Encarnación Jiménez Moreno, de 38 años de edad y etnia gitana sería conocida como la “mataviejas” por el robo a 20 ancianas que estaban solas en su domicilio y por acabar con la vida de dos de sus víctimas, tras apalearlas, amordazarlas y asfixiarlas.
La vida de Encarnación Jiménez transcurre como la de cualquier ama de casa normal. Esta mujer vive con tres de sus cinco hijos en el barrio de Hortaleza. Su marido trabaja como albañil y ella se dedica a cuidar del domicilio familiar.
Hasta ahí, una familia madrileña más, pero la realidad es diametralmente opuesta. Detrás de esta vida pública de Encarnación Jiménez se encuentra una de las supuestas ladronas y asesinas más peligrosas y prolíficas que se recuerdan en los últimos años en España. Su forma de trabajar incluye una violencia desmesurada con sus víctimas: destacan palizas por todo el cuerpo, rotura de varios huesos y amenazas de muerte.
Según la policía, Jiménez espació mucho sus robos. Al principio cometió un asalto cada cuatro o cinco días, pero después, al sentirse segura, los incrementó hasta realizar dos diarios. Los primeros robos y agresiones resultaban inconexos, lo que dificultó, según los investigadores, su detención. Pero conforme aumentaba su autoconfianza se descubrió que utilizaba la línea 5 del metro (Canillejas-Casa de Campo) para desplazarse, lo que puso en jaque a la policía madrileña.
Siempre trabajaba de la misma manera.
Acudía a los edificios más antiguos de barrios donde viven personas mayores. Con la excusa de vender joyas o ropas entraba en los edificios. Subía al último piso y bajaba por las plantas hasta que encontraba a su víctima. Entonces las engatusaba para que abrieran la puerta. A veces simulaba ataques de tos o pedía fuego para fumar. Cuando la anciana abría, le preguntaba si estaba sola y pedía incluso que saliera un familiar para que la asesorara en la eventual compra. Si su víctima decía que estaba sola, comenzaba a actuar.
Primero las asestaba un fuerte empujón contra la pared. Las llevaba hasta la última habitación del piso para que no las oyera nadie. En el trayecto, según la versión oficial, les propinaba todo tipo de golpes e insultos. Después dejaba tiradas a sus víctimas en el suelo y las amordazaba con sus propias ropas o con otras que cogía de los armarios de la casa. Antes las sometía a un arduo interrogatorio para saber dónde guardaban las joyas y objetos de valor, incluido el dinero en efectivo.
En alguna ocasión fracturaba algún miembro de las ancianas, como ocurrió en un asalto en la plaza de Bami (Ciudad Lineal), cuando una octogenaria sufrió fractura abierta de tibia y peroné después de que Jiménez le partiera, supuestamente, la pierna con el canapé de la cama al negarse la víctima a confesar dónde estaban los objetos de valor.
El primer crimen lo cometió el 18 de abril, cuando la condenada se abalanzó sobre su víctima María Iribarren Gallues, de 97 años, en el centro de Madrid, a quién amordazó tapándole la boca con el vestido de una muñeca. Tras ello, le ató las manos a la espalda y los pies con prendas de vestir, provocando así su muerte por asfixia.
El segundo crimen lo realizó el 8 de julio de 2003, cuando llamó a la puerta de un domicilio asegurando que vendía joyas. Así, entró en el piso y ató a la anciana de pies y manos con una blusa, unos calcetines y un cinturón.
También le anudó un pantalón de pijama alrededor del cuello, lo que ocasionó su muerte por asfixia.
Encarnación amordazaba a las ancianas con ropa que encontraba en la misma casa que asaltaba: con camisones, medias, pañuelos, calcetines, corbatas o cinturones.
Dos de las mujeres atracadas lograran desatarse y salir a la calle a pedir auxilio cuando la encausada se dedicaba a desvalijar la casa.
Sin embargo, como ladrona dejaba bastante que desear, ya que cometió bastantes errores que permitieron la imputación de 20 robos: fumaba siempre varios cigarrillos de la marca Fortuna. Perpetraba los asaltos a cara descubierta y no utilizaba guantes, por lo que ha dejado sus huellas, además de pelos, en casi todos los domicilios.
“Con todas las reservas y prudencia, todo hace pensar que se trata de un trastorno antisocial o disocial de la personalidad, lo que antiguamente se conocía como psicópata”, explicaba el jefe del servicio de psiquiatría del hospital de la Princesa (Madrid), el doctor Eduardo García-Camba.
El especialista destacaba “la frialdad, la reincidencia, la mentira y la agresividad” que utilizaba Jiménez en sus robos. “Dos detalles resultan muy importantes, como son la ausencia del sentimiento de culpabilidad y su comportamiento impulsivo.
La Audiencia Provincial de Madrid condenó a 137 años de prisión a Encarnación Jiménez Moreno por acabar con la vida de dos ancianas y robar a otras quince en sus viviendas de la capital, en su mayoría en el barrio de Salamanca, entre abril y julio de 2003.
En la sentencia, el tribunal considera a Encarnación, que sufre una alteración de personalidad grave, autora de un delito de homicidio, quince de robo con violencia en concurso ideal con allanamiento de morada, con la agravante de reincidencia y abuso de superioridad, diez de detención ilegal y ocho de lesiones, entre otros.
Según sentencia se la condenó también a pagar 72.000 euros a los herederos de sus víctimas mortales, María Iribarren, de 96 años, y Luisa Trueba, de 64 años, por los daños morales, así como un total de 104.335 euros para las ancianas asaltadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario