9 feb 2011

Rosa Fernandez Gonzalvez, La exorcista de Almansa (España)



La historia de Rosa Gonzalvez pone los pelos de punta, pues era una respetada sanadora que tenía fama de curar la enfermedad del cáncer y otros dolores en una tierra donde es fácil encontrar otros curanderos. Rosa debió creerse que era la mejor y que podía hacer más, por ello un día decidió convertirse en exorcista y empezó la tragedia. En 1990 Rosa le dijo a su vecina que podía sacarle el demonio que llevaba dentro. La vecina, Maria Ángeles Rodríguez, quedó muy satisfecha con el resultado, y no puso objeciones cuando Rosa le dijo que ahora tenía que hacer lo mismo con sus dos hijos, todavía pequeños.

Durante el rito les metía los dedos en la boca para que vomitaran creyendo que si lo conseguía les estaba salvando del demonio que había pasado del cuerpo de Maria Ángeles a sus pequeños de cinco y seis años. Era el 16 de septiembre de 1990. El padre de los niños llegó por sorpresa y los vio infraganti. Trató de llevarse a los niños y no lo consiguió, tal era el histerismo y la fuerza que ahora poseían seguramente por su propia locura Rosa y su -ahora- secuaz Maria Ángeles.

Rosa continuó su trabajo al día siguiente y esta vez estaba más acompañada: además de Maria Ángeles, la hermana, el marido y su cuñada se había integrado otra vecina, Mercedes.

Contagiándoles su propia esquizofrenia les hizo rezar y gritar y simular un exorcismo con invocaciones espirituales que, según ella, servían para que los malos espíritus se marchasen. A media tarde lo dejaron para descansar, pero por la noche reanudaron la sesión; esta vez acompañaban a Rosa sus vecinas Maria Ángeles y Mercedes.
La sorpresa se la llevó esta vez el propio marido de Rosa que las descubrió encerradas de una habitación danzando desnudas y recubiertas de excrementos. Para mayor sorpresa todas se abalanzaron contra él y le ordenaron -como si tuvieran el poder para ello- que limpiara la habitación.

Rosa tenía una hija de 11 años a la que se llamaba Rosi, y aquel 18 de septiembre de 1990 la despertaron por mandato de ella cuando la chiquilla dormía profundamente. Tras desnudarla la dejaron en el suelo para, según ella, hacerle un bien, pues aseguraba que la pequeña estaba embarazada del diablo.

La pequeña comenzó a tiritar y a Mercedes no le pasó desapercibido, de modo que, en momento de confianza, le dijo a Rosa que se diera prisa con el exorcismo porque la niña parecía enferma.

Rosa la miró y "dedujo" que Mercedes también estaba poseída y con ayuda de Maria Ángeles le dieron una paliza que le hizo sangrar por la boca y se relajaron ante tal visión pensando que el exorcismo, nuevamente, había dado resultado.
Rosa se encarnizó esta vez con su propia chiquilla golpeándola y chillándole que el diablo que poseía antes a Mercedes estaba ahora en su cuerpo, y con estos gritos el padre se dio por enterado y acudió a la habitación para sacar a su niña. De nuevo la histeria de Rosa y Maria Ángeles consiguió que sacaran fuerzas brutales y consiguieron echar de nuevo a un apaleado marido que salió corriendo a la calle en busca de más ayuda.

Durante el exorcismo, colocaron a la niña en una cama y se dedicaron a destrozar el mobiliario de la habitación, cagaron, mearon y rompieron cristales, y ambas se revolcaron en aquel suelo peligroso y sucio. Los gritos asustaban a la niña pues le decían que estaba "embarazada del Diablo".

La niña sufrió lo conocido y por conocer. Rosa la desvirgó brutalmente con sus manos y no contenta con ella metió hasta donde pudo y comenzó a extraer cuanto órgano se encontraba. Le sacó de un tirón los ovarios. La chiquilla falleció desangrada con esa primera mutilación, pero después de muerta su madre, le sacó los intestinos por la vagina.

Para Rosa, los órganos eran demonios, y su esquizofrenia, un don de Dios que ayudaba a salvar vidas de los malos espíritus.

El marido en su afán porque alguien le ayudara, vino acompañado de su cuñada, que sin querer y cuando vio el horrendo espectáculo, salio corriendo para avisar a la policía, dejando allí solo a la mujer.

Las exorcistas histéricas vieron en la visitante solamente unos ojos que podían extraer para ponérselos a la pequeña Rosi y así devolverle la vida. Por supuesto la dieron una increíble paliza que perjudicó sobre todo los ojos de la víctima.
Como si se despertaran de pronto, se percataron del crimen que habían cometido y trataron de huir, pero la Guardia Civil las detuvo.

Aun así Rosa aseguró que volvería a hacer aquello por su hija, pues en su locura creía que lo hacía para bien.

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