25 mar 2016

Cibell Naime


Tomado del blog: Escrito con Sangre 

Cibell Naime Yordi nació el 24 de enero de 1976, en la ciudad de Caracas (Venezuela). Fue hija de Shauki Naime y Salam Yordi de Naime. Su familia residía en Prados del Este, una urbanización de clase media alta enclavada en los cerros que flanquean al valle de Caracas por el sureste, donde la mayoría de sus calles son cerradas o privadas. Cuando fue construida a mediados del siglo XX, se promocionaba como una idílica campiña a sólo diez minutos de la bulliciosa ciudad; hoy en día está rodeada por complejos industriales, centros comerciales y barriadas populares, aunque continúa aislada. Sus calles tienen nombres que aluden a santos o a la naturaleza, y en cada una de sus parcelas se erigen enormes construcciones de diversos estilos arquitectónicos. En una de aquellas casas residía la familia Naime Yordi, cuyos miembros se regían por los ritos y tradiciones del drusismo, uno de los dieciocho grupos confesionales que conviven en el Líbano, su país de origen. El jefe de la familia era el médico obstetra Shauki Naime, quien prestaba servicios en la clínica Santa Sofía y era uno de los principales accionistas de la firma Digital Médica.

El doctor Naime siempre manejó la crianza y educación de sus hijos con extrema severidad y no dudaba en utilizar los golpes si los consideraba necesarios. Su hija Cibell era plenamente consciente de aquello. En 1994, a sus dieciocho años, era una chica menuda, de tez morena y hermosos ojos negros, destinada por sus padres a contraer nupcias con un joven de fe drusa, de acuerdo a las costumbres que rigen en el Líbano. Quienes la conocieron la recordarían como una persona emocionalmente inestable y temerosa, que sin embargo no dudaba en meterse en problemas; problemas que generaban la ira de su padre y atraían sobre ella terribles castigos. A la edad en que muchos jóvenes estudiaban los primeros semestres universitarios, Cibell aún cursaba un combinado de tercero y cuarto del bachillerato por parasistema. El doctor Shauki y su esposa Salam esperaban que su hija culminara la educación media para llevarla al Líbano a cumplir con el contrato matrimonial; sin embargo, el destino les tenía preparado otro sendero.

En 1992, un joven llamado Miguel Tauil Musso se graduó como abogado; tenía 28 años. Quizás por cumplir con alguna tradición familiar escogió cursar la misma carrera de su padre, pero al egresar de la universidad optó por dedicarse a la cría y venta de animales de raza. El centro de operaciones de su pequeña empresa era la casa en la que aún vivía con sus progenitores. Miguel contaba con un socio, su joven amigo de 19 años Juan Carlos González, estudiante del primer año de Farmacia de la Universidad Santa María; se promocionaban por medio de avisos de prensa y en muchos casos llevaban las mascotas a domicilio.

