1 oct 2011

Susan Smith


Susan Smith nació en Union (Carolina del Sur, Estados Unidos) el 26 de septiembre de 1971, como Susan Leigh Vaughan. Su padre biológico se suicidó de un disparo cuando Susan tenía siete años. Además su padrastro, un acaudalado hombre de negocios de Union, la había acosado sexualmente cuando ella tenía dieciséis años. Susan intentó suicidarse a los trece años. No lo consiguió y volvió a tratar a los dieciocho.
Tenía diecinueve años cuando se casó con David, de veinte, gerente de la tienda local Winn-Dixie. Para 1994, la joven pareja había tenido dos hijos: Michael, de tres años y Alex, de catorce meses.
Por un tiempo el matrimonio pareció ser exitoso, pero antes de mucho tiempo las discusiones acerca de las infidelidades de uno y de otro sirvieron para colocarlos cerca del punto de ruptura. Finalmente, David se mudó y se estableció en su propio apartamento. Pero su deseo siempre era irse "de este maldito pueblo", solía decir. Su anhelo era dejar la pobreza y las costumbres pueblerinas. Quería una gran vida.
En octubre de 1994, su nombre fue noticia y hasta el presidente Bill Clinton se solidarizó con ella, porque se creía que sus dos pequeños hijos habían sido secuestrados. Mientras miles de voluntarios rastreaban una amplia zona, la rubia y atractiva Susan, de 26 años, clamaba por Alexander (14 meses) y Michael (3 años). "Hijitos, tienen que ser fuertes. Mamita los quiere mucho y pronto estaremos juntos otra vez", decía llorando frente a las cámaras de TV.
Según su relato, un joven negro la obligó a parar en la ruta y se llevó a sus hijos en el auto anunciando que pediría un rescate. Fueron diez días que conmovieron a EE.UU. La tevé repetía videos familiares con los nenes jugando con Susan y su marido, de quien estaba separada.
Pero el misterio terminó cuando la Policía local hizo un anuncio que estremeció a todos. Ante la presión de los investigadores Susan confesó que ella había llevado a sus dos hijos en el coche, les ajustó el cinturón de seguridad y después empujó el auto por una pendiente hasta que se hundió en el lago John D. Long. ¿El motivo? Susan quería cumplir su sueño de vivir la buena vida y se relacionó con el millonario del pueblo, Tom Findlay. Pero un día el hombre terminó la relación. Su argumento para la ruptura fue que no tenía interés en criar a los dos hijos que ella había tenido en un matrimonio anterior. "No quiero chicos dando vueltas", le dijo. Entonces, ella decidió matarlos.
La transformación de Susan Smith en nueve meses de prisión fue radical, al menos en su apariencia externa. La joven atractiva que pedía al país por televisión que le ayudara a encontrar a sus hijos, apareció en el juzgado pálida, obesa y mordiéndose las uñas. El vídeo de la reconstrucción de los hechos conmocionó a todos los presentes en el juicio. La cámara de vídeo instalada en el asiento trasero por la misma Susan reproducía con dramática lentitud el horror.
Al principio, el joven fiscal de Union pensó que sí, al igual que la mayoría de sus convecinos, dolidos por la traición de Susan. Pero un buen abogado, célebre defensor de la lucha contra la pena de muerte, y el paso del tiempo, fueron apagando las pasiones desatadas en un primer momento y terminaron decantando la cuestión hacia su «molino». El pasado 28 de julio, en apenas dos horas y media, un jurado de habitantes de Union -sus vecinos- decidió que Susan Smith no debía morir. Su sentencia fue la de cadena perpetua.
Dave Smith, el padre de Michael y de Alex, al que toda América vió, durante meses, hundido, anegado en lágrimas y roto por el dolor, había pedido que Susan fuese condenada a muerte y se declaró decepcionado por el veredicto. Su libro (Mi vida con Susan Smith) ocupa, ahora mismo, la segunda plaza de los best-sellers del New York Times.

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