Tres años después, Fernando Alberca, el novio de la médico residente Leilah El Ouaamari, presuntamente asesinada por su compañera Noelia de Mingo Nieto, volverá a revivir, durante el juicio que comienza hoy en la Audiencia Provincial, la pesadilla que le arrancó al amor de su vida y que le sumió en una profunda depresión. Hoy está bastante recuperado, gracias a los psicólogos. Pero todavía tiene secuelas, perceptibles, en el rostro de un joven de 36 años que aparenta más edad de la que tiene.
Pregunta.- Además de Noelia, ¿alguien más debería sentarse esta mañana en el banquillo?
Respuesta.- Los responsables de la Fundación Jiménez Díaz que permitieron que Noelia siguiera renovando cada año el contrato de formación en la clínica de La Concepción, aunque no cumpliera con sus obligaciones, entre ellas las guardias, por lo que podemos hablar claramente de falsedad documental. Pero sobre todo porque permitieron que Noelia tuviera en sus manos la salud de cientos de madrileños sabiendo que ella no estaba bien. En definitiva, lo que ocurrió no era algo inevitable.
P.- Pero el Ministerio Público no ha hallado indicios de delito en el caso.
R.- El fiscal está actuando con parcialidad y su única preocupación es proteger a unos señores muy poderosos. De hecho cuando desde la Fiscalía General del Estado se le ha hecho saber que, según el sumario, existían indicios de falsedad documental, se ha limitado a abrir diligencias contra Oscar Ramón Sabillón, el joven hondureño que le hacía las guardias a Noelia para sacarse un dinerillo que, además, acudió a declarar de forma voluntaria sobre lo que ocurría en La Concha con De Mingo.
P.- ¿A qué se debe el trato de favor con Noelia del que acusa a la dirección del hospital?
R.- A los estrechos vínculos de amistad que, desde hace décadas, existen entre las familias De Mingo Nieto y Jiménez Díaz. Ambas son de El Molar y tienen entre sus miembros a médicos y a políticos, todos ellos, casualmente, del Partido Popular. Son dos familias de mentalidad caciquil. Todo ello hacía que Noelia tuviera patente de corso, pese a su enfermedad.
P.- ¿Patente de corso?
R.- Una noche, antes de dejar de hacer guardias, Noelia tuvo un delirio y uno de sus superiores tuvo unas palabras con ella porque vio que no estaba bien. Días después, De Mingo se presentó con su madre en la Fundación Jiménez Díaz, y, de forma amenazante y retadora, le espetó: "A ver si se atreve delante de mi madre a decirme lo que me dijo el otro día". Imagínate qué ínfulas tenía su familia para hacer eso.
P.- ¿Cómo era la relación entre Leilah y Noelia?
R.- De Mingo no tenía amistades en el hospital. Era una persona hosca, que daba malas contestaciones. No se relacionaba con nadie.Comía sola. Su relación era meramente profesional.
P.- ¿La llegó usted a conocer en persona?
R.- Sí. Me la presentó Leilah y en pocos segundos me di cuenta de que algo no funcionaba bien en su cabeza. Estaba todo el rato como quitándose de la ropa motas y pelos que no tenía, de forma obsesiva compulsiva.
P.- Antes de los hechos, ¿llegaron a temer los compañeros de Noelia algo preocupante?
R.- Leilah y otra compañera, María Alcalde, tenían miedo. En el caso de mi novia, por los pacientes, sobre todo. Y el tema De Mingo era recurrente en las cenas o reuniones de compañeros fuera del trabajo. A María le escuché tres meses antes que había advertido a sus padres que, si alguna vez le pasaba algo en el hospital, sería porque Noelia la apuñalaría.
P.- ¿Ocurrió algún incidente entre Noelia y Leilah?
R.- Semanas antes hubo un suceso que la preocupó sobremanera.Leilah estaba escribiendo en el ordenador a solas y notó una presencia junto a ella. Elevó su mirada y vio por encima de ella la cabeza de Noelia que la miraba fijamente, en actitud acechante.
P.- ¿Los compañeros denunciaron esta situación?
R.- Por supuesto. Pero incluso, tres días antes de los hechos, el tutor de Noelia y el jefe del servicio de reumatología reunieron a médicos, enfermeras y secretarias y les dijeron que no tuvieran con ella una actitud policial.