A finales de noviembre de 1994, Cibell leyó un anuncio en un periódico, donde se ofrecían gatos de angora en venta. Llamó para averiguar precios, se interesó y decidió comprar uno de los felinos. La tarde del 6 de diciembre de 1994, Miguel Tauil estacionó su automóvil a la entrada del Colegio Minerva de Prados del Este, instituto que impartía educación secundaria para adultos; antes de abrir la portezuela miró por el espejo retrovisor, tomó con mucho cuidado una cesta en la que traía un cachorro de gato de angora, verificó el nombre de la persona a quien debía ver en aquella escuela y descendió del vehículo. Apenas verlo con el gato en las manos, una chica salió a su encuentro y se presentó; dijo llamarse Cibell, la persona que lo contactó telefónicamente. La transacción había sido acordada en 20,000 bolívares, monto que ella cubrió con un cheque. Miguel Tauil le entregó el animal, se metió el cheque en el bolsillo de la camisa y abordó el carro. Antes de partir, pudo ver el rostro radiante de Cibell mientras jugueteaba con el gatito. A su alrededor, otros estudiantes dialogaban animadamente. Miguel Tauil no podía imaginar que gracias a aquella transacción, sólo le quedaba una semana de vida.
La tarde que Cibell llegó a su casa con el gato, la chica estaba bastante nerviosa; sabía que sus padres le preguntarían por el animal, así que decidió mentirles diciéndoles que una amiga se lo había regalado. Un escalofrío de terror recorrió su espina dorsal cuando vio la dura mirada de desconfianza que le devolvió su padre, quien no se tragó aquella historia. El temor de la chica estaba bien fundamentado, pues en el afán de poseer la mascota había cometido una terrible falta: como no tenía dinero para pagar el precio del gato, sustrajo uno de los cheques del doctor Naime y falsificó su firma. Si el asunto se descubría, como era de prever, a Cibell Naime no le esperaba nada bueno. Esa noche, la chica se encerró en su cuarto con el pequeño animalito. Meticuloso y ordenado como era, Shauki Naime procuraba llevar un riguroso control de sus papeles. Fue así como cayó en cuenta que parecía faltarle un cheque. Revisó los talonarios y comprobantes y confirmó que de una de sus chequeras del Banco Unión alguien había sustraído un cheque; de inmediato reunió a la familia e interrogó a cada uno de sus hijos, pero todos negaron saber algo; sin embargo, por la expresión de Cibell, el médico comenzó a sospechar de ella.

La muchacha estaba aterrada, sabía que su padre investigaría que había pasado y al enterarse le propinaría una tremenda paliza. Sus castigos eran legendarios; en una ocasión, sólo por haber engordado unos kilos la hizo hincarse de rodillas toda una noche; ¿qué podía esperar entonces por robarle un cheque, falsificar su firma y mentirle? Decidió que llamaría a Miguel Tauil para pedir que le devolviera el cheque, con la excusa de llevarle el dinero en efectivo; pero era demasiado tarde, pues ya lo había cobrado. Le pidió entonces que le reembolsara el dinero y el hombre se negó. La chica no sabía qué hacer; por irresponsable enfrentaba un gran problema y muy pronto reaccionaría como una fiera que asustada y furiosa se ve de pronto cogida en una trampa. Esa semana llamó a Tauil varias veces; primero exigió, luego pidió y finalmente suplicó la devolución del dinero. Todo fue en vano, el vendedor de mascotas se negó siempre. Cibell insistió hasta que supo que no había nada que hacer ante la firmeza de aquel hombre. Fue cuando su alterada mente comenzó a fraguar el macabro plan que la haría tristemente célebre. El martes 13 de diciembre de 1994, la mala suerte para las familias Tauil y González llegó a bordo de un taxi. En la mañana de ese día, alguien que dijo llamarse Adriana se comunicó al número de los Tauil y pidió hablar con Miguel. La mujer mostró interés por una pareja de perros salchichas que el vendedor ofrecía en los avisos clasificados; propuso que se vieran a las 14:00 horas en una panadería cercana al centro comercial Plaza Las Américas de El Cafetal, pero Miguel le sugirió que mejor subiera hasta su casa en Los Naranjos y así podría escoger las mascotas que quisiera. A la mujer le pareció bien y acordó estar allá en la tarde. Cuando colgó el teléfono, Cibell tenía un ligero rubor en las mejillas. Hizo un gran esfuerzo para fingir la voz y al parecer la treta dio resultado; sin embargo había tenido que hacer una ligera modificación de su plan: ahora, a petición del vendedor de mascotas, tendría que llegar hasta su propia casa para conversar con él, pero no importaba, lo que realmente le interesaba era tener la oportunidad de hablarle personalmente y pedirle por última vez que le devolviera los veinte mil bolívares. Estaba segura de que si lograba el reembolso, podría disminuir la furia de su padre. Ese día no podía fallar, así que para asegurar el éxito llevaría consigo una pistola calibre 7.65 que el doctor Shauki guardaba en el armario. Si Miguel se negaba, lo amedrentaría con el arma. A la hora acordada, el taxi la dejó en la entrada de la urbanización Los Naranjos. 

