25 mar 2016

Christine Falling


TOMADO DEL BLOG: ESCRITO CON SANGRE

“Una voz decía dentro de mí: 'mata al bebé', una y otra vez”. - Christine Falling

Christine Laverne Slaughter nació el 12 de marzo de 1963 en Perry, Florida (Estados Unidos). Fue hija de una chica llamada Ann, de 16 años de edad, y de Thomas Slaughter, un hombre de 65 años. Christine era la segunda hija de Ann. Su hermana Carol nació un año y medio antes. Desde el principio, la vida de Christine fue un reto. Su madre Ann a menudo se ausentaba durante meses. Cuando volvía a casa, siempre estaba embarazada. Durante los dos años siguientes después del nacimiento de Christine, Ann concibió dos hijos más, Michael y Earl. De todos los niños, Thomas Slaughter sólo reconoció a Earl como su hijo biológico. Los Slaughter eran muy pobres, al igual que la mayoría de las personas que vivían en Perry. Durante las ausencias de Ann, Thomas se preocupaba por los niños, llevándolos a los bosques en los que trabajaba. Pero después de que Thomas sufriera un accidente de trabajo mientras cortaba leña, Ann se vio obligada a quedarse con su familia. Después de que los niños a menudo eran rotados con los miembros de la familia para que los cuidasen, Ann los abandonó de manera definitiva, dejándolos en un banco de un centro comercial de Perry.

Tras pasar un tiempo en un orfanatorio, una pareja se fijó en ellos. Dolly Falling quería ser madre, pero era incapaz de tener hijos. Su marido Jesse estaba obsesionado con tener niños y decidieron adoptar a Carol y Christine, quienes cambiaron su apellido a Falling. Al principio, las pequeñas disfrutaron de una atmósfera amorosa en la casa de los Falling, pero, según iban haciéndose mayores, se desarrolló un amargo resentimiento surgido entre los padres y las hijas. La vida de las dos niñas en el hogar de los Falling era inestable. Christine era epiléptica y sufría de convulsiones. También tenía severos problemas de aprendizaje y un desarrollo físico anormal. Era poco atractiva, obesa y tenía una mirada vacía. Se produjeron discusiones fuertes, algunas tan duras que tuvo que intervenir la policía. Desesperados, los Falling enviaron a Christine, de nueve años, y a Carol, de once, al centro de Great Oaks Village en Orlando, donde aprenderían a comportarse. Un año más tarde, las chicas volvieron junto a sus padres, sin presentar mejoría en el aspecto emocional. Las peleas continuaban. Las jóvenes se fueron de casa. Carol encontró un trabajo, mientras que Christine volvió con su madre natural. Desde temprana edad, Christine demostró rasgos de personalidad que eran preocupantes. Padecía graves ataques de ira y comportamiento antisocial. Por ejemplo, desarrolló una fascinación por torturar gatos. Gozaba estrangulándolos y a veces los dejaba caer desde muy alto, para comprobar si en efecto tenían nueve vidas. Disfrutaba del esfuerzo del animal por salvarse y del sonido de sus cuerpos al estrellarse contra el suelo, reventando. Una y otra vez hizo lo mismo.
Jesse Falling fue detenido dos veces por abusar sexualmente de Carol. La primera ocasión terminó con un jurado en desacuerdo y la segunda vez, Dolly Falling retiró los cargos. En 1977, Christine, de 14 años de edad, quien ahora pesaba más de cien kilos, se casó con un chico que apenas conocía y que era su hermanastro. El matrimonio se convirtió en un maratón de peleas de seis semanas. La pareja se separó. Después de que su matrimonio fracasó, Christine desarrolló una compulsión por ir a la sala de emergencias del hospital. Cada vez se quejaba de diferentes enfermedades que los médicos no lograban diagnosticar. Una vez que fue a quejarse de un sangrado, lo que resultó ser su período menstrual regular. Otra vez afirmó que una serpiente la había mordido, lo cual era mentira. Durante dos años, fue al hospital más de cincuenta veces. La necesidad de atención de Christine se había trasladado a recibir atención en el hospital. Estaba desarrollando el síndrome de Munchausen, un trastorno en el que los afectados buscan la atención exagerada y exclusiva del personal médico, presentando síntomas exagerados de enfermedades o heridas autoinfligidas.

Al dejarla su marido, Christine se vio obligada a mantenerse sin ayuda. Estaba obesa, era semianalfabeta y no tenía potencial intelectual. Sólo había un área en la que Christine parecía tener una habilidad natural: adoraba a los niños y le encantaba cuidar de ellos. Con el tiempo, se convirtió en una niñera profesional. Los padres confiaban en ella y ella disfrutaba al estar con los niños. O al menos eso parecía. El 25 de febrero de 1980, Christine estaba cuidando de Cassidy Mae Johnson, una niña de dos años, a la que todo el mundo llamaba “Muffin”. La pequeña había disfrutado de una perfecta salud hasta que ocurrió algo terrible. Sin aviso alguno, según Christine, la pequeña perdió el conocimiento. La niña fue trasladada a la consulta de su pediatra. Al principio, el médico pensó que podría ser una encefalitis, una inflamación del cerebro causada por una infección. Sin embargo, sospechaba de un golpe que encontró en la cabeza de “Muffin”. Christine le explicó que la niña, poco antes de perder el conocimiento, se había caído de la cuna.

