que no podían tener descendencia. Fue un pingüe negocio durante muchos años. Felícitas se mudó entonces a la Colonia Roma, una de las zonas más elegantes de la Ciudad de México desde los tiempos del Porfiriato. La policía la arrestó en una ocasión por la venta de un bebé, pero Felícitas pagó una fianza y salió libre nuevamente. Regresó a su departamento en la Colonia Roma.

Allí inició una nueva clase de negocio: un día, una mujer casada le pidió que le practicara un aborto; se había embarazado de su amante. Ella lo hizo. Como no sabía qué hacer con el feto, lo tiró a la basura en una de las calles cercanas. La joven le pagó bien y la recomendó con sus amigas. Pronto, Felícitas se halló atendiendo a las mujeres que deseaban abortar, solteras o casadas, muchas de ellas parte de las familias más ricas de la Ciudad de México. En ocasiones hacía visitas a domicilio. Luego expandió su negocio; algunas veces, no encontraba a nadie que quisiera comprar a los bebés recién nacidos. Los tenía con ella una semana y, si no conseguía venderlos, entonces los mataba.
A algunos los estrangulaba; a otros les daba un destino más cruel. Poseía un enorme calentador de agua: allí los arrojaba bañados en gasolina, como si fueran pedazos de leña, para que se quemaran vivos. Las paredes de su departamento eran muy gruesas y los gritos de dolor de los bebés no se escuchaban. Cuando terminaban de quemarse, tomaba los huesos calcinados y los tiraba a la basura. Al terminar, se duchaba largamente con el agua que había calentado con los bebés quemados vivos.

Felícitas se hizo dueña de una tienda en la calle de Guadalajara nº 69, llamada “La Quebrada”. Luego emprendió otro pingüe negocio: había madres solteras que, agobiadas por las deudas y el señalamiento social, ya no querían tener con ellas a sus hijos pequeños. Las edades variaban entre uno y tres años de edad. Ofrecía sus servicios como supuesta partera en los anuncios clasificados de los periódicos. Felícitas les cobraba a las mujeres una buena cantidad de dinero, bajo la promesa de que les conseguiría un nuevo hogar. Los conservaba unos días, alimentándolos con atole y comida descompuesta. Gozaba golpeándolos.

A los fetos los llevaba a su cocina y, con un cuchillo, los descuartizaba para luego arrojarlos por el inodoro. Si tampoco lograba venderlos, llevaba a los niños a la cocina, les hundía el enorme cuchillo en la nuca y luego los descuartizaba. Tiraba los pedazos en los basureros o en el inodoro. Cuando se tapaba, llamaba a un plomero cuyo silencio tenía comprado.
A medida que iba matando a más y más niños, comenzó a volverse más cruel: ahora prefería amordazar a los niños y destazarlos vivos con sus cuchillos de cocina. Les cortaba primero las piernas, después los brazos, y finalmente los decapitaba; todo mientras los niños estaban vivos. Luego los descarnaba, extraía los ojos, los órganos internos y las vísceras para dárselos a su perro, pelaba los huesos y los quebraba, para finalmente envolverlos en papel periódico y llevárselos en costales a tirar en alguno de los lotes baldíos en las calles de la Colonia Roma. La ropa la donaba a orfanatos.

En 1940, la policía detectó los restos de fetos, recién nacidos y niños pequeños en los basureros de las calles de la Colonia Roma. La situación se prolongó hasta el año siguiente. El 8 de abril de 1941: una llamada telefónica al reportero de policía del periódico La Prensa lo puso sobre aviso: en la cerrada de Salamanca número 9, en el departamento 3, le dijo su interlocutor, acaban de ser encontradas en un caño “unas piernitas de niños”. La dirección correspondía a un estanquillo llamado “La Imperial”. El dueño era un joven llamado Francisco Páez.

Le contó que se habían tapado los caños del drenaje y, al mandar destaparlos, aparecieron huesos y trozos de carne descompuesta. Primero, el tendero había supuesto que se trataba de restos de un perro o de un gato, pero también había trozos de algodón lleno de sangre y luego apareció un pequeño cráneo. Cuando el drenaje volvió a taparse, llamó a unos albañiles; ellos se encontraron con trozos de cadáveres de niños, entre ellos dos piernas putrefactas pertenecientes a distintos cuerpos.
El reportero avisó a la policía. Acudieron al departamento y entraron para registrar las habitaciones. En un buró hallaron una calavera humana. Había también velas, agujas, retratos de niños pequeños, ropa de bebé.

La policía se trasladó a la tienda “La Quebrada”. En la tienda sólo estaba la dependienta, María González. Dijo que Felícitas había salido desde las 06:00 horas, pero varios clientes aseguraron haberla visto quince minutos antes. La policía admitió que la mujer había escapado. 

“Jamás el Dante soñó escribir páginas tan negras como las de esta embaucadora, ‘La Ogresa de la Colonia Roma’”, clamaba el periódico La Prensa el 12 de abril de 1941. El detective José Acosta Suárez, que un año más tarde descubriría la identidad de Gregorio “Goyo” Cárdenas, “El Estrangulador de Tacuba”, se hizo cargo de la investigación. Felícitas había torturado y matado a casi un centenar de bebés y niños pequeños, además de los innumerables abortos practicados. Un chico que la conocía dijo que ella llevaba mucho tiempo “ejerciendo como trituradora de angelitos”.

El 11 de abril de 1941, la policía detuvo al plomero Salvador Martínez Nieves. Ante el agente del Ministerio Público declaró que era llamado frecuentemente por Felícitas para destapar las cañerías. La primera vez que vio los trozos de cadáveres infantiles, se negó a seguir trabajando. Pero “La Ogresa de la Colonia Roma” lo amenazó con implicarlo como cómplice y lo mejor: le ofreció una buena paga. Ese mismo día, Felícitas Sánchez Aguillón fue detenida en la calle Bélgica, de la Colonia Buenos Aires, a bordo de un automóvil. La acompañaba su amante, Roberto Sánchez Salazar, quien pensaba trasladarla a Veracruz.

Felícitas se defendió: “Efectivamente, atendí muchas veces a mujeres que llegaban a mi casa. Las atendí de las fuertes hemorragias que tenían, algunas provocadas por golpes y la mayoría de ellas por serios trastornos ocasionados por haber ingerido sustancias especiales para lograr el aborto. Me encargaba de las personas que requerían mis servicios y una vez que cumplía con mis trabajos de obstetricia, arrojaba los fetos al WC”, declaró.

“Muchos niños nacían muertos. Una mujer me dijo que había soñado que su hijo iba a nacer muy feo, que por favor le hiciera una operación para arrojarlo. En efecto, aquella criatura era un monstruo: tenía cara de animal, en lugar de ojos unas cuencas espantosas y en la cabeza una especie de cucurucho. A la hora de nacer, el niño no lloraba, sino bufaba. Le pedí al señor Roberto que lo echara al canal, y él le amarró un alambre al cuello”.