La señora Mirtelina Musso de Tauil, madre de Miguel, siempre recordaría a la persona que llegó a su casa la tarde del 13 de diciembre como “una jovencita de modales bruscos”, que apenas entrar preguntó por su hijo. Ella le dijo que Miguel estaba en su habitación y que pronto bajaría a verla. Le ofreció una taza de café que la chica tomó a sorbos lentos, mientras miraba en derredor. El timbre de la Quinta Taumus volvió a sonar. Esta vez era Juan Carlos, el socio de su hijo. Mientras el joven saludaba, Cibell repasaba mentalmente lo que iba a decir; sabía que Miguel la reconocería al verla y entonces tendría que inventar una excusa que le sirviera para justificar su presencia y además le permitiera sacarlo de la casa a otro sitio: allí con su madre no podía actuar. Al bajar Miguel, le dijo que la persona que estaba interesada en los perros era una tía de ella, quien esperaba en su auto a la entrada de la urbanización, pues al no ser de la zona los funcionarios de la garita de vigilancia no le permitieron el paso. Miguel y el recién llegado Juan Carlos se ofrecieron amablemente a ir a buscar a la señora. Fue la peor decisión que pudieron tomar en su vida.

La propia Cibell Naime relataría lo que ocurrió: “Esa tarde llegué en un taxi a Los Naranjos, me bajé frente a la garita de seguridad donde habían cuatro vigilantes e hice el trayecto a pie hasta la Quinta Taumus. Allá fui recibida por la mamá de Miguel, quien me dio a tomar café. A los muchachos les inventé que una tía mía esperaba en la garita de vigilancia; así que salimos a buscarla en la camioneta Toyota Samurai de Miguel, yo me senté en el asiento posterior y antes de llegar a la entrada de la urbanización volví a pedir que me devolvieran el dinero. Como Miguel se negó, saqué la pistola que traje de casa para asustarlo y obligarlo a que me diera la plata. Entonces se produjo un forcejeo dentro de la camioneta, fue cuando le disparé a la cabeza. Cuando vi lo que había hecho me volteé hacia Juan Carlos que me miraba aterrado y le dije: ‘Perdóname, discúlpame, yo no soy mala, pero no te puedo dejar vivo porque tú viste todo’. Entonces lo maté. Asustada, me bajé de la Samurai y caminé hacia la salida. Aproveché que un taxi venía pasando, lo abordé y así salí de la zona”. Al día siguiente, el caso era reseñado por la prensa como “El doble crimen de Los Naranjos” y era uno de los tantos hechos sangrientos dentro de la ola de asesinatos que estremecía a la ciudad en esa época. Al principio la información era confusa, se decía que una banda capitaneada por una mujer trigueña había secuestrado a los dos hombres con la intención de asaltar sus viviendas; al negarse estos, los habían matado fríamente. Se planteó también la posibilidad de una venganza, tomando en cuenta que Miguel Tauil era abogado; del caso se encargó la División contra Homicidios de la Policía Técnica Judicial a cargo del comisario Leonardo Díaz Paruta. Comenzó una serie de detenciones preventivas y se citó a los principales testigos: la madre de Miguel Tauil y los cuatro vigilantes que habían visto entrar y salir a la mujer. La policía elaboró un retrato hablado que enseguida se mandó a la prensa y al no conseguir pistas sólidas, la investigación se enfocó en el círculo de amistades del abogado asesinado. El dolor y la sorpresa se reflejaban en los rostros de las familias Tauil y González, que no acertaban a explicarse qué podía haber pasado. Ninguno de sus hijos tenía enemigos. ¿Quién podía estar interesado en matarlos de esa manera fría y cobarde?

