La familia feliz que parecían componer Genevieve Lhermitte y Bouchaib Mokadem no lo era tanto. La madre que el miércoles, cuchillo en mano, dio muerte a sus cinco hijos pequeños se encontraba, efectivamente, en tratamiento psiquiátrico, víctima de una depresión que la agobiaba desde hace seis años. Por lo visto, se sentía desbordada por las obligaciones domésticas y familiares y su marido, frecuentemente de viaje, no le resultaba un apoyo suficiente para hacerles frente.
La explicación última de la tragedia vivida esta semana en la pequeña localidad belga de Nivelles parece ocultarse, por lo tanto, en los recovecos de la fragilidad humana, aunque una serie de circunstancias –las ausencias frecuentes del marido, su extracción cultural radicalmente distinta de la de Genevieve, los antecedentes familiares de esta–, apuntan un cuadro complejo en el que los altos niveles de exigencia personal de la madre para con sus hijos, y unos patrones de comportamiento resultantes, por lo visto, más de un modelo idealizado de convivencia que de la realidad de la pareja, habrían terminado abocando a Genevieve a una contracción básica de la que no supo salir ni con apoyo psicológico, y que intentó conjurar acabando con el motivo de sus desvelos –sus hijos–, y con su propia vida.
En Bélgica, ayer, la tragedia era motivo de congoja común. A falta de una explicación formal de lo sucedido, que la Justicia prepara tras haber oído al marido, y con Geneviève recuperándose de sus heridas, afloraban circunstancias de la vida de la pareja que pueden haber desempeñado algún papel en el drama.
Geneviève, por ejemplo. De ella dice Catherine, una de sus dos hermanas, anoréxica, que se crió en una familia que veía a las tres como inútiles, chicas que no acertaban en los estudios. Catherine dice que Geneviève quería crear una gran familia, y encontrar el cariño que había echado en falta en su hogar. Profesora, abandonó su profesión en 1990, cuando conoció al que sería su marido, Bouchaib Mokadem.
De este su marido se sabe poco. Tampoco nada de su comportamiento merece la consideración de infrecuente. Musulmán –pues festejaba la Fiesta del Cordero–, mantenía relaciones normales con el vecindario, aunque sí que es cierto que viajaba mucho, debido a su supuesta condición de representante de productos farmacéuticos. Catherine dice que llevaba un mes de vacaciones en Argelia, y que Geneviève no había tenido noticias de él.
Los profesores del colegio al que iban los niños consideraban a Mokadem un hombre estricto. Algunos testimonios dan cuenta de que el padre había obligado a los niños a seguir el Ramadán y que Yasmine, la mayor, se había presentado un día en el colegio con el velo islámico. Ante el estupor de los compañeros, se echó a llorar.
Los profesores de Yasmine sabían también que Bouchaib quería hijos, no hijas, y que la alta natalidad familiar respondía a la búsqueda de un chico.
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