Felícitas fue recluida en una celda. Pasó parte de la noche llorando, totalmente vestida de negro, con señales de gran agotamiento físico, en un estado cercano a la inconsciencia. Se le vio temblar, saltar, luchar con seres imaginarios, rodar agotada en el lecho. Los médicos de la Inspección prefirieron sedarla. Pasó varios días casi sin comer. Sólo quería dormir. 

Mientras, los periódicos publicaron una nota que causó revuelo: “'La Ogresa de la Colonia Roma' denunciará a todas las señoras que fueron a solicitarla”. Felícitas ingresó en prisión el 26 de abril de 1941 por los delitos de asociación delictuosa, aborto, violación a las leyes de inhumación y responsabilidad clínica y médica.
En el expediente aparece un trozo de hoja papel bond, escrito a mano con tinta sepia, y fechado el 26 de abril, en el que sólo alcanza a leerse: “Puede quedarse la niña de la reclusa Felícitas Sánchez para remitirla al kínder el lunes próximo”. En un oficio fechado el 1º de mayo de 1941, se asienta, sorprendentemente, que el Juez Tercero de la Primera Sala Penal se declara incompetente para seguir llevando el proceso. En el documento siguiente, fechado el 10 de mayo, el juez octavo determina dejar a la partera en libertad bajo fianza, mediante el pago de $600.00 pesos. “¡La descuartizadora saldrá en libertad!”, clamaron los medios al conocer la resolución.

Los abogados de Felícitas se habían aprovechado de vacíos legales “para exigir que se comprobara el cuerpo de sus delitos”. Pero el cuerpo de sus delitos no estaba en ningún lado: habían desaparecido “las piernitas de niños”, no había acusaciones, todo se fundaba en dichos. Y efectivamente, fue dejada en libertad.

La policía acababa de capturar a una célula de espías alemanes nazis, que operaba con un radiotransmisor también en la Colonia Roma, lo que robó la atención de la opinión pública. Los rumores afirmaban que las familias de las mujeres implicadas con Felícitas habían pagado sobornos para que el Juez cerrara el caso: grandes reputaciones, se decía, procuraban impedir que se dieran a conocer los nombres de las distinguidas clientas de “La Ogresa de la Colonia Roma”.

El 16 de junio de 1941, Felícitas se levantó de su cama a la medianoche. Llevaba días sin poder dormir. Su amante le preguntó a dónde iba. “Voy a escribir unas cartas a la cocina”, respondió. “¿Por qué a la cocina?”, preguntó él. Felícitas ya no le contestó. Él volvió a dormirse. Cuando despertó, ya había amanecido. Felícitas no estaba en la cama. Fue a buscarla a la cocina y la encontró tirada en el suelo: se había tomado un frasco completo de Nembutal. Estaba muerta. Sobre la mesa había tres cartas escritas a lápiz.

La primera, para su abogado, el licenciado Enríquez: “Yo nunca le he firmado ningún traspaso, pues usted sabe de sobra que no son propiedades mías. Por mi parte, hasta aquí fui su víctima”. La segunda, para el abogado Martín Silva: “En sus manos todo va bien y le tengo confianza. No lo hago por cobardía o duda de que me salvará. Ya me cansé de luchar. Ya no puedo. Don Carlos me ha ganado. 

Pero no tanto porque si usted puede hacer la denuncia penal, por lo menos me habré vengado”. La tercera, un recado para su amante: “Beto: dirás al licenciado que el traspaso no se efectuó y el que verdaderamente va a traspasar se llama Ponce, que el dueño de la casa ya le había hecho contrato porque a él lo engañaron diciendo que yo decía. Adiós, Beto”. Sus notas de despedida eran indicaciones sobre propiedades y asuntos legales; un distanciamiento total hacia la muerte, la suya incluida. Un reportero del periódico La Prensa escribió: “La esperaban los angelitos a los que no dejó nacer. La habían rodeado alegres, visiblemente alegres…”


Las hermanas Valenzuela: "Las Poquianchis"

Delfina, María de Jesús, Carmen y Eva Valenzuela nacieron en San Francisco del Rincón, Guanajuato y en El Salto, Jalisco (México), hijas de Isidro Torres y Bernardina Valenzuela. Su padre fue parte de Los Rurales, el cuerpo policíaco utilizado por Porfirio Díaz para atrapar a los asaltantes de caminos. Era común que ejecutara a los delincuentes que apresaba, tal y como marcaban las reglas de la organización. Sin embargo, quiso abusar de su rango y mató a un hombre inocente con el que tenía problemas. Isidro Torres y su familia tuvieron que huir y comenzar de nuevo sus vidas en el pueblo de El Salto, en el estado de Jalisco. Allí, Torres se convirtió en arriero. Sus hijas tuvieron que prescindir del apellido paterno, por temor a las represalias de los enemigos de su progenitor.

Cuando sus padres murieron y le dejaron una pequeña herencia, Delfina Valenzuela decidió iniciar un negocio seguro. Le tenía horror a la pobreza, así que instaló una cantina en su pueblo natal. Junto a los tragos, vendía los servicios de jóvenes prostitutas. El lugar tuvo mucho éxito, así que Delfina decidió abrir una sucursal en Lagos de Moreno, Jalisco. Era una especie de motel, donde rentaba cuartos para que las parejas que así lo necesitaran tuvieran furtivos encuentros sexuales.

A medida que el negocio dejaba pingües ganancias, Delfina decidió gastar menos. Obligaba a las prostitutas a su servicio a que le compraran a ella todo lo que necesitaban: maquillajes, ropa, zapatos, inclusive alimentos. De esa manera, parte del dinero que ellas ganaban también iba a parar a sus manos.
Delfina le pidió ayuda a su hermana Carmen, quien había hecho algunos estudios contables. Fue ella quien convenció a Delfina de abandonar la clandestinidad y convertir aquel lugar en un sitio legalmente establecido. Carmen tramitó los permisos necesarios, comenzó a pagar impuestos y un día pudieron abrir al público el burdel más famoso de la zona: “El Guadalajara de Noche”.

Delfina Valenzuela tenía un hijo, Ramón Torres González “El Tepo” (apócope de “Teporocho”, nombre dado en México a un alcohólico callejero y maloliente). Le pidió que fuera a auxiliarla con el negocio y “El Tepo” aceptó. Se encargaba de supervisar a los jóvenes prostitutas que llegaban a prestar sus servicios a aquel lugar, de controlar que los parroquianos y clientes del burdel no armaran trifulcas, y de pagar algunos sobornos a las autoridades.
Con el dinero que ganaba, “El Tepo” empezó un negocio de contrabando de automóviles estadounidenses. Pero muchos se oponían a que aquel garito permaneciera abierto, y un día la policía se presentó para clausurar el lugar. “El Tepo”, envalentonado, tomó un fusil y salió a enfrentar a los agentes. Estos, sin dudarlo, lo acribillaron. “El Tepo” murió ante la mirada de su madre, quien no derramó una sola lágrima; a cambio, contrató a varios militares que fueron buscando, casa por casa, a los agentes judiciales que habían matado a su hijo. Los encontraron y los mataron. Esa fue la venganza de Delfina.