Dos días después del crimen, el gerente del Banco Unión de la Agencia Tamanaco saludó cortésmente al doctor Naime y le ofreció una taza de café mientras un empleado iba en busca de la información requerida por éste. En días pasados, uno de sus cheques había desaparecido y él necesitaba saber si alguien había hecho uso del mismo. No tardó mucho en enterarse de que el cheque fue pasado por taquilla y pagado por el monto de 20,000 bolívares. El doctor quiso saber quién lo había cobrado y los funcionarios del banco le suministraron la información. El cobro fue hecho por el abogado Miguel Tauil Musso. “¿Hay alguna manera de comunicarse con esa persona?”, preguntó el Dr. Shauki. “Afortunadamente sí, tenemos su número telefónico”, respondió el gerente. Ese mismo día, el Dr. Naime llamó y lo atendió el señor Antonio Tauil, padre de Miguel. Al oír que aquella persona inquiría por su hijo, Antonio le preguntó que si la llamada era por alguna mascota. Naime le dijo que no, pero que necesitaba preguntarle algo. Fue cuando Antonio Tauil le dijo que su hijo estaba muerto: al parecer había sido asesinado por una banda de atracadores. El doctor Naime, muy apenado, se excusó y brindó sus condolencias. Al colgar el teléfono ya sabía quién le había sustraído el cheque y para qué. Lo que no podía imaginar era que la asesina de Miguel Tauil compartía el mismo techo con él. Aquella noche la muchacha recibió una golpiza que la dejo inconsciente, su padre estaba realmente indignado, ¿Acaso él no le había procurado la mejor educación posible? ¿Por qué su hija había salido tan rebelde, por qué no respetaba como debía a sus mayores, por qué mentía y le robaba a su propio padre? Algo malo tenía que haber en esa chica. Abajo, la señora Salam oía con angustia los gritos de su esposo, temía por lo que pudiera pasarle a su hija. Unos días más tarde, ya recuperada de la tunda, Cibell se dedicaba a disfrutar de las vacaciones decembrinas. Su padre no la había vuelto a golpear, pues en los primeros días de enero tenía planeado ir con toda la familia a visitar a unos parientes en los Estados Unidos; sin embargo, necesitaba mitigar el rencor que lo quemaba por dentro. Al regresar del viaje, volvería a ajustar cuentas con Cibell. El 4 de enero de 1995 toda la familia salió rumbo a los Estados Unidos.

Mientras tanto, el comisario Díaz Paruta y sus hombres se manejaron con varias hipótesis. Durante todo el mes de diciembre procedieron a interrogar a los conocidos, familiares y amigos de Miguel y Juan Carlos. Así mismo, realizaron varias ruedas de reconocimientos con jovencitas que tenían antecedentes, basándose en el parecido que pudieran presentar con el retrato hablado. Los detectives sabían que en aquel caso se encontraban en un callejón sin salida, pues ninguno de los dos muertos parecía tener problemas con nadie; por el contrario, habían sido personas muy apreciadas en sus respectivos círculos sociales. ¿Cuál podía ser el móvil? Las pistas estaban por el lado de la última persona que los vio con vida, aquella extraña chica que decía llamarse Adriana y que los sacó de casa con la excusa de ir a buscar a una tía. Comenzó una revisión de los papeles de Miguel y Juan Carlos, revisaron sus movimientos bancarios y los libros donde registraban los ingresos y egresos, cada información asentada fue investigada hasta que dieron con aquel cheque: de todos los movimientos, era el único que presentaba irregularidades. El dueño de la cuenta había afirmado en el banco que aquel cheque le había sido sustraído y su firma había sido adulterada. Con esto parecía haber un móvil; al profundizar supieron que aquel instrumento bancario fue usado para pagar un gato de angora. La persona que hizo el pago era Cibell Naime, la propia hija del propietario de la cuenta. Cuando los detectives quisieron ir a buscarla supieron que toda la familia se había ido de viaje. Decidieron esperar a que retornaran. Cuando los Cibell Yordi llegaron del viaje, el doctor Shauki se sacó la espinita que traía desde diciembre y le dio una segunda golpiza a su hija, con lo que le dejó severos hematomas en el rostro. Al día siguiente, miércoles 18 de enero, los policías llegaron a su casa y detuvieron a Cibell y a todos los que en ese momento estaban allí: sus hermanos y a una tía.