P.- Tres años después y sabiendo lo de su enfermedad mental, ¿cuáles son sus sentimientos hacia Noelia de Mingo?
R.- Lógicamente siento ira, porque mató a mi mujer, pero creo que sobre todo siento pena por ella, al ver que a una persona en su estado se la mantuvo en servicio porque pertenecía a una familia donde, al parecer, la enfermedad mental es algo que haya que ocultar, como si fuera deshonroso.
P.- ¿Se podría decir, entonces, que Noelia de Mingo también es una víctima?
R.- Noelia es víctima de su propia familia. Sus padres se quedaron tan panchos cuando les llamaron desde el hospital para decirles que tenía ausencias injustificadas. Y no se preocuparon de llevar a su hija a un especialista cuando les dijo que en el hospital la grababan y colgaban fotos de ella desnuda en Internet.
P.- ¿En estos tres años se han puesto en contacto con los familiares y supervivientes para pedirles perdón personalmente?
R.- No, y tampoco tenemos interés. Dos días después de los asesinatos, tres familias destrozadas y otras siete jodidas y rezando a Dios para que sus heridos no murieran, tuvieron que escuchar cómo el señor Juan de Mingo, padre de Noelia, declaraba en una radio que su hija «era maravillosa, un ángel del señor, mandada del cielo». Y para más inri llegó a afirmar que su abogado está intentando solucionar todo de la mejor forma posible. ¿Se puede solucionar la muerte de tres personas? Qué poco valiosa es la vida de un ser humano.
P.- ¿Como era Leilah?
R.- Maravillosa. Cualquiera que la conociera sabía que con su muerte el mundo salió perdiendo. La conocí de cooperante en Guatemala: siempre con la sonrisa en los labios, los pacientes la querían por su generosidad. De hecho, murió porque trató de salvar a sus compañeras. Cuando Noelia comenzó a acuchillarlas pudo haber escapado de allí, pero no lo hizo.
P.- ¿Ha logrado rehacer su vida después de tanto tiempo?
R.- Me han ayudado mucho los psiquiatras y los psicólogos. Después de la muerte de Leilah, pasé un año y medio en blanco, como si me lo hubieran robado del calendario. No puedo recordar nada.Luego volví a trabajar. Ahora lo hago en el Teléfono de la Esperanza.Allí hago una labor que me llena mucho. Veo que puedo ayudar a otras personas.
P.- Con el juicio que hoy comienza en la Audiencia tendrá sentimientos encontrados.
R.- Es revivir otra vez todo lo que pasó. Esa es la condena que tenemos los familiares. Por un lado, queremos que acabe cuanto antes. Por otro, no lo olvidaremos mientras esos tipos [los responsables de la Fundación Jiménez Díaz] también paguen por lo que pasó.Mi verdad no es el 100% de lo que ocurrió, pero seguro que bastante.En cambio, su verdad no es más que una gigantesca mentira.
'Cumplió con su amenaza'
Fernando Alberca conserva todavía intacto el recuerdo de aquel 3 de abril de 2003 en el que su vida dio un giro de 180 grados: "Ese día, como siempre, Leilah se despertó antes que yo y me dio un beso antes de irse a trabajar. Por la tarde, mientras estaba comiendo con un amigo, la madre de mi novia me llamó y me dijo si había escuchado algo de una agresión en la clínica de La Concepción. Supe entonces inmediatamente que Noelia había cumplido su amenaza".
Rápidamente, Fernando trató de ponerse en contacto con Leilah El Ouaamari: "Lo intenté en el móvil, pero no lo cogía. Así que llamé directamente al hospital. Me cogió el teléfono su tutor y le pregunté: '¿Ha sido Noelia, verdad?'. Como respuesta recibí un escueto 'sí'. Mi siguiente pregunta fue: '¿Cómo está Leilah?' 'Muy grave', me dijeron".
En aquel momento el teléfono se le cayó de las manos. Fernando Alberca intuía, con certeza, que el amor de su vida había muerto tras un ataque brutal: "Lo adiviné porque conozco perfectamente los protocolos médicos que se practican con familiares y víctimas en estos casos".
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