Delfina y Carmen Valenzuela tuvieron que marcharse de aquel lugar. Regresaron al estado de Guanajuato con el dinero que habían ahorrado. Allí se reunieron con la tercera hermana, María de Jesús, quien también se había dedicado al lenocinio.

María de Jesús utilizaba camiones de redilas para subir a varias prostitutas y las enviaba a los pueblos cercanos en una especie de caravana sexual. Daban servicio a los interesados en cuartuchos, en el campo o en cualquier lugar que pudiera utilizarse.

Luego se marchaban a otro sitio. De esa forma, evitaban problemas con las autoridades municipales. Cuando sus hermanas llegaron, decidieron unir sus capitales para levantar un negocio nuevo, que eclipsaría a todos los anteriores y cambiaría para siempre la historia del crimen en México.
La vida en el burdel
La ley no castigaba la prostitución en Guanajuato, por lo que las hermanas Valenzuela tuvieron carta blanca. María de Jesús buscó un buen local y halló uno en León, el cual tomó de inmediato. Abrieron allí su primer burdel: “La Barca de Oro”, en honor a una conocida y melancólica canción mexicana. Luego inauguraron el segundo en San Francisco del Rincón y le pusieron el mismo nombre que tenía su anterior local: “El Guadalajara de Noche”.

El lugar que María de Jesús había conseguido, había sido antes una cantina propiedad de un homosexual al que todos apodaban “El Poquianchis”. Así que el sobrenombre pasó directamente a ella y después a sus hermanas. “La Barca de Oro” fue más conocida como “el burdel de ‘Las Poquianchis’”, un apelativo que ellas detestaban, pero que nunca pudieron quitarse.

Nuevamente, el dinero llegaba en grandes cantidades. Pero ellas querían más. Los burdeles siempre estaban llenos de soldados, policías, campesinos y jornaleros, que acudían a solicitar los servicios de las prostitutas que “Las Poquianchis” conseguían.
Pero en 1962, las autoridades municipales de León decidieron cerrar todos los burdeles y cantinas de la ciudad. “Las Poquianchis” vieron su negocio clausurado. Tuvieron que quedarse solamente con “El Guadalajara de Noche”, en Lagos de Moreno. Eva Valenzuela, la menor de las hermanas, se fue a Matamoros, Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos, para poner su propio burdel: “La Piernuda”. Le pidió a sus hermanas que no dejaran de mandarle “carne fresca”, o sea, jovencitas para prostituirlas.

Delfina, “La Poquianchis Mayor”, les propuso una idea a sus otras dos hermanas: compraron un rancho llamado Loma del Ángel y lo transformaron en su centro de operaciones. Iban a utilizarlo mucho durante los siguientes años.

Delfina desarrolló un método de reclutamiento que dejaba mayores ganancias: acudían a rancherías o pueblos cercanos, donde buscaban a las niñas más bonitas. No importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente se las robaban.

O si estaban acompañadas de sus padres, generalmente campesinos, se les acercaban y les ofrecían darles trabajo a las hijas como sirvientas. Los padres accedían, “Las Poquianchis” se llevaban a las niñas y de inmediato empezaba su tormento.
Apenas llegaban al burdel, “Las Poquianchis” procedían a desnudar a las niñas por completo y examinarlas. Si consideraban que tenían “suficiente carne”, los ayudantes que habían contratado se encargaban de violarlas, uno tras otro, vaginal y analmente. También las obligaban a practicarles sexo oral y si lloraban o se resistían, las golpeaban.

Después, “Las Poquianchis” las bañaban con cubetadas de agua helada, les daban vestidos y las sacaban por la noche a que comenzaran a atender a la clientela del bar, bajo amenazas de muerte. Los clientes se mostraban siempre encantados de que les proporcionaran niñas de tan corta edad para que los atendieran, así que el negocio iba viento en popa.

Las hermanas alimentaban a sus esclavas sexuales solamente con cinco tortillas duras y un plato de frijoles al día. Cuando una de las prostitutas llegaba a cumplir veinticinco años, “Las Poquianchis” ya la consideraban “vieja”. Procedían entonces a entregársela a Salvador Estrada Bocanegra “El Verdugo”, quien la encerraba en uno de los cuartos del rancho, sin darle de comer ni beber por varios días, y entrando constantemente para patearla y golpearla con una tabla de madera en cuyo extremo había un clavo afilado.

Una vez que la mujer estaba tan débil que ya no podía ni siquiera intentar defenderse, “El Verdugo” la llevaba a la parte de afuera del rancho y, tras cavar una zanja profunda, la enterraba viva. A otras las aplicaban planchas calientes sobre la piel, las arrojaban desde la azotea para que murieran al caer, les destrozaban la cabeza a golpes…

Si una de las muchachas se embarazaba, si padecía anemia y estaba demasiado débil para atender a sus clientes, o si se atrevía a no sonreírle a los parroquianos, era asesinada. Los bebés que llegaron a nacer fueron muertos y enterrados, con excepción de un niño, al que guardaron para vendérselo a un cliente que quería experimentar con él; mientras se dedicaron a maltratarlo.

También practicaban abortos clandestinos si alguna de las prostitutas más populares quedaba embarazada, con tal de no perder esa fuente de ingresos. Las mujeres además eran obligadas a limpiar el lugar, a cocinar y a atender a “Las Poquianchis”.

“Las Poquianchis” habían reclutado a varios ayudantes que las auxiliaban en sus labores. Uno era Francisco Camarena García, el chofer que se encargaba de transportar a las jovencitas reclutadas, junto con Enrique Rodríguez Ramírez; otro era Hermenegildo Zúñiga, ex capitán del ejército, conocido como “El Águila Negra”, quien fungía como su guardaespaldas y cuidador del burdel.

José Facio Santos, velador y cuidador del rancho; y Salvador Estrada Bocanegra, “El Verdugo”, quien golpeaba a las prostitutas que protestaban por algo y, cuando alguna amenazaba con marcharse o denunciar los maltratos a los que era sometida, se encargaba de asesinarla y enterrarla. También policías y militares utilizaban los servicios de las niñas esclavas, todo gratis a cambio de protección para el burdel.
María Auxiliadora Gómez, Lucila Martínez del Campo, Guadalupe Moreno Quiroz, Ramona Gutiérrez Torres, Adela Mancilla Alcalá y Esther Muñoz “La Pico Chulo” eran prostitutas que se convirtieron en celadoras y castigadoras a cambio de que “Las Poquianchis” respetaran sus vidas.

Cuando alguna de las niñas nuevas no quería ceder ante el capricho de algún cliente, ellas se encargaban de arrastrarla de los cabellos por todo el burdel, llevarla a un cuarto y darle de palazos hasta dejarla inconsciente. “La Pico Chulo” también gustaba de matar a palazos a las muchachas, destrozándoles la cara y el cráneo con una tranca de madera.

Para 1963, “Las Poquianchis” incursionaron en el satanismo. Alguien les dijo que si ofrecían sacrificios al Diablo, ganarían más dinero y tendrían protección. Desde ese momento, cada vez que llegaban nuevas niñas reclutadas, eran iniciadas en un extraño ritual.

Primero las hermanas Valenzuela encendían velas y veladoras, formando una estrella de cinco puntas. Luego llevaban un gallo, el cuál era sacrificado. Entonces Delfina y sus hermanas se desnudaban para untarse la sangre del animal. Desnudaban además a las niñas nuevas, quienes eran violadas y sodomizadas por los cuidadores, mientras “Las Poquianchis” contemplaban la escena y se reían.
Después sus ayudantes llevaban a la habitación a algún animal: un macho cabrío o un perro, y obligaban a las niñas a realizar un acto zoofílico para alegría de quienes contemplaban la escena. Después, los hombres llamaban a las demás niñas para empezar una orgía, en la cual “Las Poquianchis” también participaban. Semanas después, comenzarían otro negocio: le quitaban la carne a los cadáveres de las prostitutas que iban asesinando, para venderla por kilo en el mercado.

La Secretaría de Salud emitía tarjetas de control falsas, que “Las Poquianchis” utilizaban para presumir que sus muchachas estaban sanas. Estas tarjetas costaban mucho dinero, pero servían para que los clientes estuvieran tranquilos. Por supuesto, muchas de las prostitutas estaban enfermas.

En 1964, Catalina Ortega, una de las nuevas muchachas, consiguió escaparse. Aunque los secuaces de “Las Poquianchis” la buscaron, no lograron encontrarla. Se escondió en el campo y después logró llegar hasta la ciudad. Ahí acudió ante la policía y denunció los hechos. Tuvo suerte: los agentes con los que habló no formaban parte de la nómina de las asesinas.
Se ordenó que docenas de policías acudieran al burdel y al rancho. Cuando llegaron, arrestaron a todos y encontraron un cuadro lleno de horror: las mujeres estaban desnutridas, llenas de golpes, violadas y quemadas.

Hallaron las celdas de castigo, los cadáveres enterrados, los trozos de carne lista para ser vendida. Las hermanas Valenzuela fueron arrestadas.

La gente, al saber lo ocurrido, se arremolinó en torno a la cárcel para tratar de sacarlas y lincharlas. Docenas de padres que nunca supieron el destino de sus hijas, se dieron cuenta de que habían muerto cruelmente. Más de dos mil personas formaron un tumulto que exigía que las asesinas les fueran entregadas para matarlas en la calle.

La reconstrucción de hechos: “Las Poquianchis” avanzan a pie hasta su rancho, fuertemente escoltadas

La policía tuvo que trasladar a “Las Poquianchis” a la ciudad de Irapuato para asegurarse de que siguieran vivas. Estaban acusadas de casi un centenar de asesinatos.

Los periódicos de la época contaron la historia con lujo de detalles. El diario Alarma! editó varios números especiales sobre un caso tan sonado.

Tras ser juzgadas, las hermanas González Valenzuela fueron sentenciadas a cuarenta años de prisión.

Delfina, “La Poquianchis Mayor”, siempre dijo que era inocente, pese a las docenas de testimonios en su contra. Por supuesto, nadie le creó.

Tras algunos años en la cárcel, María de Jesús salió de la cárcel. Se retiró de la vida pública y después desapareció sin dejar rastro.
Carmen murió de cáncer en la prisión. Eva fue arrestada en Matamoros y terminó sus días recluida en un manicomio, ante el terror que sentía por ser linchada.
Finalmente, Delfina quedó recluida en la prisión de Irapuato. Un día que unos trabajadores remodelaban la prisión, uno de ellos dejó caer, accidentalmente, una lata con treinta kilos de mezcla de cemento sobre la cabeza de la asesina. Delfina agonizó en el hospital de la prisión durante quince días, víctima de terribles dolores. Murió llorando.


La historia de “Las Poquianchis” inspiró la novela Las muertas, del escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, quien las rebautizó como "Arcángela y Serafina Baladro". También la famosa película “Las Poquianchis” de Felipe Cazals. Los expedientes de las célebres hermanas se encuentran en el Archivo Histórico Municipal "Vicente González del Castillo" del poblado de San Francisco del Rincón.

26 mar 2013

Patricia Ramírez Morales


El cadáver del infortunado comerciante, quien durante más de diez años se dedicó a la reproducción y venta de discos “piratas”, tenía en el pecho un cartelón con la leyenda: “esto les pasará a quienes se brinquen las trancas. Atentamente los Z”.

Este burdo mensaje fue la línea a seguir para lograr la captura de la autora intelectual del crimen, que resultó ser la líder de los comerciantes ambulantes, Patricia Ramírez Morales, quien al estar sujeta a investigación, aseguró ser representante de los Z”. Los acontecimientos se iniciaron el 11 de febrero del año en curso, cuando la líder de mercaderes Patricia Ramírez Morales, de 38 años de edad, se presentó al establecimiento de venta de discos “piratas” situado en inmediaciones del mercado de abasto de esta ciudad, para exigirle a su propietario Néstor Ruiz Bautista, apodado” El Chapulín”, el “pago de piso” y protección, por la cantidad de 50 mil pesos mensuales que habían convenido.

Ruiz Bautista se negó rotundamente a seguir siendo extorsionado y más aún, le advirtió que la denunciaría en la delegación de la Procuraduría General de la República, por sus vínculos con narcotraficantes y la organización criminal de “Los Zetas”. Patricia, se retiró del lugar y media hora después un grupo de sujetos cubiertos del rostro con pasamontañas y portando rifles de asalto, en presencia de más de una decena de comerciantes y clientes, “levantaron” a Néstor Ruiz Bautista, a quien violentamente subieron a una camioneta blindada y huyeron con rumbo desconocido. Diez días después, fue encontrado muerto y en estado putrefacto el infortunado “Chapulín”, en una hondonada de la carretera que conduce a Magdalena Apasco, Etla; presentaba ocho disparos de arma de fuego de grueso calibre en todo el cuerpo y el clásico tiro de gracia en la frente”

Al siguiente día, integrantes del grupo de homicidios, capturaron a Patricia Ramírez Morales, cuándo tranquilamente salía de las oficinas del INEGI y de inmediato fue trasladada a la corporación policiaca en donde confesó que desde hace diez años es líder de tianguistas que operan en el Centro Histórico de la ciudad y de comerciantes del mercado de abasto, por lo que se había constituido en una mujer muy importante y de suficientes recursos económicos. “Por esta razón, la cabeza de Los Zetas me designó como su representante en la ciudad de Oaxaca y me dio línea para cobrar renta por uso de piso y protección a todos mis agremiados, cuyo producto compartía con él”, preciso Patricia.

Afirma la criminal que sicarios de “Los Zetas”, que por órdenes de ella han ejecutado a otros líderes del mercado de abasto que no se le adhirieron y en cuanto al fayuquero Néstor Ruiz Bautista, ordenó su “levantón” y ejecución porque se había revelado. Finalmente, Patricia Ramírez Morales, quien dijo tener su domicilio en la Colonia Mi Ranchito, de Santa Cruz Xoxocotlán, fue remitida a la Delegación de la Procuraduría General de la República donde quedó arraigada para ser investigada por delincuencia organizada, narcotráfico, secuestro agravado y homicidio.

6 mar 2013

Ruth Eisemann-Schier


En 1968 se convirtió en la primera dama en ingresar al listado del FBI: The ten most wanted fugitives. Junto con su cómplice, Gary Steven Krist fue acusada por secuestro y extorsión. La víctima fue Barbara Jane Mackle, estudiante de 20 años que fue enterrada en una caja de un metro de diámetro. Para su liberación [sí, sobrevivió a la experiencia bajo tierra], la familia pagó una recompensa de 500 mil dólares.

Eisemann-Schier se fugó durante dos meses, pero terminó por declararse culpable y reconocer que todo lo hizo por amor a ‘Krist’, el verdadero artífice del plan.

María Eulalia Gpe. Buendía

20 de agosto de 2000

Guadalupe Buendía tiene por lo menos tres casas en Chimalhuacán. La más céntrica está en el número 36 de la calle Nezahualcóyotl, atrás de la Presidencia Municipal. Se dice que entre ambos inmuebles hay una puerta que las comunica. Así Buendía acostumbraba llegar a reuniones del ayuntamiento sin haber pasado por la entrada principal.

Aparentemente, por esa puerta privada el jueves por la noche varias docenas de jóvenes entraron al edificio de la Presidencia Municipal. Se sabe que desde varios días antes Buendía estuvo reclutando muchachos entre sus seguidores y entre grupos de chavos banda. Había prometido que el viernes, cuando Jesús Tolentino Román tomara posesión como presidente municipal, “el día iba estar gacho porque iba a valer madres”. Así estuvo el viernes en Chimalhuacán. Desde temprano varios centenares de seguidores de Tolentino, miembros del grupo Antorcha Campesina, se congregaron frente al edificio municipal para festejar la llegada del nuevo alcalde. Poco después de las 11 y media estalló un cohetón a un costado del palacio municipal. Esa fue, aparentemente, la señal para que comenzara la masacre.

Desde las azoteas del palacio municipal y de otros edificios, varios tiradores dispararon contra la multitud. Del mismo inmueble del ayuntamiento salieron docenas de golpeadores, algunos con armas de fuego, para arremeter contra los miembros de Antorcha Campesina. Muchos seguidores del nuevo presidente municipal llevaban morrales repletos de piedras y cervezas. Algunos cargaban palos. En un par de notas periodísticas se asegura que algunos antorchistas llevaban armas de fuego. Sin embargo todos o al menos la gran mayoría de los muertos y heridos son del grupo que en Chimalhuacán encabeza Jesús Tolentino. Hasta ayer sábado por la tarde algunas fuentes decían que los muertos en esa emboscada fueron nueve.

Otras indicaban que trece. Los heridos son alrededor de un centenar, varios de ellos muy graves. Los reporteros de Crónica relatan: “¡A una niña le cortaron la mano con un machete!”, dijo con terror Josefina Madariaga, vecina de la calle Zaragoza cercana al Palacio Municipal”. El ayuntamiento, un negocio familiar A Guadalupe Buendía se le conoce como “La Loba”. Ella se ufana de que ese apodo se lo pusieron cuando, de niña, defendió a su hermana Alejandra de otras dos niñas que la estaban golpeando. Guadalupe iba con su perra, llamada La Loba, la cual a su vez atacó a la perra que tenían las otras niñas y de un mordisco le arrancó una oreja. Entonces la madre de las niñas le puso a Guadalupe el mote de la mascota. A ella le gustó. En enero de 1998, Buendía hizo colocar a las puertas del palacio municipal dos figuras de lobos, en un autohomenaje que reiteró el poder hasta ahora ilimitado que ella ha tenido en Chimalhuacán. Ese poder comenzó a menguar cuando, en la selección de candidatos del PRI para los comicios de julio pasado, no logró que su hijo Salomón Herrera Buendía fuese postulado para la presidencia municipal.

Hasta entonces ella decidía las posiciones políticas en el ayuntamiento. En las elecciones anteriores colocó en la presidencia municipal a su primo Carlos Cornejo Torres, quien pidió licencia para luego ganar la elección como diputado federal. El esposo de La Loba, Adelaido Herrera, era el tesorero del municipio. Su hermana Celia, encabezaba el DIF. Su hijo Hugo Herrera Buendía, ocupaba una regiduría. Su ahijada y secretaria particular Andrea Reyes Retana era síndica. Guadalupe Buendía se reservó para ella misma la dirección de Agua Potable y Alcantarillado de Chimalhuacán, posición estratégica en una comunidad sedienta, en donde el líquido para beber y asearse llega a cotizarse mucho más caro que en las grandes ciudades. Sin embargo no logró que a su hijo Salomón, que hasta entonces era secretario del Ayuntamiento, el PRI lo beneficiara con la candidatura para presidente municipal. Desde hace varios años en Chimalhuacán, el poder de La Loba comenzó a tener un creciente contrapeso. El grupo Antorcha Campesina consolidó su liderazgo en varias colonias del municipio y su dirigente local Jesús Tolentino Román, al parecer impulsado desde el comité nacional priista, logró la postulación.

Dijeron que era un “candidato de unidad”. Evidentemente no lo era. La designación del dirigente de un grupo distinto al que ha controlado la política y gran parte de la vida social en Chimalhuacán podía ser vista como signo de cambio, pero a favor de un grupo tan sospechoso y clientelar como Antorcha Campesina. En busca de una rectificación en la designación del candidato La Loba le hizo saber su disgusto al Presidente de la República durante una gira en Chimalhuacán. También trató de presionar a Francisco Labastida. Luego tomó las oficinas del PRI en Toluca. De algo le sirvió. Su hijo Salomón no sería presidente municipal pero el PRI lo hizo candidato a diputado local –a la postre vencedor– por el distrito 31. En julio, la policía tampoco intervino La Loba no quedó contenta. En Chimalhuacán se comentó que el 2 de julio la lideresa mandó a votar a su gente por los candidatos del PRI excepto en la presidencia municipal, para la cual al parecer apoyaron al PRD. El candidato perredista a la alcaldía, Raúl Carpinteyro Buendía, es sobrino de La Loba. 

El PRI volvió a ganar el municipio aunque ya no con un candidato de La Loba. En las elecciones municipales de 1996 el PRI obtuvo en Chimalhuacán el 38.3% de los votos y ahora el 35.4%. La votación del PRD subió del 24.5% al 29.6% y la de Acción Nacional del 20% al 24%. El pasado 5 de julio, día del cómputo de las elecciones que se habían realizado tres días antes, unos 600 simpatizantes del PAN y el PRD se enfrentaron a golpes con un millar de miembros de Antorcha Campesina frente a la Junta Distrital del Instituto Electoral del Estado de México en la Avenida Nezahualcóyotl, en Chimalhuacán. La policía no intervino. Hubo más de 25 heridos. La dirigente local de Antorcha, Marisela Serrano, aseguró que el ataque había sido ordenado por La Loba. “Buendía debe entender que el viejo PRI ya perdió, el nuevo está emergiendo y nosotros somos las fuerzas del nuevo PRI”, dijeron los dirigentes de Antorcha Popular, derivación local de Antorcha Campesina. Después del resultado electoral la lideresa Buendía le exigió a Tolentino varias posiciones en la nueva administración municipal. Especialmente, quería mantenerse a cargo del organismo descentralizado de Agua Potable y Alcantarillado. El nuevo presidente municipal no estuvo de acuerdo. Allí puede encontrarse, en parte, la causa de la emboscada del viernes. Pero un cargo en el gobierno municipal, por influyente que fuese, parece demasiado poco para las dimensiones de la agresión en Chimalhuacán. Negocio con la invasión de tierras El negocio de La Loba ha sido la adjudicación predios que ella manda ocupar para luego repartirlos a cambio no sólo de beneficios económicos sino de fidelidad clientelar. 