Enterado por su esposa de lo ocurrido, el Dr. Naime fue a averiguar el motivo de la detención. Se identificó y le preguntó a un detective que si aquello tenía que ver con el cheque. Se quedó de una pieza cuando el policía le dijo que sí, pero que lo más grave tenía que ver con un doble homicidio presuntamente realizado por su hija, en el intento de recuperar el cheque robado. Shauki Naime se derrumbó: por primera vez se sintió culpable por haber acorralado a su hija hasta el extremo de impulsarla a cometer aquellos homicidios. Apesadumbrado dijo que había sido en extremo duro con sus hijos, pues creía que era la mejor manera de educarlos. Lamentó la muerte de las dos personas y aseguró que su hija siempre había presentado problemas de conducta, pero que era una buena muchacha. “Mi hija no es drogadicta, fue educada en el seno de una buena familia. Tampoco tiene problemas mentales. Lamento sinceramente todo lo ocurrido”.
Convicta y confesa, Cibell Naime Yordi enfrentó el juicio por el homicidio de dos personas. El sábado 21 de enero fue sometida a exámenes psiquiátricos, estos arrojaron que se trataba de una persona completamente normal. Al ser interrogado por los periodistas acerca de los que pudo haber motivado aquella conducta de la chica a todas luces irracional, el comisario Díaz Paruta aseguró que una persona aterrorizada puede actuar así. Ese sería el comienzo de una larga batalla legal, en la que unos pedirían el perdón y la libertad de Cibell y otros exigirían que fuese castigada con todo el rigor de la ley. Para el lunes 23 de enero estaba pautada la rueda de reconocimiento, pero tuvo que ser suspendida a petición de la fiscal 66 del Ministerio Público, ya que Cibell tenía el rostro completamente golpeado a causa de la paliza que le había dado su padre días antes. Al doctor Shauki Naime se le abrió un expediente por lesiones personales. El martes 24 de enero, día en que Cibell cumplía 19 años, fue llevada en una patrulla a Los Naranjos para efectuar la reconstrucción de los hechos. Allí narró paso a paso todo lo que había ocurrido el día del crimen.
Como lugar de reclusión se designó el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF), ubicado en la ciudad de Los Teques, estado Miranda. El caso sería conocido en primera instancia por el juez 25 Cristóbal Ramírez Colmenares, quien la sentenció a treinta años de cárcel por homicidio intencional calificado por motivos fútiles, con alevosía, premeditación y empleo de astucia. Un año más tarde, la defensa apeló aquella decisión ante el Tribunal Sexto Superior Penal, a cargo de la juez Clotilde Condado, alegando inestabilidad psicológica basándose en un informe médico; según aquel informe, la muchacha presentaba “trastorno mixto de conducta tipo borderline”, lo cual implicaba que Cibell presentaba varios tipos de personalidad, hecho que habría provocado la pérdida repentina del control de sus actos, durante el lapso en el cual fueron cometidos ambos asesinatos.

El juicio

Dos años después, el 18 de diciembre de 1998, la juez Condado ratificó la decisión tomada en primera instancia, por considerar que la joven estaba plenamente consciente de sus actos y actuó por voluntad propia. Así que seguía en pie la condena a treinta años de cárcel. En ese mismo acto se le sobreseyó el delito de porte ilícito de arma, por estar prescrita la acción penal. De acuerdo con la sentencia, Cibell Naime cumpliría su pena el 6 de marzo de 2022, a las 23:45 horas. Esta fue una de las primeras sentencias a treinta años dictadas en el país.

