Nacida en Boston en 1854 (su nombre original era Nora Kelly), su madre murió cuando era aún una niña pequeña y su padre, un sastre, fue internado en un hospital psiquiátrico por tratar de coser los párpados de Nora. Pasó un breve tiempo en un orfanato y después se fue a vivir con la familia Toppan, quienes le cambiaron el nombre a Jane aunque jamás la adoptaron formalmente. Creció resentida con su madre adoptiva, quien era abusiva con ella y odiaba a su hermanastra Elizabeth, la consentida de la familia. A pesar de esto, llevó una vida más o menos normal hasta que, siendo una mujer joven, fue abandonada por su prometido, lo que le produjo una crisis nerviosa tras la cual trató infructuosamente de cometer suicidio.
En 1885 entró a la escuela de enfermería donde solía obtener excelentes notas, aunque algunos se sorprendieron por su excesivo interés en las autopsias. También comenzó a experimentar con los efectos de la morfina y de la atropina en los pacientes e, incluso, fue recomendada para trabajar en el prestigioso Massachusetts General Hospital. Eventualmente, fue dada de baja después de que dos pacientes murieron misteriosamente mientras se encontraban bajo su cuidado aunque otras fuentes mencionan que fueron varias docenas.
Tras este breve traspié, comenzó a trabajar como enfermera privada con cierto éxito, a pesar de algunas quejas de sus empleadores por pequeños robos. Aún así, era considerada una enfermera tierna y sensible quien regularmente se hacía cargo de los ancianos enfermos de las familias acomodadas de Boston. Sin embargo, demasiados pacientes morían bajo sus cuidados cuando les administraba sus “pócimas especiales”. A lo largo de dos décadas Jane acumuló un número incontable de víctimas que sucumbieron a sus mortíferos cocteles de morfina. Se dice que fueron 31 muertes, pero en realidad el número pudo haber sido mucho mayor.
Jane no solamente mataba pacientes. En 1895 mató a sus caseros y en 1899 a su hermanastra Elizabeth, a quien le administró una dosis letal de estricnina la cual, como se sabe, produce una muerte espantosa, con terribles dolores y convulsiones.
En 1901, Toppan se hizo cargo de el anciano Alden Davis y se instaló en su casa. Mató a la esposa y a Alden Davis, así como a dos de sus hijas. Luego regresó a su ciudad natal y comenzó a cortejar al viudo de su hermanastra (a quien Jane había matado) y asesino a la hermana de éste. Luego envenenó a su pretendido para poder hacerse cargo de él y devolverle la salud. Incluso, se envenenó a sí misma con el objeto de provocar la lástima de el pobre hombre. Sin embargo, el engaño no funcionó y fue expulsada de la casa.
Para entonces, las sospechas en torno a esta mujer habían crecido considerablemente y los sobrevivientes de la familia Davis pidieron un examen toxicológico de la hija menor del difunto Alden Davis. El examen, como es lógico suponer, demostró que ésta había muerto de una dosis letal de atropina y morfina.
Finalmente, Jane Toppan fue arrestada el 29 de Octubre de 1901.
Estando bajo custodia, Jane confesó haber cometido 31 asesinatos aunque se piensa que un número más realista sería entre 70 y 100. En el juicio, llevado a cabo en 1902, los médicos declararon que Jane Toppan había nacido con una “débil condición mental”. Estando en la corte, Jane dijo: “Esa es mi ambición. Matar más gente (más gente indefensa) que cualquier otro hombre o mujer que haya existido jamás”.
A pesar de todo esto, fue hallada no culpable por razón de insania (locura) y fue enviada al asilo de Tauton, en Massachusetts en donde pasó el resto de su vida hasta que murió, en Agosto de 1938 a la edad de 84 años.
Aunque los trabajadores del hospital la recuerdan como una anciana callada y tranquila, aún tenía fantasías homicidas. Algunas de las cuidadoras recuerdan haberla oído decir: “Traiga algo de morfina, querida, y vayamos al pabellón. Usted y yo nos divertiremos muchísimo viéndolos morir”
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