Acumuló poder económico y político ocupando y fraccionando colonias como Nueva Margarita (así llamada en honor de su comadre Margarita Preisser) Xochiaca, Nueva Guadalupe La Loba I y La Loba II, estas últimas evidentemente bautizadas en expresión de inmodestia y prepotencia. También maneja la recolección de basura y el servicio de transporte en Chimalhuacán. Cuando el gobierno estatal envía camiones recolectores de basura ella los detiene e incluso se dice que los ha mandado quemar para que no compitan con los carritos empujados por barrenderos a los que ella controla. No siempre fue así. Oriunda de Chimalhuacán en donde nació hace 50 años María Eulalia Guadalupe Buendía Torres, La Loba, ha sido ama de casa la mayor parte de su vida. A los 15, se casó con Adelaido Herrera que para que no se saliera de su vivienda la amarraba con cinta adhesiva de pies a cabeza. A los 16 años se cayó de la puerta trasera de un camión. “En mis manos me tuvieron que hacer injertos –recordó hace poco, entrevistada por Katia D’Artigues para el semanario Milenio–. Estuve en coma 18 días… pero regresé. Yo sé lo que es estar allá. Por eso, cuando vi Más allá de los sueños me reía. Eso lo vi yo. El túnel con la luz al fondo. Caminé y llegué a una puerta, atrás se veía mucha luz, pero no me abrieron… me regresaron. Entonces empecé a caminar de regreso y caía como en hoyos negros… pero la Virgen me daba su mano y me sacaba. Volví a nacer”.

Pero la vida la cambió hasta 1982, cuando un grupo de comuneros invadió unas tierras en Xochiaca que eran su herencia familiar. Ella protestó y la metieron a la cárcel. Cuando salió, organizó a varias personas que habían sufrido el mismo despojo y recuperaron las tierras. Un médico de San Agustín entrevistado por Alberto Nájar de La Jornada, recordaría un cuarto de siglo más tarde: “Se convirtió en el terror de ejidatarios y comuneros. A todos nos mandó decir: si no me venden les invado sus tierras”. En dos ocasiones más fue encarcelada. En 1992, involucrada en un homicidio, estuvo detenida un año en Ecatepec y luego ocho meses en una prisión de Texcoco. En 1988 la detuvieron por varios días por una vieja acusación penal. Chantajes, bravatas, abusos Así, La Loba comenzó a construir su emporio. En 1985 en la designación del aspirante priista a la presidencia municipal le apostó a un precandidato perdedor pero le gustó la política de partido.

Se dedicó tres años a hostigar al presidente municipal, en tanto sus redes de influencia comenzaban a extenderse. En 1987 La Loba crea la Organización de Pueblos y Colonias, OPC, el grupo que ha encabezado hasta ahora y que se reclama adherente del PRI. Con ese membrete y apoyada por docenas de golpeadores, invadía predios para luego negociar con ellos. Al año siguiente la Comisión Reguladora del Suelo en el Estado de México solicitó el desalojo de varias fincas ocupadas por Buendía. Entonces ella se presentó en las oficinas del representante de la Comisión, Alejandro Arley Angeles y lo agarró a golpes hasta que el funcionario se comprometió a suspender los desahucios. Andrea Reyes Retana, asistente de La Loba, le explicó hace dos meses a la reportera D’Artigues los métodos de la OPC: “Siempre pedimos las cosas a la buena. Firmamos peticiones y todo. Cuando nos cansamos de pedir, de que nos traigan vuelta y vuelta, nos lo robamos, nos agarramos a trancazos”. En mayo de 1990 La Loba encabezaba un mitin para exigirle al presidente municipal, Susano González Castro, la instalación de servicios en una colonia. Como el alcalde se negó a recibirla, ella tiró la puerta a patadas y agarró a cachetadas al funcionario. La Loba se hacía famosa.

El 11 de noviembre de 1990 el Estado de México tuvo elecciones municipales. Ese día, la lideresa fue sorprendida cuando organizaba brigadas de votantes en Chimalhuacán. Entonces, emprendió a golpes contra la reportera de El Financiero Julieta Medina Santos que la quería entrevistar. En aquella ocasión el dirigente estatal del PRI, el diputado Mauricio Valdés, defendió a La Loba diciendo que había sido la periodista quien, “con sus preguntas, agredió a los ciudadanos”. Sin embargo, la golpeada fue la reportera Medina. Se ha enfrentado a todos los poderes, incluso el eclesiástico. En noviembre de 1996 Guadalupe Buendía decidió que la capilla de Santa Juanita de Los Lagos en el barrio Plateros, le estorbaba para ampliar una escuela. Sin más, mandó tirarla. En desagravio a la imagen que consideró deshonrada, la diócesis de Texcoco organizó una misa en plena calle. El vicario de Chimalhuacán, Domingo Cavallanti, dijo entonces: “nos preocupa mucho que una persona sin ninguna autoridad pública y de ninguna otra, yo creo, se permita destruir una iglesia”. La Loba se reconcilió con el clero. Recientemente aseguró que va a misa todos los domingos. 

Hoy seguramente no podrá hacerlo, porque se dio a la fuga después de la masacre del viernes pasado. Cultura de la violencia armada En junio de este año La Loba le confesó al semanario Milenio: “He sido muy cabrona para defender lo que es mío. Mi papá me enseñó desde chiquita que cuando me regalaba una muñeca era mía. Pero ni he mandado matar a nadie ni he matado a nadie… no es necesario”. El problema es que La Loba decide muy a menudo que las cosas de otros, son suyas. La reportera D’Artigues le replicó: Y usted, ¿ha robado? “No soy pendeja. Pero si lo he hecho lo hago por mis hijos” Uno de sus hijos, Hugo, fue secuestrado en 1998. Pagó 650 mil pesos para que lo liberaran. Entonces La Loba decidió que todos sus hijos debían estar armados. “A todos les compré pistolas. ¡Por supuesto que no tenían permiso!”, diría dos años más tarde. Otro de sus hijos, Fabián, murió el 23 de febrero de 1999. La Loba dice que él mismo, por accidente, se disparó un tiro con una de esas pistolas. Poco después otro hijo suyo, Salomón, sufrió un atentado. Dicen que su camioneta quedó deshecha de tantos balazos que recibió. La Loba se volvió más recelosa. En la principal de sus casas mandó instalar un sistema de televisión de circuito cerrado. Sus familiares no dejaron las armas. Ayer, después de la emboscada del viernes, las autoridades judiciales del Estado de México informaron que de 229 detenidos a los que se había aplicado la prueba del radizonato de sodio, a 67 se les habían encontrado evidencias de que habían disparado un arma de fuego. Una de esos detenidos es Cristina Buendía, hermana de La Loba. El poder manipulado de las mujeres Hace menos de tres meses el estilo de La Loba, matriarcal y déspota, avergonzó al PRI y manifestó el atraso político y cultural que esa lideresa ha impuesto durante varios lustros en Chimalhuacán. 