El 27 de abril de 2001, cuando Cibell Naime sólo había purgado seis años de la pena, la juez octava de ejecución, Norma Pérez Díaz, de manera extraña, le otorgó el beneficio de redención de la pena por destacamento de trabajo, lo que ponía a la doble homicida prácticamente en la calle. Esta decisión fue inmediatamente apelada por el Ministerio Público, que alegó la existencia de un conjunto de incongruencias y contradicciones en el escrito de la juez, entre las que se destacaba que la chica presentó conducta agresiva con sus compañeras y los guardias del penal de manera reiterada, al punto de llegar a quemar el colchón donde dormía. Pero lo más grave de todo fue el descubrimiento por parte del Ministerio Público de un oficio emitido por la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería, en el cual se señalaba que el 11 de abril del 2001, unos días antes de la decisión de la juez Pérez Díaz, se renovó el pasaporte número 004624, perteneciente a Cibell Naime Yordi, lo que podría significar un peligro de fuga por parte de la asesina.
Con esta apelación del Ministerio Público se detuvo momentáneamente cualquier decisión tendente a lograr la liberación de Cibell Naime. Sin embargo, el 28 de julio de 2004 la Sala 7 de Apelaciones le otorgó a la chica el beneficio de prelibertad o libertad condicional y se le designó como nuevo sitio de reclusión el Centro Comunitario de Los Chorros. Allí debía cumplir una serie de normas, como no ingerir licor y someterse a un estricto tratamiento psicológico y educativo. A los veinte días de estar en ese sitio podría salir los domingos para regresar el mismo día. Por aquella fecha ninguno de los familiares de Cibell, con excepción de un tío, se hallaban en Venezuela: todos estaban de regreso en el Líbano. En septiembre de ese mismo año, la Corte de Apelaciones presidida por el juez Maikel Moreno, otorgó un beneficio de libertad a Cibell Naime Yordi, fundamentando la polémica decisión en “la preparación académica y la buena conducta de la penada”. En esa fecha, Cibell Naime Yordi había pagado apenas nueve años de los treinta que se le habían impuesto; el resto de la condena la terminaría de purgar bajo el régimen de presentación.

Cibell, ya de 29 años de edad, debía presentarse cada quince días ante el juzgado que concedió la medida, para dejar constancia de su sometimiento a las disposiciones del sistema penal. Sólo bastaba cumplir con esta exigencia para no regresar al reclusorio. “Asistió en muy pocas ocasiones. El 15 de diciembre de 2004 le indicó al juzgado que tenía que operarse y, por ello, pidió un permiso para sus comparecencias. No regresó más”, afirmó Antonio Tauil, el padre de Miguel. Mientras, se exhibía con su novio y disfrutaba de la buena vida, comiendo en restaurantes lujosos y bebiendo en abundancia. En enero de 2006, los representantes legales de las víctimas apelaron la medida ante los órganos correspondientes. “Mi hijo era muy apasionado con los animales, en la casa llegamos a tener hasta dos venados, gatos, conejos, gallinas, perros, de todo”, recordaría con nostalgia el padre de Miguel. “Ese hombre (Naime) tenía caballos y yeguas y uno de ellos se llamaba Cibell, ahí puedes ver el vínculo entre ellos. El día que la golpeó se acababa de enterar de que su hija había matado a dos personas, la acababa de descubrir. Cibell era una malandra, fumaba a escondidas, se escapaba de la casa. Todas las referencias que obtuvimos después eran terribles”. Poco después el Tribunal Supremo de Justicia revocó la libertad y pidió a los cuerpos de seguridad la captura de la condenada; no obstante, Cibell no conoció más celdas. Atrás quedaron los recuerdos del Instituto de Orientación Femenina, de la Cárcel de Tocuyito y de la Penitenciaría General de la República. Le faltaban por pagar dieciocho años de su sentencia y decidió escapar. Su familia vivía en la zona oriental del país y Shauki Naime continuaba trabajando en Caracas. Se cree que ellos apoyaron su fuga. Nadie volvió a verla durante un tiempo.


El 3 de diciembre de 2008, otro de los hijos de Shauki Naime, Fouad Naime Yordi, fue secuestrado por dos sujetos armados cuando abría su tienda de pinturas, ubicada en la avenida Miranda, del municipio El Tigre, en el estado Anzoátegui. El padre pagó el rescate y el hombre fue liberado doce horas después. 

1 comentario:

  1. la asesina pagó solo 6 años y se fue feliz.......las hijo de putadas de la vida. Pobre muchachos asesinados.

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