El doctor trasladó a la niña al Centro Médico Regional Memorial de Tallahassee. Christine llevó a “Muffin” en sus brazos de camino al hospital. De vez en cuando, la bebé lloraba. Durante dos días, la pequeña luchó entre la vida y la muerte. Al tercer día, murió. La autopsia indicó que había sufrido un pequeño golpe en la cabeza, como había mencionado Christine anteriormente. Fue una de esas tragedias inexplicables. Nadie estaba más afectada y triste que Christine Falling. Sin embargo, uno de los médicos no estaba de acuerdo y sospechaba que el bebé no había muerto de causas naturales. Sugirió que la policía debería hablar con Christine, pero los investigadores hicieron caso omiso. Poco después del incidente, Christine se trasladó a Lakeland, Florida (Estados Unidos).

Un año más tarde, le pidieron a Christine que cuidara al niño de un familiar lejano, Jeffrey Davis, un pequeño de cuatro años de Lakeland, Florida (Estados Unidos). Según Christine, el pequeño Jeffrey estaba durmiendo felizmente cuando se dio cuenta de que el niño había dejado de respirar. Una autopsia indicó que la causa de la muerte fue miocarditis.
Aunque parezca increíble, tres días más tarde Christine estaba cuidando del pequeño Joseph Spring, de dos años. Sus padres estaban en el funeral de Jeffrey Davis. El niño no sobrevivió a su siesta. Una vez más, la causa de la muerte se atribuyó a miocarditis, una inflamación del tejido muscular del corazón. Un extraño fenómeno tuvo lugar entre los familiares y amigos de Christine. La propia Christine perpetuaba los rumores. Habían muerto tres niños en menos de un año sin explicaciones concretas. Cada vez que eso ocurría, la niñera era Christine. ¿Era portadora de alguna enfermedad contagiosa? Christine les comentaba a sus amigos que a lo mejor estaba poseída por alguna maldición. Pero todos intervenían para calmar a la torpe Christine, diciéndole que eran coincidencias desafortunadas.

Christine decidió hacer algo diferente que no tuviera que ver con niños. Aceptó un puesto de ama de llaves en la casa de William Swindle, un anciano de 77 años. El primer día de trabajo, Swindle murió. Nadie culpó a Christine. Después de todo, Swindle era un hombre mayor. En el verano de 1981, Christine volvió a su primera pasión, niñera. Acompañó a Geneva Daniels y a su hija de ocho meses, Jennifer, al doctor. Tenían que vacunar a la bebé.

La pequeña Jennifer lloró tras recibir las vacunas. Al volver a casa, la señora Daniels paró a comprar pañales en el supermercado, dejando a Christine y a la bebé en el auto. Cuando la señora Daniels volvió, Jennifer estaba muerta. Christine le explicó que todo había ocurrido en una décima de segundo. En un momento Jennifer estaba viva y pataleando, y un minuto después había parado de respirar. Llevaron a la niña rápidamente al hospital, pero todos los intentos por resucitarla fracasaron. La muerte se atribuyó al Síndrome de Muerte Súbita Infantil.

A pesar del reguero de muertes que parecía seguirla, Christine consiguió un novio. Vivía en una casa rodante de Blountstown con el chico. El 2 de julio de 1982, Lisa Coleman dejó a su hijo Travis, de diez meses de edad, en la casa de Christine para que pasara la noche. Christine declaró que Travis Coleman estaba bien durante la noche, pero que cuando ella se despertó el bebé estaba muerto. Una autopsia reveló que la muerte se había producido por falta de oxígeno, pero se desconocía cómo y por qué se interrumpió la entrada del mismo. Sin embargo, se descubrió que el niño tenía heridas internas, indicando que había sido asfixiado.
Era demasiado. Cinco niños y un adulto en menos de dos años y medio. Christine tenía un promedio de una muerte cada seis meses. Ahora las sospechas se centraban únicamente en la niñera. Se le internó en un hospital, donde fue examinada por un psiquiatra. Mientras permanecía internada, se le acusó formalmente de tres casos de asesinato en primer grado.

Christine confesó algunos de los asesinatos. Dijo: "No sé por qué lo hice, no me gustaba. Ya sabes, parecía sencillo, pero no lo era. Le puse una mantita sobre su cara. Una voz me decía dentro de mí: 'mata al bebé', una y otra vez. Después me daba cuenta de lo que había pasado".

Para evitar la pena de muerte en el Estado de Florida, Christine Falling hizo un trato y se le permitió declararse culpable del asesinato de Cassidy Johnson, Jennifer Daniels y Travis Coleman. Fue sentenciada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional en 25 años.

Dijo a los detectives que había aprendido cómo matar mirando programas de televisión. En una confesión grabada, describió los motivos de cada crimen. Según Falling, “Cassidy Johnson fue suprimida porque era muy ruidosa. Jeffrey Davis me volvía loca o algo así. Yo ya estaba loca por la mañana. Yo sólo lo saqué y comencé a ahogarlo hasta que estaba muerto.

 “Joe dormía la siesta cuando no supe qué pasó. Recibí el impulso y quise matarlo, Mi sobrina Jennifer murió porque lloraba continuamente y llorando y llorando me volvía loca, así que sólo tuve que poner mis manos alrededor de su cuello y la estrangulé hasta que ella se calló. Travis Coleman sólo estaba durmiendo cuando lo maté. Una voz decía dentro de mí: 'mata al bebé', una y otra vez”.

El 17 de septiembre de 1982, Christine Falling se declaró culpable de asesinato y recibió dos cadenas perpetuas.

Después de algunos años de prisión, admitió haber estrangulado también al anciano William Swindle, aunque no especificó sus motivaciones para ello.


En 2006, Christine Falling solicitó libertad condicional y se le negó. Su próxima audiencia se fijó para septiembre de 2017.

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