El 31 de mayo en el salón de actos sociales Pista El Puente organizó un espectáculo con diez fornidos muchachos del grupo Sexy Boy que se desnudaron delante de 15 mil mujeres reunidas por la señora Buendía. Era un acto de campaña del PRI, presentado como homenaje, algo tardío, de día de las madres. Allí, La Loba urgió a votar por Francisco Labastida y desde luego por su hijo Salomón Herrera Buendía, candidato a diputado local. Salomón Herrera se comprometió a hacer un “streap tease” si ganaba las elecciones. El reportero Agustín Ambriz, de Proceso, atestiguó las explicaciones de La Loba: “Espero que nadie se haya ofendido por lo del ‘chipendeli’. Es un regalo de corazón, para diversión de las madrecitas, porque a todas nos gustan los hombres, no lo vamos a negar, por muy viejas que estemos. ¿O no, compañeras? Por aquí vemos, y por acá nos lamemos –dijo mientras señalaba con su mano derecha sus ojos y luego su vientre–”. 

El liderazgo de Buendía ha estado cimentado, en amplia medida, en la organización clientelar de las mujeres. Hay quien asegura que tiene la adhesión de entre 20 y 25 mil mujeres. La OPC cuenta con 200 lideresas regionales y 500 coordinadoras. El 25 de junio pasado, en un mitin de 10 mil personas de las cuales la mayoría eran mujeres, advirtió que si no votaban por el PRI los maridos de Chimalhuacán iban a “ser castigados por una semana” con una huelga de abstinencia sexual por parte de sus esposas. Moderna Lisístrata, La Loba congrega a las mujeres para manipularlas, más que para reivindicarlas. Lucro enmedio del vacío político Guadalupe Buendía, que se ufana de tener 380 actas judiciales en su contra, encabeza un movimiento que se identifica con el PRI pero que influye entre los adherentes de otros partidos en Chimalhuacán. En 1985 cuando ella comenzaba a hacer política partidaria su primo Carlos Cornejo Torres, ahora diputado electo y hasta hace poco presidente municipal, era militante del PAN. El candidato que el PRD presentó para ese cargo, como comentamos antes, es sobrino de La Loba. Ella instigó las protestas de PAN y PRD en Chimalhuacán contra las elecciones del 2 de julio. La Loba representa, desde luego, la podredumbre de un sistema político para cuya modernización no bastan una o dos elecciones nacionales. Personifica lo más atrasado del PRI pero sus excesos y miserias, formando parte de ese partido, son expresión de las indigencias de una (in) cultura política de la cual comulgan también otros partidos. La Loba pudo ganar influencia, atemorizar y delinquir en el vacío que significó en Chimalhuacán –igual que en quién sabe cuántos sitios más en este país– la ausencia de partidos políticos reales. Trece personas, según se aseguraba ayer, murieron el viernes en Chimalhuacán. Cien más están heridas. 

En ese crimen no puede descartarse la presencia de intereses externos a la disputa por el poder en aquel municipio. Sea como sea, ni este episodio ni la historia de desdichas sociales y abusos políticos que han padecido los habitantes de Chimalhuacán hubieran sido posibles sin el cacicazgo de La Loba. 

La agresión del viernes había sido prevista por el presidente municipal electo, Jesús Tolentino, quien asegura que días antes le advirtió al gobierno del Estado de México de la posibilidad de un choque muy violento cuando tomara posesión. Las autoridades estatales enviaron 200 policías que, durante cerca de media hora, permanecieron impávidos, dejando que centenares de personas fueran golpeadas y varias de ellas asesinadas. No recibieron la orden de actuar sino hasta que uno de esos policías también recibió un balazo. Hay muchos responsables de la masacre del viernes 18 en Chimalhuacán. Esos asesinatos no pueden permanecer impunes.

11 oct 2012

Veronica Mireya Moreno Carreón

Elementos de la Secretaría de Marina (Semar) lograron la detención de la primera mujer designada como jefa de una plaza de la organización criminal de Los Zetas en Sep de 2011 

Se trata de Verónica Mireya Moreno Carreón, La Flaka o La Vero, presunta jefa de la plaza de San Nicolás de Los Garza, Nuevo León, quien pertenece a esa organización criminal. De acuerdo con la dependencia federal, la detención de La Flaka se realizó luego de intensos trabajos de inteligencia que la Armada de México efectúa para coadyuvar en el mantenimiento del Estado de derecho en el norte del territorio nacional y en respaldo del pueblo neoleonés. 

 Funcionarios de la Secretaría de Marina revelaron que La Flaka fue designada como líder de la plaza por su habilidad para llevar a cabo diversas operaciones y por su crueldad, ya que tenía que ordenar y realizar ejecuciones y torturas, cobrar los “derechos de piso por extorsión”, los rescates por secuestros y traslado de droga, entre otras funciones. 

 La información de la dependencia precisa que Verónica Mireya Moreno Carreón presuntamente tomó el control de la plaza de San Nicolás de Los Garza en lugar de Raúl García Rodríguez, El Sureño, luego de que el mes pasado personal de la Armada de México lo aseguró en Monterrey. Tras la detención de El Sureño se logró asegurar posteriormente a José de Jesús Molina, Chuy o Mr. Chip, quien de acuerdo con información de inteligencia se dedicaba a proveer de equipos de comunicación a gente dedicada al crimen organizado vinculada precisamente con El Sureño. 

 Moreno Carreón se encontraba en la colonia Santa Fe Oriente cuando fue capturada en un vehículo con reporte de robo. La autoridad le aseguró un revólver .38 especial, cien dosis de polvo blanco con las características de la cocaína, 50 dosis de la droga conocida como piedra, dos paquetes de mariguana y seis teléfonos portátiles.

7 oct 2011

Samira Jassam


Una mujer sospechosa de reclutar a más de 80 mujeres terroristas suicidas ha confesado que ella organizó las violaciones, para luego convencerlas de que el martirio era la única forma de escapar de la vergüenza y redimirse. En el islam la violación es una de las mayores vergüenzas que puede sufrir una mujer, cuando una de las víctimas reporta la gresión sexual es repudiada y en muchas ocasiones incluso castigada, recibiendo latigazos por haber provocado el asalto.
Samira Jassam también conocida como Um al-Mumenin, que significa “la madre de los creyentes”, de 51 años de edad, fue arrestada el 21 de enero por la policía iraquí tras confesar haber organizado emboscadas a mujeres con el fin de que estas fueran violadas, los ataques se cuentan por decenas, afirmó el Mayor General Qassim Atta.
En un vídeo Samira Jassam hizo una confesión, en la que explicaba cómo las preparaba mentalmente para las operaciones de martirio, explicandolas que la única forma de evitar la vergüenza y redimir su culpa era dando su vida por la Yihad (guerra santa), después las mandaba con terroristas que proveían a las mujeres con los explosivos necesarios para inmolarse. Finalmente la madre de los creyentes llevaba a estas mujeres a los lugares donde estaban sus objetivos.
Samira confesó su responsabilidad por estas acciones, y confirmó que 28 intentos fueron preparados en la base de los terroristas, supuestamente ella está vinculada al grupo insurgente Ansar al-Sunnah.
Dos de los ataques de los que Samira Jassam ha admitido ser responsable en un video confesión tuvieron lugar en la provincia de Diyala, en el centro de Iraq, zona que es considerada una de las más peligrosas del país. Los reportes militares de la prensa asociada de EE.UU. muestran cifras que indican que por lo menos 36 mujeres terroristas suicidas intentaron o llevaron a cabo 32 ataques el año pasado. Con frecuencia las mujeres pueden pasar por los puestos de control militar sin ser revisadas, esto hace que sea más fácil para ellas ocultar explosivos bajo sus ropas tradicionales.
Tras ser capturada por la policía de Iraq, Samira confiesa sin remordimiento sus acciones, que por sus creencias religiosas son justificables por el Corán. Ahora es madre de sus colegas en una cárcel de Iraq ya que sus víctimas son mártires por la causa de Alá, mientras espera el juicio en su contra.

13 feb 2011

Griselda Blanco



Griselda Blanco organizó la distribución masiva de cocaína en Miami y Nueva York ampliando su nefasta influencia en 25 ciudades estadounidenses, convirtiéndose de esta manera en una de las piezas claves de los carteles colombianos en la década del 70, abriendo el camino a Carlos Ledher y Pablo Escobar.

Para mantenerse en el poder sembró la violencia y el terror en su mas siniestras modalidades. En ese entonces era una mujer bella pero sedienta de sangre. Para demostrar que no andaba en minucias no tuvo reparos en mandar al otro mundo a su primer marido y padre de tres de sus cuatro hijos, Carlos Trujillo, volándole los sesos con una ráfaga de metralleta que, ante las autoridades, dijo ser un accidente. Con otras variantes despachó a otros dos consortes ganándose con justicia el apelativo de Viuda Negra.

Su organización empezó a consolidarse en 1971 con las “burriers” que reclutaba en cabarets y lenocinios, creciendo su fama de bisexual. En pocos años ganaba montañas de dólares por lo que 1978 organizó su ejército de sicarios, a los que denominó Los Pistoleros, para afincarse en Florida. Uno de los tres sicarios sobrevivientes, Miguel "Paco" Sepúlveda fue el que organizó las sangrientas vendettas en los añosn 70 y princioios de los 80.

La leyenda de la Madrina llegó al clímax en 1979 cuando la mafiosa decidió acabar con las deudas a dos de sus competidores mediante el argumento indiscutible de las balas, en un tiroteo que puso en alerta a los agentes de la DEA sobre la amenaza real de esta perversa mujer. Los investigadores estadounidenses Guy Gugliotta y Jeff Lein,, en su libro “Los Reyes de la Cocaína” relatan este episodio en un capítulo denominado Dadeland y cuya primera parte reproducimos textualmente: En un calurosos día del mes de julio de 19979,m un camión Ford blanco de reparto entró en el aparcamiento del Dadeland Mall, el centro comercial más grande del sur de Florida. El observador atento habría notado que no se correspondían los letreros que llevaba a uno y otro lado. (“Happy Time Complete Party Suply”).

Las letras se habían trazado toscamente con pintura encarnada. Al pie de ellas figuraba un número de teléfono pero quien lo hubiera utilizado no habría tenido información sobre el suministro de artículos para fiestas.

(....)El vehículo blanco había llegado a Dadeland porque tenía una cita con Germán Jiménez Jiménez el cual efectuaría una compra en la Crown Liquors. Jiménez ocupaba lugar destacado entre los traficantes de cocaína de Miami: los hombres del camón se dedicaban a la misma actividad. Como Jiménez eran colombianos. ... A las 2.20 de la tarde Jiménez y Juan Carlos Hernández, su guardaespaldas de 22 años de edad, aparecieron en el aparcamiento de Dadeland en un sedán Mercedes Benz. Dejaron una automática Browning de calibre 9 mmm. Cargada en el suelo de la parte posterior y entraron desarmados en la Crown Liquors.

Pidieron una botella de Chivas Regal al dependiente Thomas Capozzi, el cual señaló a un estante de la derecha. Hernández fue en busca de la bebida. Precisamente entonces dos hombres se apearon del camión y avanzaron por el establecimiento. Uno asestó una Beretta 380 provista de silenciador contra Jiménez y abrió fuego. El otro le apoyó con una pistola ametralladora Ingram MAC-10. Los tiradores rociaron de balas a Jiménez y Hernández, haciendo añicos las botellas de los anaqueles. Hernández murió donde estaba: cayó de espaldas y el Chivas Regal quedó intacto en el pavimento junto a su codo izquierdo. Jiménez se desplomó de bruces, cuando quiso escapar hacia la entrada, con parte de la cabeza destrozada por cuatro o cinco proyectiles del calibre 45 de laMAC-10. Capozzi, herido por una bala perdida que le dio en el hombro derecho yb le desgarró el tórax, salió trastrabillando del establecimiento.

Los disparos se estrellaron contracajas de licor y vino, y el techo. El hombre de la MAC –10 gastó las treinta municiones del cargador y puso uno nuevo. Morgans Perkins, auxiliar de 18 años que almorzaba en la trastienda, corrió al oír la conmoción. Vio a un individuo de camisa alba y pantalón oscuro apretando el gatillo. Perkins se escondió detrás del mostrador, reptó hasta la puerta delantera, voló a través del aparcamiento y se metió debajo de un automóvil. (...) Con el propósito de cubrir su retirada, el trío del camión tiroteó indiscriminadamente cuanto había en el aparcamiento, En su frenesó, hicieron fuego contra su mismo espejo retrovisor. (...) Había una guerra de la cocaína , y hacía meses que aparecían cadáveres de los colombianos en Miami y el condado circundante de Dade.

La leyenda macabra de Griselda Blanco crecía con cada venganza de la mafia pero ella no solo ocupaba a sus sicarios para asuntos de negocios sino también personales. En 1982 empezó la persecución de Chucho Castro, uno de sus amantes que había escapado temeroso de terminar en el cementerio. Los pistoleros secuestraron a su hijo y le colocaron la metralleta en la cabeza. El hombre tuvo que regresar al lecho de amor hasta que la Madrina se cansó de sus lloriqueos y mandó que le volaran los sesos. La Viuda Negra inspiró tal miedo que ninguna persona se atrevía a atestiguar contra ella. Entre 1981 y 1984, Blanco comenzó a fumar una forma red para la distribución de cocaína y se comenta que su adicción, agudizado con el crack, le hicieron perder lentamente la razón. La Ley de Griselda empezaba a declinar en un crepúsculo de sangre y destrucción.